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EL CRISTO TOTAL


Unidos en un solo cuerpo

"Si la única frase de la Sagrada Escritura fuese aquélla del Espíritu Santo ‘Dios es amor’, sería más que suficiente y no necesitaríamos andar buscando mas. De acuerdo con Agustín, la razón principal de la Encarnación fue el amor de Dios debido al cual nos dio a su Hijo. Así pues, el Hijo vino a ser la encarnación del amor de Dios. Si Dios es amor se sigue que no quiere permanecer a distancia sin ninguna clase de relación con los hombres. El amor pide compañía. Dios Padre engendra un Unico Hijo, pero no quiso que el Hijo permaneciera solo; le dio por hermanos y hermanas a todos los seres humanos. Cristo mantiene una relación global con toda la humanidad, porque su amor acoge a todo ser humano sin excepción. Podemos descubrir en el amor dos movimientos: un anhelo por hacernos uno con el amado y, a su vez, la necesidad de mantener cierta distancia respetuosa con la identidad personal de quien amamos. El amor efectúa una recíproca presencia sin destruir al otro: un amigo en su amigo o amiga, el marido en su esposa, la madre en su hijo. También Cristo se identifica con todos los seres humanos y está presente en ellos. Agustín llama a esta unión: el Cristo total. Apoya su intuición en la doctrina de Pablo sobre la relación entre Cristo como la Cabeza y nosotros como el Cuerpo: "Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo". (1 Cor 12, 12). El Cristo total abarca tanto Ja cabeza como los demás miembros, y esta unión es tan íntima como la existente en un cuerpo vivo. Por esto Cristo participa de nuestra vida, y nosotros participamos de la suya.

Honrad a Dios ¡os unos en ¡os otros (Regla)

Dado que Dios es el centro de la vida de Cristo, podemos aplicarle muchas de las ideas arriba apuntadas. La manera de ser uno con todos los humanos es sentirse uno con él o ella en una unión más elevada: en el interés de Dios por todos. Dios habita en cada ser humano. Todos le pertenecen porque los ama a todos. Si nosotros también los amamos a todos, estamos honrando a Dios. Sólo cuando nos hacemos hermanas y hermanos unos de otros somos el nuevo templo de Dios, esto es, lugar de su presencia, pues Dios no habita sino en el amor. Antes de hablar de la iglesia como casa de Dios deberíamos parar mientes en nosotros mismos:

"Este edificio con el nombre de iglesia es la casa de nuestras oraciones, pero nosotros mismos somos la verdadera casa de Dios. Juntos formamos la casa de Dios, pero solamente si estamos unidos por el amor". Amor a Dios y amor al prójimo actúan como compitiendo, pero se abrazan entre sí en un movimiento de gran dinamismo.

Cristo, en los pobres

Dos textos bíblicos principalmente despiertan la inspiración de Agustín: "Señoi; ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? Y el Rey les dirá: En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis". (Mt 25, 3 7-40) y "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" (Hch 9, 4). A la vista del último texto, Agustín resalta que Cristo resucitado no dice: ¿Por qué persigues a mis discípulos?, sino ¿Por qué me persigues a mí? Una tal identificación de Cristo con los pobres, los discriminados, los perseguidos manifestaba para Agustín el reconocimiento de la

dignidad humana. "Sé tiel a Cristo en su pobreza" es como decir "Se tiel al prójimo en su pobreza". Para Agustín el texto de Mt 25 evidencia cómo Cristo todavía está presente en este mundo y cómo debe ser comprendido por sus fieles. La vida y la historia de los seres humanos sufrientes y oprimidos reflejan de continuo los sufrimientos y la pobreza de Cristo. Aquí en nuestro peregrinar en el mundo, Cristo hambriento es alimentado, Cristo sediento calma su sed, Cristo desnudo es vestido, a El damos la bienvenida en la persona del forastero y a El visitamos en el enfermo. Cuando los seres humanos padecen necesidad, es Cristo el necesitado: "Id a los caminos. El forastero Cristo no está ausente. ¿Piensas que serás capaz de no dar la bienvenida a Cristo? ¿Cómo es posible?, te preguntas. Escucha: ‘lo que hiciste a uno de mis pequeñuelos, me lo hiciste a mí’. El, que es rico, está necesitado hasta el fin del mundo. El está de verdad necesitado, no en la cabeza, sino en los miembros".

Opción por los pobres

"Somos los siervos de su Iglesia, y sobre todo de sus más débiles miembros, no importa la clase de miembros que seamos en este mismo Cuerpo". Este planteamiento muestra bien a las claras su interés por los pobres y débiles. Gracias a algunas cartas descubiertas recientemente conocemos mucho acerca de sus actividades. Le vemos por ejemplo pidiendo al Emperador la promulgación de una ley contra los mercaderes de esclavos. Aparece muy preocupado por la salud de los niños, que los Emperadores cristianos han tenido en cuenta - por espacio de unos veinticinco años - con el fin de evitar el infanticidio cuando los padres carecían de posibilidades para sacar adelante a sus recién nacidos. Los labradores en inquilinato habían de recurrir a la desesperada determinación de alquilar o incluso vender sus propios hijos. Eso conducía con frecuencia a una permanente esclavitud, cosa no autorizada por el derecho, y Agustín protestaba con energía contra el abuso de los menores. La suerte de los niños entraba entre las más preocupantes atenciones de su corazón, ya que veía como tarea del obispo proteger a los huérfanos con el fin de evitar el que fueran defraudados por extraños. Por consiguiente tenía por suya la obligación de cuidar a los niños abandonados. En cuanto a los pobres era costumbre de la Iglesia de Hipona prestar ayuda a toda persona sin tener en cuenta su status: no cristiano, prostituta o gladiador. Agustín no comulgaba con aquello de "Da al hombre de bien, y del pecador no te cuides" (Sir 12, 7). El comenta: "Tratémoslos con dignidad humana, pues son seres humanos. Compadécete de la condición humana común a todos".

"DOS AMORES HAN DADO
ORIGEN A DOS CIUDADES:
EL AMOR DE SÍ MISMO
HASTA EL DESPRECIO DE
DIOS, LA TERRENA; Y EL
AMOR DE DIOS HASTA EL
DESPRECIO DE SÍ, LACELESTIAL".

(La Ciudad de Dios XIV, 28).