He aquí una descripción autobiográfica del joven Agustín: " Porque ya gozaba de existencia, tenía vida, sentía y me preocupaba de mi integridad, como huella que era de la unidad misteriosa de donde procedía. Con el instinto interior, mantenía la integridad de mis sentidos. Me recreaba con la verdad, con mis pequeños pensamientos, con las cosas menudas. No me gustaba que me engañaran, tenía una memoria pujante, me educaba en el lenguaje, me encantaba la amistad, huía del dolor, de la bajeza y de la ignorancia... Todos ellos son dones de Dios, yo no me los di. Todo esto son bienes, y todo esto soy yo.". Estas cualidades le acompañarán a lo largo de su vida. Era muy sensible, emotivo y apasionado. A pesar de ser intelectual, no encontramos en él una especie de cerebro duro y seco. Aunque le agradaba el autocontrol, no apreciamos en él trazas de rigidez poco humana. Si bien siempre puso de relieve la relatividad de las cosas creadas jamás negó la riqueza de la vida o lo maravilloso del mundo. Entendimiento y corazón siempre de la mano. Por consiguiente, amor, vida común y amistad constituyen el núcleo de su vida y pensamiento. Una lectura superficial de las Confesiones puede dar la impresión de un Agustín introvertido, en constante empeño de autoanálisis. La realidad ha sido muy otra. Sorprenderá el saber que este hombre rara vez estuvo solo. El mismo declaraba serle imposible vivir feliz sin amigos. Una amistad cicatrizaron aquellas heridas. Tal vez esto se deba al congénito sentimiento de solidaridad de los africanos .

Es indudable que su pasión por la verdad le hizo un tenaz luchador ; cuando tomaba con interés un asunto, con mucha dificultad lo abandonaba. Fuera de las controversias mostraba un gran sentido de la modestia. En su ancianidad revisó sus libros y declara : "No pretendo que alguien acepte todas mis opiniones , de modo que él o ella me sigan ciegamente, excepto en aquellos puntos en que el lector ha llegado a la convicción de que yo no estaba equivocado. Porque ni yo mismo he sido consecuente en todo. He escrito libros constantemente procurando progresar. No comencé siendo perfecto, y de pretender que ahora en mi vejez escriba perfectamente seria más bien una señal inequívoca de engaño, que de veracidad"

En carta a un joven , llamada Florentina, escribió : "No deberías pensar que ibas a encontrar en mí la respuesta a todas tus preguntas y a cuanto deseas conocer. Porque yo no me presento como el consumado maestro que todo lo sabe, sino como un hombre en busca de luz, en unión de aquellos por quienes él ha sido solicitado con el fin de iluminarlos. Por favor, cae en la cuenta del peligro en que nos encontramos nosotros, de quienes se espera que seamos no sólo maestros, sino maestros de realidades divinas, aunque no seamos sino meros seres humanos"