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Contenidos del Boletín:

Acta de la Reunión de la Directiva

Tema de Retiro para las Comunidades

Carta del Prior General

Noticias del Consejo General

Convocatorio del Equipo de Animación

Instituto de Espiritualidad Agustiniana

Cuaderno de Trabajo: Encuentro de Formadores

 

CARTA DEL PRIOR GENERAL

SOMOS SERVIDORES DE LA IGLESIA

CARTA A LOS HERMANOS Y HERMANAS
DE LA ORDEN

2005: SEGUNDO AÑO DEL JUBILEO AGUSTINIANO

SÉPTIMO CENTENARIO DE LA MUERTE DE SAN NICOLÁS DE TOLENTINO

450° ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA



En este segundo año del Jubileo Agustiniano, de acuerdo con el espíritu del lema elegido: "recordamos, celebramos, creemos", deseo invitar a todos los miembros de la Orden de San Agustín a reflexionar juntos, recordando con gratitud las bendiciones recibidas del Señor en el transcurso del primer año jubilar, durante el cual hemos recordado los 1650 años del nacimiento de San Agustín, y teniendo presentes los diversos temas que han sido propuestos para este año, en el que celebramos el séptimo centenario de la muerte de San Nicolás de Tolentino y también los 450 años de la muerte de Santo Tomás de Villanueva.
"Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de vosotros, rogando siempre y en todas mis oraciones con alegría por todos vosotros a causa de la participación que habéis tenido en el Evangelio, desde el primer día hasta hoy; firmemente convencido de que, quien inició en vosotros la buena obra, la irá consumando hasta el día de Cristo Jesús" (Fil 1,3-6). Durante el año 2004, el primero del Jubileo, la invitación a recordar y celebrar el nacimiento de San Agustín ha sido acogida con gran entusiasmo en muchos lugares de todo el mundo. Se organizaron numerosas actividades: conferencias académicas y seminarios; celebraciones litúrgicas y momentos de oración; expresiones culturales como obras de teatro, música y pintura; y hubo momentos de profunda reflexión y de diálogo sobre la importancia del pensamiento y de la espiritualidad de San Agustín en el mundo de hoy. Hemos tenido igualmente la oportunidad de vivir la experiencia de la unidad fraterna de nuestra Orden. Y creo que es preciso subrayar también el hecho de haber realizado esta celebración, como familia agustiniana, conjuntamente con los miembros de las diversas congregaciones que comparten con nosotros la espiritualidad agustiniana; dando de esta forma un valioso testimonio de unidad agustiniana.
Como signo concreto del compromiso de profundizar en nuestra fe y como fruto de nuestras celebraciones, hemos promovido en toda la Orden algunos proyectos puntuales, sobre todo en relación con la "opción por África" asumida en el último Capítulo General Ordinario (2001). Hemos recibido muchas contribuciones económicas, que han hecho posible ofrecer ayuda a los pobres y las víctimas del sufrimiento de poblaciones afectadas por la situación de extrema pobreza y enfermedad. Una vez más queremos agradecer a las personas y comunidades que han colaborado para que la Orden pudiera realizar algunas iniciativas, como el centro para enfermos de SIDA de Babadogo (Kenya) y el proyecto de construcción de la nueva casa internacional de formación de Nairobi (Kenya), así como la construcción de una nueva escuela en Abuja (Nigeria).

I. El año 2005 - "Somos servidores de la Iglesia"
El segundo año del Jubileo gira en torno a dos figuras muy importantes dentro de la historia de la Orden: San Nicolás de Tolentino y Santo Tomás de Villanueva. Dos grandes modelos de santidad y de servicio a los hermanos, cuyo ejemplo nos estimula hoy también a ser servidores de la Iglesia y servidores de los pobres.
a. San Nicolás de Tolentino
Recordamos este año el 700 aniversario de la muerte de San Nicolás de Tolentino, el 10 de septiembre de 1.305. Nicolás, el primer agustino canonizado (y el único durante muchos años, lo que explica en parte la gran devoción tributada a este santo en todo el mundo durante los primeros siglos de existencia de la Orden), es verdaderamente un modelo de vida religiosa humilde y fraterna, y un ejemplo vivo de cómo compaginar armoniosamente las dos dimensiones, contemplativa y activa, de nuestro estilo de vida. Son muchos los aspectos de la vida de San Nicolás en los que podríamos fijarnos para nuestra reflexión, pero en el contexto de la celebración jubilar queremos subrayar los siguientes: Nicolás como hombre de oración, totalmente dedicado al bien de la comunidad, e incansable en su labor apostólica.
Fue San Nicolás un religioso que supo cómo comprometerse plenamente tanto en un camino de búsqueda de la santidad como en el testimonio de la vida comunitaria. Al mismo tiempo, fue capaz de realizar su propio camino, caracterizado por una radicalidad poco común. Era siempre el primero en hacerse presente en los actos comunitarios de oración, a pesar de sus múltiples actividades pastorales que con frecuencia le obligaban a salir del convento para visitar a los enfermos, a los pobres, y a las familias de Tolentino. Era humilde y estaba siempre dispuesto a responder a las necesidades de su comunidad, incluso yendo a pedir el pan necesario para sus hermanos.
Más digna de destacar aún es la dedicación de San Nicolás al ministerio sacerdotal, considerando que una parte no pequeña de los grupos de ermitaños que fueron congregados en la Gran Unión de 1256 se resistieron con fuerza a cambiar de lugar sus conventos, trasladándolos de los lugares solitarios de los eremitorios a dentro de los muros de las ciudades, para poder así dedicarse a la actividad pastoral. Por el contrario, Nicolás no vio ninguna contradicción en unir -como ya lo hiciera el mismo San Agustín- las exigencias de la vida eremítico-religiosa con las del trabajo pastoral. Porque Nicolás era muy consciente de que una dimensión servía de apoyo a la otra. La oración y la vida común le ayudaron a estar siempre generosamente al servicio de los demás en su ministerio pastoral. Y el ejercicio de ese ministerio le llevó continuamente a un mayor compromiso ascético y espiritual. Su apostolado sacerdotal tenía características que resultan extraordinariamente modernas y actuales: opción por los pobres, preocupación por los enfermos, atención especial a las familias, sensibilidad por la situación desfavorable de la mujer en la sociedad de su tiempo…Nicolás no sólo encontraba tiempo para visitar enfermos y familias pobres o en crisis, para animarles y ofrecerles el apoyo de su amistad, su solidaridad , su oración , y sobre todo de la Palabra de Dios. Era también un efectivo promotor de la justicia social, la solidaridad concreta, la reconciliación y la paz.
Reprendía y corregía a los hombres que maltrataban a sus mujeres. Visitaba las casas de los ricos para recordarles las exigencias del Evangelio y defender la causa de los pobres. Precisamente, era con los más pobres con quienes le gustaba estar y desarrollar amorosamente su solidaridad. De hecho, llegó a desarrollar una eficiente organización caritativa, formada por personas a quienes el mismo Nicolás había convencido para que le ayudasen en sus obras a favor de los más necesitados. Y así, ayudaba a todos los pobres de Tolentino. Les daba todo cuanto recibía de los fieles, y pedía al prior del convento que invitase a comer a algún pobre con su comunidad. Persuadía también a los más económicamente acomodados para que fuesen generosos.
Hoy, San Nicolás de Tolentino nos ofrece por consiguiente un modelo de vida que nos recuerda los elementos básicos de nuestra propia vocación: la consagración de nuestra vida a través de los consejos evangélicos; la oración; la vida común; y la dedicación al apostolado.

b. Santo Tomás de Villanueva
Se cumple igualmente este año el 450 aniversario de la muerte de Sto. Tomás de Villanueva (+1555), otra de las grandes figuras de nuestra Orden, en quien sin duda podemos igualmente encontrar un modelo de espiritualidad y santidad.
Entre los santos agustinos, Tomás de Villanueva es seguramente uno de los más parecidos al mismo San Agustín incluso en los detalles concretos de su biografía. Después de una experiencia universitaria llena de éxitos, como alumno y como profesor, decide a la edad de 30 años consagrarse totalmente al servicio de Dios y de su Iglesia en el famoso convento agustiniano de Salamanca (España). Desarrolla dentro de la comunidad una admirable labor como superior y formador, animando la vida religiosa y preparando para la profesión y el sacerdocio a numerosos hermanos, varios de los cuales - como ocurriera ya en aquellas primeras comunidades agustinianas de Tagaste e Hipona - servirían más tarde a la Iglesia en el ministerio episcopal, tanto en España como en América. Fomentó los estudios - el convento de Salamanca fue en su época un importante centro de Estudios de la Orden - y ejerció él mismo el magisterio en Artes y Teología, escribiendo numerosos tratados y obras de rico contenido teológico y espiritual.
Desde su ordenación sacerdotal, destacó por su celo pastoral y su dedicación al ministerio de la Palabra. Siempre al servicio del pueblo de Dios, y especialmente preocupado por los más pobres y por los jóvenes universitarios, entre los que suscitó numerosas vocaciones religiosas y sacerdotales como fruto de su presencia y su predicación. Fue designado predicador del Emperador Carlos V, que siempre que podía acudía a sus sermones y con frecuencia solicitaba sus consejos. Después de rechazar la sede de Granada, ante la insistencia de Carlos V y por obediencia a sus superiores, fue consagrado Arzobispo de Valencia - diócesis que se encontraba en estado crítico, después de un siglo sin obispo residencial - y allí gastó los últimos años de su vida en un intenso servicio a la Iglesia en el ministerio episcopal. Un ministerio caracterizado por la humildad, la caridad, el esfuerzo por la reforma del clero y la vida cristiana, y la preocupación por la evangelización de los más alejados (el pueblo pobre y los "moriscos").
Son muy conocidos algunos de los hechos más significativos de la vida de Santo Tomás de Villanueva, como su pobreza personal hasta el punto de morir en una cama prestada, sus limosnas a los más pobres y sus interpelaciones a los ricos con palabras tan parecidas a las de los sermones de San Agustín, su decisión como Provincial de enviar a los primeros agustinos misioneros al "Nuevo Mundo" (México 1533)…
La celebración del Jubileo Agustiniano se enriquecerá en la medida en que recordemos, celebremos e incorporemos a nuestra experiencia de fe las características principales de la figura de santo Tomás de Villanueva: religioso ejemplar, servidor de la Iglesia, estudioso (es patrono de los estudios de la Orden) y modelo de compromiso pastoral, obispo humilde y dedicado al servicio de los pobres, consciente del desafío de la evangelización y capaz de responder a las exigencias de la misión y los signos de los tiempos…

II. Algunos elementos concretos
Desde la convocatoria del Jubileo Agustiniano, hemos insistido en que no se trata sólo de recordar el pasado o de celebrar ostentosamente unas fechas, sino de alimentar nuestra fe y nuestro compromiso de vida, también con gestos concretos y significativos. Ya decía N. P. San Agustín que las fiestas de los santos no deben servirles a ellos sino a nosotros, y que lo importante es dejarnos interpelar por el ejemplo de su vida (cfr. Serm. 325,1). Quisiera por eso, haciendo memoria de la vida y el testimonio de San Nicolás de Tolentino y Santo Tomás de Villanueva, señalar algunos puntos concretos sobre los que podrían centrarse las diversas actividades que sin duda organizaremos este año.
Agustinos llamados a la santidad
El religioso está llamado a evangelizar antes por lo que es que por lo que hace. Esta es una afirmación fundamental de la teología actual de la vida consagrada, que desde su dimensión profética debe hacer realidad el gran principio de que la evangelización comienza siempre por el testimonio (cfr. Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 21).
Suele decirse que hoy la gente está cansada de palabras y necesita más de testigos que de maestros. Algo que no es nuevo en la Iglesia…De hecho, nuestros santos han sabido encarnar desde siempre esta necesaria coherencia entre lo que decían y lo que hacían, entre su fe y su vida.
La santidad agustiniana, como forma de seguimiento de Cristo o estilo de vivir el Evangelio, es en este sentido extraordinariamente actual. Una santidad a la vez comunitaria y apostólica; lo que implica servir al pueblo de Dios desde la comunidad y como comunidad, desde la profundidad de nuestra interioridad, dando testimonio de la santidad de Dios con nuestro apostolado.
Este es nuestro carisma, este es nuestro don y también nuestro desafío, en este momento clave de renovación de la vida consagrada. El año 2005 puede por eso ser una excelente ocasión para participar y comprometernos en los diversos procesos -locales o globales- de renovación y revitalización de nuestra vida y actividades que están en marcha en diversas circunscripciones de la Orden.

La acción pastoral en la Orden
La evangelización, el apostolado, la acción pastoral en sus diversas formas, es inseparable de la vida consagrada: "somos servidores de la Iglesia" (De op. mon. 29,37), nos recuerda el lema del Jubileo agustiniano para el año 2005.
La Iglesia de América Latina (cfr. Doc. de Santo Domingo,30), en relación con el proyecto pastoral de la "nueva evangelización", que Juan Pablo II lanzara para toda la Iglesia universal, ha insistido especialmente en la necesidad de "conversión pastoral", es decir, de que la deseada conversión y renovación alcance también el ámbito de la acción pastoral (lo que hacemos tiene mucho que ver con lo que somos y vivimos). Y el Capítulo General del año 2001 nos invitó a asumir nuevos ministerios, nuevas maneras de ejercer nuestros ministerios tradicionales, y nuevas iniciativas de evangelización más de acuerdo a la realidad del mundo de hoy (cfr. CGO 2001, B 2,5). Nos urgía así a recordar la apremiante interpelación ya realizada por el Capítulo General Intermedio de 1998: "si la acción pastoral no está basada en el estudio, ni los evangelizadores ni los evangelizados podrán comprender el contenido del mensaje y las exigencias de las diversas situaciones" (CGO 2001, A-5).
Este año 2005 nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre este punto tan importante de nuestra vida, organizando congresos, conferencias o cursos de formación permanente sobre la acción pastoral. Así podremos profundizar más en la dimensión eclesial de nuestra vida, y afrontar mejor los retos que hoy se presentan a la evangelización. También es necesario que subrayemos las exigencias del carisma agustiniano en la acción pastoral (sentido comunitario, mayor integración de la dimensión contemplativa y apostólica de nuestra vida). El proceso actualmente en marcha de estudio personal y comunitario de nuestras Constituciones, en general y específicamente en relación a este tema, podrá también enriquecernos en este sentido.


Apostolado social
La promoción humana es una dimensión esencial de la evangelización. La defensa de los derechos humanos y la promoción de la justicia y la paz son inseparables del anuncio creíble del Evangelio y de la construcción del Reino en el mundo (cfr. Evangelii nuntiandi, 29-31).
Respondiendo a un claro signo de los tiempos, "la Orden necesita implicarse más en la defensa de los derechos humanos y en la promoción de una cultura de la solidaridad a todos los niveles" (CGO 2001, B-7), reforzando la dimensión social de la evangelización y la opción preferencial por los pobres: la presencia de la Orden en las Naciones Unidad tiene como objetivo actuar más eficazmente en estos campos (CGO 2001,B-8ss.)
Durante este año, invito a todos los hermanos de la Orden a renovar, promover e intensificar el servicio a los más pobres, y a participar en las diversas actividades organizadas en el área de Justicia y Paz (v. gr. en la Campaña contra el Hambre y en el Encuentro internacional para Coordinadores de Justicia y Paz, del 20 al 24 de junio de 2005). Además, estamos llamados a fortalecer nuestro compromiso misionero y la causa de África. En relación con este último punto, quiero de nuevo agradecer la generosa respuesta que estamos recibiendo para los diversos proyectos sociales llevados a acabo en el Continente africano.

III. Conclusión
Promover una mayor integración de las dimensiones contemplativa y apostólica de nuestra vida, renovar nuestra dedicación al servicio de los pobres; y, especialmente, continuar nuestro compromiso de promover la causa de África: he aquí algunos pasos concretos que podemos dar este año para que el Jubileo continúe dando sus frutos, para nuestra conversión personal y comunitaria, a través de las actividades que pueden ser programadas en cada una de las circunscripciones de la Orden.
Con esta esperanza, invocando de nuevo la intercesión de N. P. San Agustín, de San Nicolás de Tolentino y de Santo Tomás de Villanueva, pido que todos nosotros, hermanos y hermanas agustinos, seamos bendecidos con la misma generosidad y entrega que inspiró a nuestros santos para gastar su vida como "Servidores de la Iglesia".

Roma, 28 de febrero de 2005
Prot. 73/2005


Robert. F. Prevost
Prior General O. S. A.