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Victor Lozano II
Galende II
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ENCUENTRO CONTINENTAL DE EDUCADORES AGUSTINIANOS
“EDUCACIÓN AGUSTINIANA Y
PROYECTO PASTORAL”
TRUJILLO, PERÚ – ENERO
2010
Francisco Galende, OSA
Tema 1.- «EL MODELO EDUCATIVO AGUSTINIANO»
-VISIÓN GLOBAL-
Tema 2.- LÍNEAS BÁSICAS DE LA ANTROPOLOGÍA
Y PEDAGOGÍA AGUSTINIANAS
Tema 3.- REFERENTES AGUSTINIANOS PARA UN PROYECTO DE PASTORAL COLEGIAL.
-EDUCACIÓN Y EVANGELIZACIÓN-
Tema 1.- «EL MODELO EDUCATIVO AGUSTINIANO»
-VISIÓN GLOBAL-
Pretendemos, en esta exposición, una visión global de la Educación, tal como
la concibió y practicó Agustín. Cuestión que fue determinante para Agustín
mismo. Para él, ningún tema fragmentario, en cualquier cuestión, es
debidamente comprendido si no se enmarca en la globalidad de los temas con
él relacionados. Ningún texto se entiende correctamente si no se le ubica en
su verdadero contexto.
Es un tema particularmente enfático en San Agustín, aplicable también a la
educación. Un Proyecto Educativo no puede reducirse a una suma de
actividades y detalles, sin conexión entre sí; lo que el aforismo irónico
expresa diciendo: “Cada perro con su hueso“. Necesitamos sintonizar y
comprometernos todos con un Proyecto Integral de Educación. Porque “Lo que
ofrende en parte es, con frecuencia, porque no se abarca la TOTALIDAD a la
que admirablemente se ajusta aquella parte“, declara Agustín (De Ord. II,
XIX, 51).
El hecho de trabajar con “fragmentos“, sin percepción de las globalidades,
ha sido el quebradero de cabeza en toda la historia humana. Y fue también
una larga experiencia de Agustín. Es la tendencia a instaurar la propia
“isla de existencia” (de ideas, valores, creencias, actividades y conductas),
que oponemos vigorosamente a todo aquel que interfiera o no sintonice con
las mismas. Oscilamos así, por sistema, entre los extremos de “binomios
bipolares”, que se nos antojan irreconciliables. Así ocurre en binomios como
éstos:
1.- Emociones y convicciones.- En la relación consigo mismo, se confrontan
mi dimensión instintivo-emocional y mi dimensión racional-espiritual. Y mis
apetencias e intereses se sobreponen o manipulan mis convicciones honestas y
sinceras.
2.- Individuo y Sociedad; derechos y deberes;.- Es fuerte la tendencia a
optar y potenciar uno de ellos a costa de su aparente opuesto. Los derechos
personales sin conciencia de “deberes” nos hace “ególatras”.
3.- Libertad y solidaridad.- La libertad sin solidaridad nos hace
libertinos. La solidaridad sin libertad nos hace esclavos.
4.- Igualdad y diferencias.- Si acentuamos la igualdad, sin valorar las
diferencias y la singularidad de cada individuo o grupo, terminamos en
“uniformidad” alérgica a cuantos sean diferentes. Si nos apasionamos por las
diferencias, sin conciencia de igualdad, se nos impone la discriminación
entre los valiosos y respetables, los mediocres y los vulgares, inútiles y
despreciables.
5.- Varón y mujer.- Afirmar la “igualdad”, sin reconocer y valorar “diferencias”;
o sentar las “diferencias”, sin reconocer la “igualdad”, conducen igualmente
a la mutua incomprensión y a la inevitable confrontación entre machismo y
feminismo.
6.- Persona y comunidad.- Ambos polos pueden degenerar en “personalismo
individualista” o en “comunitarismo asfixiante”. Ninguna comunidad sana
puede asfixiar el legítimo espacio personal de cada uno de sus integrantes,
ni ninguno de estos deberá marginar su sintonía comunitaria o familiar.
7.- Comunismo y capitalismo.- El comunismo potencia la absoluta igualdad
social, eliminando el estímulo, aliciente y esfuerzo por la propia
superación personal; el capitalismo potencia el propio y libre desarrollo
personal, con marcada indiferencia
8.- Fe religiosa y negocios; Dios y el prójimo.- No es rara la actitud o
praxis de quienes afirman que “una cosa es mi fe en Dios, con quien cumplo
en el templo; y otra muy diferente mis negocios, fuera del templo.
9.- Hablar y escuchar; palabra y silencio.- La concordia fraterna queda
violada tanto por quien está dispuesto siempre a hablar y compartir, pero
incapaz de escuchar e interesarse por lo que los demás quieren expresar;
como por quien oye a todos, pero se resiste a compartir lo que él mismo
piensa, anhela y vive.
Esta bipolaridad de valores en conflicto está por detrás de todos nuestros
problemas de relación; y deja al desnudo las debilidades de no pocos
sistemas educativos. Porque es objetivo primordial de toda verdadera
educación, enseñar a armonizar valores aparentemente contrapuestos, que
violan la “concordia” y abren el camino a la “discordia” entre los seres
humanos. El reciente Documento de la Vª Conferencia del Episcopado
Latinoamericano, en Aparecida, ha abordado, muy en sintonía con San Agustín,
en sus números 36, 37, 38 y siguientes, el grave problema de la
fragmentación de la vida, que hoy estamos viviendo, particularmente en la
vida social. Centrados en un recortado “inmediatismo”, hemos ido perdiendo
el “sentido unitario de la vida”, que ha conducido a un “vacío existencial”
y a una “crisis de sentido”.
Pasamos, pues, a exponer esa globalidad del Modelo Educativo Agustiniano,
en OCHO conceptos básicos, aunados entre sí.
1.- UNA EXPERIENCIA
LA EXPERIENCIA Y PRAXIS EDUCATIVAS
DE AGUSTÍN
San Agustín no fue un “teórico“ de la Educación. El Proyecto Educativo que
finalmente nos legó, es el resultado de una larga experiencia de vida, en la
que hubo aciertos y errores; satisfacciones y desencantos; coherencias y
contradicciones; éxitos y fracasos. Pero él nos dejará, al fin, en claro que
fueron precísamente sus errores y experiencias negativas un “Sabio Maestro“
que le enseño qué rumbos necesitó rectificar.
En primer lugar, su experiencia como educando.- Tanto en la familia como en
la escuela:
En la familia, la siembra educativa de su padre pagano, que le enrumbó
tras las metas del dinero y de la fama, opacó por muchos años la siembra
cristiana de su madre.
De la Escuela nos relata ampliamente, en sus Confesiones, las
frustraciones que vivió en su edad infantil: Por los castigos despiadados
con los que le obligaban a estudiar; por las motivaciones banales con las
que le apremiaban al estudio que no le gustaba (=“Para hacerme famoso y
sobresalir“), en lugar de los juegos, que sí le encantaban; por la
incoherencia y contradicción de sus mismos maestros, entre lo que exigían y
lo que ellos mismos hacían (Cfr. Conf. I, 9-19).
En segundo lugar: su experiencia como Profesor
Agustín fue «Profesor» durante 13 años: A sus 21 años de edad, en su propio
pueblo natal de Tagaste, enseñando Gramática por un año. Y asumirá después
el profesorado de «Retórica y Artes Liberales» sucesivamente en Cartago (8
años), en Roma (1 año) y en Milán (3 años). Fue un profesor ilustre de
Oratoria, que ganará finalmente las oposiciones a la más alta Cátedra de
Retórica, en la Corte Imperial de Milán, a sus 30 años de edad.
Sin embargo, Agustín recalca en sus Confesiones, los aspectos más negativos
de su experiencia como docente: En Cartago se siente incapaz de controlar la
indisciplina de su alumnado y termina por renunciar (cf. Conf. V,8,14). En
Roma le satisface el talante pacífico, disciplinado y galante de sus alumnos,
pero le decepciona su irresponsabilidad en el pago de sus honorarios(cf.
Conf. V, 12,22). Y en su nueva visión de cosas a raíz de su conversión a la
fe cristiana, no duda en calificar su cátedra de “mercadeo de la palabrería”
(Conf. IX, 2,2), y “cátedra de la mentira” (Conf.IX, 2,4). A la luz de su
Fe, ve ahora el contraste entre los altos valores que promueve y cultiva el
Maestro Jesucristo, y la trivialidad e inconsistencia de las metas que
propugna la Enseñanza que él representó, en su cátedra de Oratoria.
Agustín renunció, al fin, a su cátedra. Pero no se jubiló de su misión
educativa. Se alista, más bien, en la línea de los grandes «Maestros», que
lo fueron, no de las ciencias humanas, sino de «la vida», particularmente el
Gran Maestro de La Vida, Cristo Jesús. Y desde su experiencia antigua y
nueva, Agustín se convertirá en un sabio educador.
En todo este itinerario y el que sigue, Agustín nos ha legado una gran
lección: Ningún maestro sale ya cualificado, en sus estudios de universidad,
para ser un excelente educador. Necesitará aprender, día a día, de su propia
experiencia educativa. Incluso, y quizá particularmente, de sus propias
deficiencias y errores. ¡Todo educador sigue siendo un aprendiz!.
“Para lograr la madurez, el hombre necesita un cierto equilibrio
entre estas tres cosas: talento (razón), educación y experiencia”
(De Civ. Dei, 18,21).
2.- UN CONCEPTO
DIVERSIDAD Y UNIDAD DE LOS CONCEPTOS
FORMACIÓN ACADÉMICA Y EDUCACIÓN
En nuestro tiempo, los conceptos «Educación y Enseñanza»; el profesor y el
maestro; centros educativos y centros de capacitación académica , han venido
a ser generalizadamente sinónimos. Históricamente, sin embargo, estos
conceptos han sufrido notables cambios en su significado, en un largo
proceso en tres etapas:
Primera etapa.- Originalmente, la función de instruir en las ciencias
prácticas (matemáticas, arqueología, oratoria, biología, etc.) y la misión
de educar se realizaron separadamente. Estaban, por una parte, los grupos y
escuelas en los que se instruía en las ciencias prácticas para hacer
exitosamente el camino de la vida, y por otra los grandes “Maestros”
ocupados en diseñar altas metas para vivir la existencia con sentido, sabia
e inteligentemente.
= Fueron particularmente relevantes los grandes “Maestros de la Vida” del
Oriente asiático: India, China, Japón y demás; así como de varios países
árabes, e incluso en culturas indígenas.
= En la cultura Occidental, fueron igualmente determinantes los grandes
“Sabios de la Vida”, llamados “filósofos”, en el significado literal de esta
palabra: “Amantes y buscadores de la sabiduría de la vida”. En esta misma
línea, Jesús de Nazaret fue proclamado espontáneamente “El Maestro”.
San Agustín analiza repetidamente en sus obras, la profunda distinción
existente entre Ciencia y Sabiduría. La ciencia centra su interés en las
realidades temporales; la sabiduría apunto a las realidades eternas (cfr. De
Trin. XII, 15,25).
Segunda etapa.- Al oficializarse la enseñanza, la misión de instruir y de
educar se fusionan , manteniendo no obstante su diversidad. Se entiende que
todo Centro de Enseñanza, y todo profesor, debe ser, al mismo tiempo,
Educador.
A este fin, se busca armonizar equilibradamente las ciencias prácticas y las
asignaturas humanísticas: Religión, Filosofía, Educación Social y Política,
y demás. Que, no obstante, muy pronto terminarán consideradas como simples
materias académicas, a cargo de sus profesores respectivos.
En esta larga etapa, se va corrompiendo ya el significado original de varios
de los términos:
La palabra «maestro» perdió su connotación original y se academizó,
aplicándose a todo aquel que imparte la primera enseñanza; y a cualquiera
que es diestro, o perito, en cualquier habilidad. En cambio, nadie incluye,
en el concepto de educación el aspecto académico, cuando se habla de
educación en el hogar.
Las palabras “sabio” y “sabiduría” cambiaron, así mismo, de significado.
Es sabio, no ya el que sabe vivir sensata e inteligentemente su vida, sino
“el que sabe muchas cosas”. San Agustín mismo salió ya al paso de esta
distorsión, declarando que lo opuesto a la sabiduría no es la ignorancia,
sino la necedad: “La miseria del alma es la necedad, contraria a la
sabiduría, como la muerte a la vida; como la vida infeliz a la felicidad,
pues no hay término medio entre ambas” (De Beata V.IV,28).
Tercera etapa.- En nuestro tiempo, la instrucción y enseñanza de las
materias académicas, ha terminado monopolizando el interés, tanto de lo
Sistemas Educativos Oficiales, como de muchos padres de familia, e incluso
profesores. La educación, propiamente tal, ha ido quedando relegada a
actividades “paraescolares” y opcionales.
Las nuevas ideologías laicistas lucharon, primero, por eliminar la
enseñanza religiosa en las escuelas. Luego han presionado la eliminación de
todas las materias humanísticas.
Las leyes protectoras de menores y de derechos del niño y adolescente, han
anulado toda clase de apremios y controles en la misión educativa, tanto en
la familia como en el colegio. Los niños y adolescentes son intocables, y
con derecho a su propio protagonismo y libres opciones, frente a toda
autoridad familiar o colegial. Como consecuencia, también la formación
académica ha entrado en crisis.
San Agustín resume la imperiosa necesidad de armonizar, en el colegio,
instrucción y educación, en una sola frase: ”El objetivo de las ciencias
humanas es hacer al hombre más humano; es decir, un hombre más digno entre
los hombres” (De Doc.C. XI,12). Lo repite en uno de sus sermones: “Estudia
humanidades; ¿para qué? Para ser “humano”; es decir, para ser un hombre
digno entre los hombres” (Serm. De Discipl. Christ. XI, 12).
Para Agustín instrucción y educación han de avanzar en pareja, porque
inciden en la doble dimensión del ser humano: El «hombre exterior» y el
«hombre interior»; denominación paulina que Agustín asume y desarrolla
ampliamente. La experiencia histórica ha dejado patente que, sin la
educación, la capacitación académica ha servido tanto para acuñar hombres y
mujeres nobles, bienhechores de la Humanidad, como hombres y mujeres
dominantes, aprovechados y corruptos; hábiles para triunfar en sus propios
intereses, a costa de quien sea y como sea.
Por otra parte, ambas dimensiones poseen un dinamismo y tratamiento
enteramente diferentes. El hombre exterior crece y se desarrolla por
adquisición de fuera adentro, de más y más conocimientos y habilidades. El
hombre interior, en cambio, se desarrolla y crece por autoexpansión de
dentro afuera, dinamizando lo que potencialmente ya es, y la luz del
“maestro interior” que lleva en sí mismo.
En los últimos años, han ido tomando fuerza, particularmente en el campo
educativo, las voces de la sensatez, urgiendo la necesidad de recuperar la
“Educación en Valores”. Por supuesto, también la capacitación académica es
un valor. Pero se está aquí apuntando a los Valores que hacen realmente al
ser humano más y más “humano”.
3.- UNAS METAS:
LAS GRANDES OBJETIVOS DE LA EDUCACIÓN
Todos, incluidos los alumnos, captamos espontáneamente los objetivos de una
buena capacitación académica:
“Para ser un hombre de provecho”, se dijo tradicionalmente. Y lo contrario
de un hombre de provecho es un “hombre inútil”. Y el inútil él mismo pagará
las consecuencias.
Aun los niños entienden sin problema la importancia de estudiar, para
conseguir mañana una buena profesión; ser importante; ganar dinero y vivir
cómodamente.
Agustín, desde su propia experiencia, declara: “Muchos estudian con el fin
de ser doctos, más bien que justos. Otros estudian para saber cómo se debe
vivir, pero sin ánimo de vivir bien” (Com. al Evangelio de San Juan 41, 1).
No parecen tan sugestivos, particularmente para los menores, los objetivos
de la educación en cuanto tal:
Ser un hombre honesto, bondadoso, solidario y fraterno con todos. Respetar
y valorar a los demás; disfrutar haciendo el bien; perdonar al ofensor y
animar al decaído.
No es tan fácil, porque el egoísmo instintivo que llevamos dentro se
sobrepone fácilmente a todo amor gratuito. Y tampoco es fácil descubrir, a
la primera, que las actitudes egocéntricas terminan estrellándonos, tarde o
temprano; mientras la cordial y generosa relación con los demás nos hace, al
fin, más y más felices.
Agustín vivió el contraste entre ambas actitudes. Por muchos años vivió a
merced de sus antojos: Buscó placeres, dinero y fama sin medida, que nunca
lograron llenar el vacío que llevaba por dentro; fue siempre un hombre “insatisfecho”.
Todo empieza a cambiar cuando, a sus 19 años, lee el Hortensio de Cicerón, y
empiezan a fascinarle los altos valores de los que habla la Obra, que marcan
el camino recto de la vida ((C.Acad. I, 5,13); enseñan el ejercicio de las
virtudes (cf.Ord. II,20,52), y conducen a una vida feliz (Cont. Acad.. I, 8,
23). Y se lanzó apasionadamente a la búsqueda personal de esos valores.
A la luz de su propia experiencia, definirá posteriormente los grandes
objetivos de una auténtica educación, que son los de la verdadera “Sabiduría”,
que implica “usar correctamente de las cosas temporales” (Trin. XII, 14,22),
como “medios”, y no como “Meta” de nuestra existencia:.
● Educar para la trascendencia.- Si la vida acaba y se estrella
irremediablemente con la muerte, no hay motivación convincente para
sacrificar los propios intereses y apetencias, en pro de los más altos
valores. Si crees “que no hay ninguna otra vida, son más felices que
nosotros los que hoy se encaminaron al anfiteatro” (In Ps. 147, 3).
● Educar para la Verdad: Para vivir la autenticidad, más bien que de
espejismos, falacias o apariencias; aprender a vivir verdaderamente, más
bien que “malvivir”. Por ello, “nuestra necesaria y gran tarea es buscar la
verdad” (Acad. III, 1,1). La verdad del hombre, del mundo, de la vida y de
Dios.
● Educar para la unidad y la comunión con los demás, en el respeto a las
diversidades. “Necesitamos de los demás para ser nosotros mismos”
(Com.Salm.125,13). Porque “si hay unidad hay pueblo; sin unidad hay
turbamulta” (Serm. 103,4).
● Educar para el amor: Porque el amor es la clave de la verdadera humanidad.
“Los hombres son lo que son sus amores” (Serm.96,1).- “Las acciones de los
hombres se valoran por su raíz, que es el amor (…): Ama y haz lo que quieras”
(Ep. Jo. VII, 8).
● Educar para la auténtica libertad.- Que no es tanto “libertad de-“obstáculos,
contrariedades y oposiciones, cuando “libertad para- vivir y expresar lo
mejor de nosotros mismos. “Sólo somos libres cuando somos dueños de la
propia voluntad” (Lib. Arb. III, 3,8).
En la Educación está en juego, no sólo la suerte de cada individuo, sino el
porvenir de la Sociedad.
4.- UNA MÍSTICA:
ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA DE LA EDUCACIÓN
La educación necesita una «mística»; concepto derivado del término “misterio”;
en referencia a las motivaciones y razones ocultas, y más profundas que dan
significado y coherencia a nuestra existencia. En otras palabras, una
“mística” no se queda en el “QUÉ”; sino que busca el “POR QUÉ” de lo que
pensamos, anhelamos y hacemos.
Hablar de “mística” es hablar de una “ESPIRITUALIDAD”: Una peculiar
configuración de valores, en torno a uno, o varios, que se constituyen en
centro, referente y factor de armonía de todos los demás. Su símil más
ilustrativo es la “CONSTELACIÓN”: Conjunto de estrellas y planetas que se
armonizan en torno a un SOL de excepcional magnitud, fuerza y consistencia.
Esta mística, o espiritualidad de valores educativos, conlleva el correcto
trazado de las coordinadas de nuestra existencia: De dónde vengo; hacia
dónde voy y para qué estoy. En otras palabras, la precisión del punto de
partida de mi vida, las metas últimas a las que se orienta, y el camino a
seguir para alcanzarlas.
Agustín de Tagaste ubicó su vida, por mucho tiempo, en coordenadas o
referentes equivocados. Pero buscó con afán y encontró, al fin, las
verdaderas coordenadas de su vida: De Dios vengo; hacia Dios me dirijo, como
destino final, y con Dios hago el Camino. “Tenemos Padre; tenemos Hogar;
tenemos Herencia. ¿Qué más podemos desear?.. ¡Somos hijos de Dios!”.(” (cfr.
In ps. 84, 9).
La Teología y la Antropología han funcionado comúnmente de manera separada.
De este modo, hemos oscilado históricamente entre un espiritualismo
desencarnado y un humanismo sin raíces. San Agustín hace antropología
teológicamente y hace teología humanísticamente. En otras palabras, su
teología es antropológica, y su antropología es teológica de manera
inseparable.
La educación agustiniana se fundamenta decididamente en una antropología
cristiana. A su luz Agustín percibe que el ser humano es portador de valores
eternos, porque llega a este mundo equipado de Dios mismo: de su impronta
trinitaria. El valor y dignidad de un ser humano no está en lo que ES en un
momento dado, sino en lo que está potenciado para ser y llamado a ser:
“¡Cuántas riquezas no oculta el hombre dentro de sí y, sin embargo, no
cava!” (In ps. . 76,9).
El viejo adagio latino rezaba que el ser humano llega a este mundo como un «vacío
existencial»: «tamquam tabula rasa in que nihil est scriptum». Para San
Agustín tal sentencia sería una media verdad: Cierta en lo que se refiere al
«hombre exterior», pero falsa aplicada al «hombre interior». Este llega a
este mundo, no como un vacío, sino como un «lleno potencial»; un potencial
viviente y dinámico de energías y valores, listo para ser dinamizado. Lo
llama Agustín «memoria interior» o «memoria espiritual», muy diferente de la
adquirida. En ella están, en concreto, el sentido de lo bueno y de lo malo;
de lo razonable y lo irrazonable; de lo verdadero y lo falso; de la bondad
del amor y la maldad del desamor (cf. Conf.X,9,16;12,19 y 14,21). ”¿Por
dónde y por qué parte han entrado en •mi memoria?. No lo sé. Porque cuando
las aprendí, no fue dando crédito a otros, sino que LAS RECONOCI EN MI ALMA,
y las aprobé por verdaderas y se las encomendé a ésta, como en depósito,
para sacarlas cuando quisiera. Allí estaban, pues, y aun antes de que yo las
aprendiese; pero no en la memoria. ¿En dónde, pues, o por que, al ser
nombradas, LAS RECONOCI y dije: «'Así es'»; «'es verdad'», sino porque ya
estaban en mi MEMORIA, aunque retiradas y sepultadas como si estuvieran en
cuevas muy ocultas, y tanto que, si alguno no las resucitara para que
saliesen, tal vez no las hubiera podido pensar”..-Conf X,X,17.
He aquí el objetivo de la educación: No tanto «meter» contenidos, sino
dinamizar; ayudar a emerger, sacar a flote lo que en el educando está ya
potencialmente.
5.- UNA DIDÁCTICA:
PEDAGOGÍA HUMANÍSTICA AGUSTINIANA
La educación bien podría ser catalogada entre las bellas artes. En la
verdadera educación están implicados, no sólo los contenidos, sino las
formas y actitudes. Educar es conducir al ser humano a su plenitud. Tarea
que implica ante todo sensibilidad, delicadeza, equilibrio y finura de
espíritu, cualidades que sólo florecen de una vocación auténtica. La clave
del éxito en la misión de educar está, no tanto en la calidad profesional
del maestro cuanto en su calidad humana. Muchos exalumnos seguirán
recordando con admiración al profesor lumbrera; pero confesarán que quien
marcó su vida fue el educador humano, que les brindó cercanía, cordialidad,
afecto, acompañamiento, estímulo y comprensión, y se les metió en el alma.
Actitud dialogante e interrogativa
Ningún ser humano puede ser considerado “objeto” de educación, sino “sujeto”
de la misma; lo que implica una actitud cordial y dialogante en el educador.
Porque “nadie es bueno, aunque sea bueno lo que hace, si lo hace por la
fuerza” (Conf. I,12,19). “El que persuade no obliga” (Serm. De la
Mont.1,12,34).
Por ello, Agustín considera la autoridad, la disciplina, los controles y
exigencias, ciertamente necesarios, como preámbulos de la educación . Esta
comienza realmente cuando se logra que el alumno asuma el protagonismo de su
educación: “La autoridad es la puerta de la educación. Una vez que el
educando ha entrado en ella, él mismo irá desentrañando por su propia
comprensión, los principios que la autoridad le ha dispensado” (De Ord.II,
26).
Educación afectiva
No hay metodología educativa que pueda superar a la metodología del amor y
la amistad sinceros. La educación efectiva es la educación afectiva. Y en
ésta, antes de pretender que el educando se eleve al nivel de los
conocimientos y convicciones del Educador, éste sabe abajarse al nivel de la
realidad y condición del educando. “Si a un niño se le alimenta en
proporción a su capacidad, se le va disponiendo para tomar más y más según
su crecimiento; pero si se le da más de lo que permite su capacidad,
perecerá antes de desarrollarse” (Ciud.de Dios, XII, 15,3).
A San Agustín le agrada llamarse a sí mismo “condiscípulo” (Cf. Sermón 242,
11; Sermón 291, 1). Nadie puede educa bien si no se interesa y comparte los
sentimientos, anhelos y problemas de los alumnos. Su didáctica queda
sintetizada en su plegaria del educador:
Sois el campo que cultiva Dios:
Exteriormente, acoged al que, en vosotros planta y riega.
Interiormente, recibid al que os da el crecimiento.
Los inquietos necesitan corrección;
Los pusilánimes necesitan ser acogidos;
Los contradictorios, ser convencidos;
Los enemigos, ser reconciliados;
El ignorante, ser enseñado;
El perezoso, ser estimulado;
El obstinado, ser contenido-,
El soberbio, ser puesto en su lugar;
El desesperado, ser alentado.
Aquellos que buscan compensaciones legales,
necesitan ser aplacados.
El pobre necesita ayuda;
El oprimido, liberación.
El bueno, aprobación;
El malo, condescendencia.
Y todos necesitan ser amados.
En esta variada y múltiple misión,
ayudadnos con vuestra plegaria y vuestra docilidad;
para que así nuestro gozo consista,
no tanto en mandaros, cuanto en servimos. (Serm.340, l).
6.- UNOS DESAFÍOS
LA SIEMBRA CONTRAEDUCADORA DE LA FAMILIA,
LA SOCIEDAD, EL AMBIENTE.
La educación es la primera y más decisiva «siembra» del hombre futuro. Las
modernas psicologías han puesto en evidencia que es en las primeras etapas
de la vida (niñez, adolescencia, juventud), donde se «acuña» la personalidad
humana, de manera difícilmente reversible. Y entre todas ellas, la más
determinante es la etapa familiar, en la que el niño es receptivo y
moldeable.
San Agustín es un testimonio histórico del impacto decisivo de la educación
familiar, en la que se mezcló el impacto de una padre pagano y una madre
cristiana; y Agustín comenta: “lo que evitó mi perdición fueron las
ardientes súplicas y las fieles y cotidianas lágrimas de mi buena madre?”
(D. Persev., 20,53). Por otra parte, estuvo la influencia de la pandilla, la
sociedad y el ambiente estudiantil: Agustín mismo testimonia su propia
sustitución del hogar familiar por el de la pandilla, y lamentará sus
consecuencias (Cf. Confesiones, II, 4 y 9: El robo de unas peras). Y más
tarde: “A mi alrededor bullía un hervidero de amores impuros” (Conf. III,
1,1).
Afortunadamente, Agustín conoció también, en su itinerario humano, un largo
listado de personas honestas que, ejercieron una auténtica labor educativa y
le condujeron al reencuentro consigo mismo y con Dios. Neutralizar los
impactos negativos de la familia, la sociedad y el ambiente, es misión
prioritaria de la educación.
7.- UNA VOCACIÓN:
MOTIVACIÓN E INTERÉS EN LA MISIÓN EDUCATIVA
Para educar se necesita, ante todo «Vocación». La verdadera educación dimana
más del corazón que de la cabeza. También en este tema, Agustín hablará
desde su propia experiencia contrastada: Por muchos años él ejerció el
profesorado por simples intereses personales: el prestigio, la posición
social y el dinero. Más tarde descubrirá, también por experiencia, que solo
se educa verdaderamente desde el amor gratuito, más allá de todo interés
creado. Una misión es vocación cuando algo nos apremia desde dentro, a vivir
unos valores o realizar una tarea, en los que se cree, a los que se ama, y
por los que uno siente que merece la pena sacrificar y gastar la propia vida.
Para San Agustín la vocación del educador queda definida por la motivación
última que impulsa y mantiene su misión. Su constatación de que "Muchos
enseñan la verdad sin honestidad; porque la venden por la recompensa de las
comodidades de este mundo".(In ps. 11,7), denuncia lo contrario de una
vocación. No porque la actividad educativa no amerite un sueldo, sino porque
el sueldo se convierte en la motivación decisiva de la misma. La expresión
literal de Agustín es: “Praedicant veritatem «non caste»” (no castamente),
sino con una motivación «adulterada»: Asumen la misión educativa, no porque
le interesen demasiado los alumnos y su educación, sino porque necesitan
dinero.
Abraham Maslow define, en cambio, al educador que vive su misión con estas
palabras: “La suerte más hermosa, la más maravillosa buena fortuna que puede
acontecer a un ser humano, es que le paguen por hacer aquello que ama
apasionadamente”. (El hombre Autorrealizado).
8.- EN COMUNIDAD EDUCATIVA
El concepto de «comunidad educativa» es un importante y decisivo tema de
actualidad. Para San Agustín esta utopía estuvo fuera de época. Pero él fue
un hombre cordialmente comunitario, y hoy lo suscribiría con entusiasmo. En
su etapa de profesorado, hubo sin duda un «Proyecto Académico», que implicó
a profesores y alumnos; pero no nos consta que hubiera un «Proyecto
Educativo» propiamente tal, que implicara a educadores, educandos, padres de
familia y personal no docente.
Posteriormente, él vivió este sentido comunitario con sus discípulos,
estimulando el protagonismo activo de los mismos en su propia educación,
declarando su disposición no sólo a enseñar, sino a aprender de los mismos
discípulos, porque en realidad “en la escuela del Señor todos somos
condiscípulos” (Serm.242,1).
UNOS MANUALES
OBRAS DE SAN AGUSTÍN MÁS ESPECÍFICAMENTE EDUCATIVAS
El concepto y praxis educativos de Agustín se reflejan en buena parte de sus
obras, cartas y sermones, independientemente del tema que en ellas se aborde.
Pero en algunas son específicamente educativas. Son ellas:
1.- LOS DIÁLOGOS DE CASICIACO
Durante los seis meses de su retiro en la finca de Casiciaco (septiembre
386-Abril 387), Agustín dialoga ampliamente con los discípulos y amigos que
le rodean sobre diversos temas educativos, y los pone por escrito. Así lo
declara en sus Confesiones: “Mis actividades literarias, puestas ya
enteramente a tu servicio (…), quedan atestiguadas en los libros producto de
las discusiones con mis amigos presentes, y conmigo mismo a solas en
presencia tuya” (Conf. IX, 4,7). Estas primeras obras, son:
= Contra los Académicos.- En la que, a la luz de la fe cristiana y la
solidez de sus certezas, busca desmentir el escepticismo y relativismo de
los intelectuales de la Academia.
= Sobre la Vida Feliz.- En la que aborda el gran tema de dónde y cómo el
hombre puede ser feliz.
= Sobre el Orden.- En la que expone la unidad, armonía y mensaje que
resplandecen en la naturaleza y el Universo.
= Los Soliloquios.- En los que, en diálogo con la Razón, busca aclararse
“qué debo hacer y qué debo evitar”.
2.- DE MAGISTRO (EL MAESTRO)
Ya bautizado (abril 387), Agustín se ocupa de la correcta educación de su
hijo Adeodato, que reya los 16 años. Con él mantiene unos diálogos, con los
que redacta su obra “EL MAESTRO”. Y testifica que “las sentencias que allí
se ponen en boca de mi interlocutor son realmente de mi hijo…, que superaba
en ingenio a muchas personalidades renombradas y doctas” (Conf. 9,6,14).
En esta obra Agustín deja en claro tres cosas importantes:
Que las palabras, procedan de quien procedan, de por sí nada enseñan.
Porque las palabras son “signos”; y no es lo mismo el signo que la realidad
significada.
Se educa realmente no el que “aprende”, sino el que “comprende” y descubre
por sí mismo.
Que el discípulo se educa en la medida en que enciende su propia luz
interior; no en la medida en que aprende y memoriza, sino en la medida en
que “comprende”.
Que esa luz interior es el verdadero y único Maestro. Y esa luz es el
resplandor del “Verbo de Dios que ilumina a todo hombre que viene a este
mundo”, y que es Cristo Jesús.
En consecuencia, es necesario saltar “De lo exterior a lo interior; de lo
interior a lo superior”, que es el auténtico método educativo.
3.- DE CATECHIZANDIS RUDIBUS
(CATEQUESIS DE PRINCIPIANTES)
Esta obra salió de la pluma de Agustín a instancias de un diácono Deogracias,
de Cartago, que no se sentía satisfecho en su labor de catequista con los
catecúmenos que daban los primeros pasos en el conocimiento de la fe
cristiana. Pide a Agustín por eso, en una carta, que le dé algunas normas
prácticas para el desempeño de este ministerio. Agustín le contesta con esta
obra que, si bien aplicada a la catequesis cristiana, es un modelo único de
pedagogía educativa. La escribe entre los años 400 y 405, en torno a sus
46-51 años de edad.
La obra consta de dos partes. En la primera Agustín expone una serie de
normas prácticas para abordar las diversas situaciones problemáticas con que
se encuentra el catequista-educador. En la segunda expone, a modo de
ejemplos prácticos de catequesis, un coherente compendio de la doctrina
cristiana para principiantes.
“El tratamiento que ofrece Agustín en su método catequético nos sorprende
por su agudeza y competencia magistrales. Los problemas psicológicos y
didácticos…, que Agustín toca en su tratado, podemos afirmar que nos parece
estar frente a un compendio de la más moderna problemática educativa” (José
Oroz Reta).
4.- SOBRE LA DOCTRINA CHRISTIANA
Escribe Agustín esta obra poco después de ser consagrado obispo, en torno a
sus 43 años de edad. Pero no concluye su última parte sino treinta años más
tarde. Fue muy probablemente dedicada a la formación de los sacerdotes,
particularmente de su propia comunidad clerical de Hipona.
El tema, como el mismo título indica, es la exposición de la Doctrina
Cristiana, basada en la Biblia. Es particularmente importante su método,
fundamentado en la distinción entre los “signos” y las “realidades
significadas”. Y entre los “valores-medio” y los “valores-meta”; en su
expresión “bienes para usarlos y bienes para amarlos”, que muy
generalizadamente se identifican.
HACIA UN PROYECTO DE PASTORAL EDUCATIVA
Agustín desarrolló, en su praxis y escritos, un formidable Proyecto
Educativo, en perfecta armonía con la Fe Cristiana, que cambió su vida.
Característica que ha de marcar nuestra identidad de Educadores Agustinianos.
En nuestro tiempo, sin embargo, la educación en clave de trascendencia y de
los valores cristianos, se confronta, en mayo o menor grado, con la
orientación de los sistemas educativos oficiales, las tendencias ambientales
y los intereses primordiales de los padres de familia, y aun de los mismos
alumnos. Se hace imperativo, por ello, un Proyecto de Pastoral Educativa
claramente definido.
Muy en sintonía con San Agustín, otros autores declaran:
1.- "Las naciones marchan hacia el término de su grandeza, con el mismo
paso con que camina la educación" (Rojas, A).
2.- "Abrid escuelas para cerrar prisiones" (Victor Hugo).
3.- “Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”.-(Pitágoras).
4.- “La conciencia es la voz del alma; las pasiones son la voz del cuerpo”
(Jean-Jacques Rousseau).
5.- “No hay ningún viento favorable para el que no sabe a qué puerto se
dirige”. (Schopenhauer)
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