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POR LAS HUELLAS DEL BEATO ELÍAS

P. Francisco Galende,osa.


Me cupo en suerte, gracias a la gentileza del P. Efraín Gutiérrez, peregrinar por las huellas del Beato Fr. Elías del Socorro Nieves, el sábado 14 de Noviembre de 1997.Llegamos a la Cañado de Caracheo en una mañana de sol radiante, que dejaba en alto relieve la belleza del cerro Culiacán, en cuyas faldas se asienta esta bella aldea, de unos siete mil habitantes.

Interior del Templo de la Cañada de Caracheo

Interior del Templo de la Cañada de Caracheo

El encumbrado cerro del Culiacán, perfectamente cónico, presidiendo la extensa campiña guanajuatuana, considerada por tiempo inmemorial, el granero de México, y de tantas y tan profundas huellas agustinianas, me recuerda el Monte Tabor, cono truncado que preside la amplia y rica llanura de Galilea. Nos sorprende y emociona encontrar al pueblo profusamente engalanado con colgantes de colores en todas sus calles, decenas de fotografías del P. Nieves entre los adornos y en las portadas o paredes de numerosas casas, ambiente cálido de la fiesta en la que, el reciente 10 de noviembre, el pueblo exaltó jubilosamente la gloria de su beatificado cura Fr. Elías del Socorro. Fiesta de La Cañada en pleno, coparticipada por numerosos grupos de los pueblos vecinos y por 150 sacerdotes.

Nuestra conversación con sus sencillas gentes, nos dejó en claro la veneración y fervor emocionado con que todos miran, y algunos, ya viejitos, recuerdan al cura Fray Elías, que sigue siendo, afirman, nuestro ángel, y cumplió fielmente su promesa en los días defíciles, de "no les abandonaré ni vivo muerto". El día del traslado de sus restos, que aparecieron íntegros en su primitivo panteón, se estremecieron y resonaron, nos cuentan, al entrar en su iglesia, la pequeña y acogedora iglesia parroquial, de hermosas arcadas románicas, que Fray Elías mismo remodeló y de la que violentamente fue arrancado. Su presencia, sin embargo, sigue viva en todos sus rincones.

No nos fue menos impactante la segunda etapa de nuestra peregrinación: La amplia cueva, a dos kilómetros del pueblo monte adentro, donde Fray Elías vivió catorce meses, rehuyendo la orden de ser trasladado a la Capital.Cueva corvertida en capilla, a la que iban afluyendo sus fieles, en régimen de catacumba, para asistir a la santa misa, confesarse y comulgar, bautizar a sus hijos y vivir su fe.Un buen grupo de personas acampan dentro y fuera de la cueva, algunos compartiendo ya su lunch, y vueltos elocuentes a nuestra llegada, para hablarnos de su cura Fray Elías. Particularmente elocuente la viejita que afirma haberle conocido cuando ella tenía doce años y se desata en referirnos, emocionada, sus recuerdos. Asoman las lágrimas a sus ojos al contarnos de la desaparición de su hijita de cuatro años, sus gritos de angustia invocando al P. Elías del Socorro, y la llegada sorpresiva de un joven con lentes, que la tranquiliza diciéndole que él se la va a traer. -"¿Cómo me la vas a traer, le dice, si tú no la conoces? -No se preocupe, le contesta, sí que la conozco: tiene un vestidito morado, ¿verdad?" Y,en efecto, pocos minutos después llegó con ella, se quedó en el umbral de la puerta unos momentos, e instantaneamente desapareció! Y nuestra viejita no titubea en afirmar que Fray Elías en persona acudió en su socorro.Con la misma emoción, nos recordaba la anécdota de los blanquillos, siendo ella niña: El P. Elías llegó a su casa pidiendo la limosna, y su madre le rogó que esperara a que su marido, que había ido a vender la carreta, regresara para poder darle algo. -No, respondió el P. Elías: ahí en el cuarto de al lado tienes un guaje (recipiente) con unos blanquillos (huevos); dámelos para llevármelos. Quedaron sorprendidos de cómo Fray Elías pudo saber que tenía tales blanquillos en el guaje.

Otros consideran un verdadero milagro que los hacendados del monte circundante accedieran a regalar una parte de su propiedad para trazar el camino que permitió el acceso a la cueva en auto, en la fiesta del día 10 pasado, y nos permitió a nosotros mismos llegar en auto a la misma.Vistosos colgantes de colores cruzan todavía el valle, a la altura de la cueva, desde la que se divisa una hermosa panorámica de La Cañada de Caracheo. Otros, por fin, nos señalan, monte adentro, la hacienda de San Pablo, donde vivían los hermanos Jesús y Dolores Sierra, de 28 y 21 años respectivamente, en cuya casa fue detenido el Padre y ellos mismos, que por negarse a abandonarlo, pese a ofrecérseles la libertad, fueron asesinados antes que él. Testimonio formidable de una fe y fidelidad a toda prueba, en lo mejor de sus vidas.

La etapa final de nuestra peregrinación fue el lugar preciso del martirio de Fray Elías. Carretera de La Cañada de Caracheo a Cortazar, pasamos por el vecino pueblo de San Nicolás de la Guaira, igualmente engalanado por la recienteelias1.jpg
(19024 bytes) fiesta. Y a dos kilómetros apenas de Cortazar, una pequeña capilla conmemorativa abraza el viejo tronco del mezquite (especie de acacia de madera roja y dura, muy cotizada en carpintería), junto al cual fue martirizado Fray Elías, a escasos cinco metros de la actual carretera.Un pastor, todavía niño, oculto a poca distancia, fue testigo secreto del martirio. En la cueva se nos había ya advertido que encontraríamos ese tronco seco y pelado por la devoción voraz de tantos fieles, que quisieron llevarse una ramita de este privilegiado y mudo testigo de un martirio. Un pequeño altar, delante de la capillita, preside el triángulo de asientos rústicos, que acogen a los numerosos peregrinos. Y como en los lugares anteriores, numerosos exvotos testimonian otras tantas curaciones y favores rebidos del Beato Fray Elías del Socorro.

La Iglesia Oficial proclamó beato a Fray Elías del Socorro el 12 de Octubre de 1997. El pueblo fiel le había "canonizado" ya desde el mismo día de su martirio, el 10 de Marzo de 1928. Desde entonces, ininterrumpidas peregrinaciones han ido desfilando por los lugares que dejaron consagrados su vida y su muerte. El militar, ejecutor de su martirio, capitán Manuel Márquez Cervantes, dejó escapar el mejor testimonio: "El P. Nieves murió como un héroe y como un santo". En jerga militar y mexicana, más gráfica: "Murió como un macho mexicano&;quot;: entero, sereno, sin temor a la muerte. Ya anciano, y hace pocos años, accedió a entregar el reloj, las lentes y pertenencias que el mismo Fray Elías le regaló inmediatamente antes de morir. Pero ignoramos por qué motivos, o por qué secreto aprecio, se negó reiteradamente a entregar la cobija que el Padre le donó. ¿Quería acaso sentirse "cobijado" por la cobija del Padre, que él mismo asesinó? "Esto me salvará", se le oyó decir.

Regresamos de nuestra peregrinación por los huellas del beato Fr. Elías del Socorro, en la convicción de haber realizado el mejor retiro espiritual, fuertemente incitador a la meditación y al autocuestionamiento.