logotipo de OALA

Contenidos del Boletín:

Acta de la Reunión de la Directiva

Tema de Retiro para las Comunidades

Carta del Prior General

Noticias del Consejo General

Convocatorio del Equipo de Animación

Instituto de Espiritualidad Agustiniana

Cuaderno de Trabajo: Encuentro de Formadores

RETIRO COMUNITARIO
CON OCASIÓN DEL
JUBILEO AGUSTINIANO:
SAN NICOLÁS DE TOLENTINO
"Somos siervos de la Iglesia"
(El trabajo de los monjes, 29,37)


ORACIÓN PARA JUBILEO AGUSTINIANO

Este año se celebra el 700 aniversario de la muerte de San Nicolás de Tolentino, primer santo agustino canonizado. Durante este año, bajo el lema: "Somos siervos de la Iglesia" estamos invitados a reflexionar sobre el Apostolado Social y nuestra Opción por los Pobres. Al iniciar esta reflexión podemos preguntarnos: ¿Qué tiene que ver nuestra acción pastoral, nuestra actividad evangelizadora, con la promoción humana?

I. MODELO DE SANTIDAD: SAN NICOLÁS DE TOLENTINO

Presentamos en esta biografía de San Nicolás de Tolentino (de la biografía de San Nicolás por Pablo PANEDAS ) los aspectos fundamentales de una vida dedicada a la comunidad, a los más necesitados y a la oración.
" 1245 Nace en Sant'Angelo in Pontano (Italia)
" 1256 "Gran Unión": constitución de la Orden de San Agustín
" 1257 Nicolás entra como interno en el convento agustino de su pueblo
" 4 marzo, 1261 Tras hacer el noviciado, profesa como agustino
" 1269 Ordenación sacerdotal. Durante seis años se dedica, seguramente, a la predicación
" 1275 Es destinado como conventual a Tolentino. Aquí permanecerá hasta su muerte.
" 10 septiembre 1305 De madrugada, fallece santamente
En la tradición agustiniana, san Nicolás ha quedado como el hijo más grande de san Agustín y el más parecido a él, justamente por su carácter afable y su exquisito trato de caridad. En esto coinciden los testimonios; todos ellos los reducimos a uno, de frases sencillas pero especialmente densas: "Era caritativo y comprensivo, y se apenaba mucho por las necesidades y enfermedades de los enfermos, y disfrutaba mucho con sus alegrías; y era muy afable y humano en el trato con los hermanos, y muy obediente no sólo al prior, como era su obligación, sino también a todos los religiosos del convento".
Que obedecía pronta, alegre y generosamente, siempre con un "Con mucho gusto", lo declaran en el proceso sus antiguos priores. Su cariño por los otros religiosos queda de manifiesto en una simpática y curiosa preocupación suya: él, que apenas probaba bocado, estaba atento para sugerir al prior o al ecónomo la caridad de un plato extra o esmerado en la comida, cuando llegaba algún huésped o en días festivos o de más trabajo. "Y gozaba mucho viendo disfrutar a los frailes".
Nos muestra la historia que, hasta el siglo XIII, el apostolado de la Iglesia se estructuraba en torno a dos centros, como eran la parroquia y la diócesis. En este siglo, las necesidades pastorales obligan a la Iglesia a introducir en su estrategia un cambio revolucionario: las órdenes religiosas que ahora surgen, las mendicantes, nacen como fuerzas de acción apostólica. Desde este momento, los religiosos no buscan sólo huir del mundo a parajes solitarios donde poder santificarse, sino que buscan el corazón de las gentes y la sociedad para transformarlo ellos -o viceversa-.
Los autores sintetizan la misión de los mendicantes diciendo que traen lo que la Iglesia pedía y todos esperaban entonces: "amor al pueblo, deseo de mezclarse con él y vivir sus necesidades, ansias de compartir sus alegrías y sus penas". Y, si esto es así, como en efecto lo es, habrá que convenir en que san Nicolás de Tolentino bien puede ser tenido como prototipo del fraile mendicante.
Y prototipo del mendicante agustino, por la entraña de cordialidad o caridad al estilo agustiniano que descubrimos en él. Lo hemos visto en su vida de comunidad, y lo comprobaremos en su apostolado. San Nicolás era persona sumamente afectiva y afectuosa. Eso lo dejaba traslucir en su actividad sacerdotal.
Por temperamento, sensibilidad y ambiente social, Nicolás de Tolentino estaba llamado a ser un santo popular, durante su vida y después de su muerte. Hemos hecho mención de las características apostólicas de las órdenes mendicantes. Conocemos el carácter, entre humilde, ingenuo y tímido, de nuestro Santo. Cientos de testimonios ponderan su heroica caridad y su aura de cordialidad. San Nicolás tenía que ser popular por fuerza.
No hablamos de la popularidad huera que podría haberle venido del origen ilustre, las gestas heroicas o la excelencia en artes o letras. El Santo de Tolentino es popular porque se preocupa del pueblo, está hecho al trato de tú por tú con los humildes, hace propias las alegrías y penurias cotidianas de la gente. A todos acoge en su celda, y en todas las casas es acogido con calor; por algo señalan los testigos que visitaba a los ricos cuando era invitado, mientras que no esperaba aviso para ir a casa de la gente llana.
Porque la forma de apostolado social más de su gusto era la visita. Al cabo de veinte, treinta y hasta cuarenta años, algunos testigos en su proceso aún lo recuerdan recorriendo las zonas deprimidas de Tolentino, con frecuencia -debido a la enfermedad- ayudándose malamente con un bastón, o apoyado en un hermano joven que le hacía la caridad de acompañarle. Tan familiar era su figura benéfica que, a pesar del tiempo transcurrido, los declarantes llegan a nombrar más de cien asistidos frecuentemente por él: paralíticos, mendigos, abandonados, enfermos de todas clases… todos los pobres de Tolentino.
¿Qué hace con ellos? Les da lo que tiene. Les contagia su hondura de espíritu y les ensancha e ilumina los horizontes de la fe. Reza con ellos. Y, sobre todo, los bendice; así, bendiciendo, suelen recordarlo sus paisanos. Todos le pedían la bendición, una súplica compadecida al Padre; tenían experiencia sobrada de su eficacia. Y a fe que se cuentan muchas curaciones y milagros atribuidos a su intercesión.
Para los muchos pobres de Tolentino habría multiplicado el pan. Aunque, a falta de pan, se multiplicaba él. Por experiencia sabe lo que es pedir limosna, que muchas veces es el encargado de hacer la cuestación para el convento. No es sólo que las limosnas sirvan para remediar una necesidad material. Lo importante es que, al dar limosna, la caridad se inflama y las personas maduran por dentro.
Por eso, lo mismo reclama a los ricos limosna para los pobres, como a éstos les pide para el convento o para otros menesterosos, y a los frailes ayuda para todos. Y a todos les desvela la presencia de Cristo en el necesitado, y les inculca el agradecimiento como modo de fundirse todos en caridad.
Preguntas para reflexionar y compartir:
1. ¿Qué es lo que más te impresiona de la vida de San Nicolás de Tolentino?
2. ¿Testimonio de cuál valor evangélico más hace falta hoy en nuestra sociedad?
La vida de los santos sirve de estímulo para nuestra conversión constante y la actualización, aquí y ahora, de la vivencia de los valores evangélicos. Durante este tiempo de Jubileo Agustiniano la Orden nos invita a reflexionar sobre nuestra conversión, nuestra vocación a crecer como personas y como comunidad en la santidad, particularmente en cuanto a la conversión pastoral - personalmente y como comunidad - que el servicio a la Iglesia requiere de nosotros. El término "conversión pastoral" es mencionado en Santo Domingo, como exigencia de la nueva evangelización: incluye la actitud de servicio, pero también creatividad, proyección misionera, y más. Leamos:
"La Nueva Evangelización exige la conversión pastoral de la Iglesia. Tal conversión debe ser coherente con el Concilio. Lo toca todo y a todos: en la conciencia y en la praxis personal y comunitaria, en las relaciones de igualdad y de autoridad; con estructuras y dinamismos que hagan presente cada vez con más claridad a la Iglesia, en cuanto signo eficaz, sacramento de salvación universal." (Santo Domingo, Conclusiones 30)


II. CONVERSIÓN PASTORAL (Síntesis de un tema preparado por Miguel Ángel Keller OSA para la FAE en la serie "Cuadernos de Espiritualidad Agustiniana")

El término "ministro" (servidor) se aplicaba en la antigüedad específicamente a quienes desempeñaban los oficios domésticos y manuales más humildes (el personal de servicio, precisamos hoy): esclavos, empleados de la casa, camareros...Significado que progresivamente fue perdiendo el vocablo en un proceso de evolución ascendente que ha llegado a identificarlo en la actualidad con la posición privilegiada de los primeros oficiales de un gobierno, al frente de los Ministerios (con mayúscula hoy) más importantes. Nunca ya llamamos ministro a quien nos sirve la mesa... Algo sobre lo que sin duda vale la pena reflexionar desde la tradición bíblica, la experiencia y la enseñanza de Agustín, la doctrina del Concilio Vaticano II, y la actual situación cultural.

Una revolución copernicana
Copérnico y Galileo fueron los responsables de uno de los cambios más trascendentales en el mundo de las ciencias, concretamente de la astronomía: el paso del antiguo sistema geocéntrico (con la tierra en el centro) al heliocéntrico(con el sol en el centro). Una verdadera revolución, que inicialmente supuso un serio enfrentamiento no sólo con los científicos, sino también con las autoridades eclesiásticas de su época. Desde entonces, la expresión "revolución copernicana" ha quedado como sinónimo de un cambio total y de enormes consecuencias...

En este sentido, muchos comentaristas no dudan en calificar al Concilio Vaticano II como autor de una verdadera revolución copernicana en la eclesiología, es decir, de un cambio total y de enormes consecuencias en la teología católica sobre la Iglesia. Un cambio que, sin entrar en demasiados detalles y usando una imagen plástica muy conocida, podría resumirse como el paso de una eclesiología piramidal a una eclesiología circular: o, en otras palabras, de una concepción de la Iglesia estructurada al estilo de la sociedad civil, con sus clases y poderes, a una eclesiología de comunión, basada en la actitud evangélica de la fraternidad y el servicio.

El círculo en cambio es el signo de la igualdad, pues es la figura geométrica caracterizada porque todos sus puntos equidistan del centro. Es entonces una muy apropiada imagen de la Iglesia-comunión, en la que todos sus miembros (unidos a Cristo por el bautismo) participan de su misma vida y dignidad. No hay entonces "clases" ni primera-segunda-tercera división...Todos somos hermanos en el Señor, todos estamos llamados a la santidad, aunque -eso sí- no de la misma manera ni por el mismo camino: hay en la Iglesia diversas vocaciones específicas (formas concretas de realizar y vivir la única vocación bautismal), diversos carismas (dones o cualidades que el Señor otorga a cada uno para el bien de la comunidad) y diferentes ministerios (servicios prestados a los demás). Y, por supuesto, la perfección cristiana o santidad no depende de la vocación específica, el carisma o el ministerio concreto, sino de la calidad del amor, la fidelidad en el seguimiento de Jesucristo y la docilidad al Espíritu Santo de cada uno.

Toda la Iglesia así es un pueblo sacerdotal - la insistencia en el sacerdocio común de todos los bautizados (LG 10-11) es uno de los ejes de la eclesiología conciliar - y por lo tanto toda la Iglesia es ministerial: en ella todos los bautizados, cada uno según su propio carisma y vocación específica, sirven a la causa del Reino, y están llamados a servirse fraternalmente unos a otros.

Los Evangelios atestiguan este sentido ministerial de la vida toda de Jesús, que recalca su actitud de SERVICIO HUMILDE ("Yo estoy en medio de ustedes como el que sirve", Lc 22,27), quiso simbolizar toda su vida y su entrega en un gesto de servicio realizado típicamente por los esclavos o servidores -ministros- (el lavatorio de los pies, Jn 13,1ss.), y advirtió expresamente a sus discípulos sobre el peligro de malentender el ejercicio de la autoridad al estilo de los poderosos de este mundo: "Saben que los jefes de las naciones las gobiernan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre ustedes, sino que el que quiera llegar a ser grande entre ustedes sea su servidor, y el que quiera ser el primero entre ustedes sea esclavo suyo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos" (Mt 20,25-28; Mc 10,41-45).

Una advertencia que explícitamente se aplica también a las autoridades religiosas de su tiempo (escribas y fariseos), gustosos de grandes títulos - rabbí, padre, maestro, jefe...- e incapaces de entender la dinámica del Reino: "El mayor entre ustedes sea su servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille será ensalzado" (Mt 23, 11-12).

No cabe, pues, en la comunidad cristiana, otra actitud que no sea la de Jesús. Todos estamos llamados a encarnar su disposición de humilde servidor. No es evangélico ningún tipo de pretendido "ministerio" basado en el esquema poder/dominación por encima de la fraternidad comunitaria.

La actitud fundamental en el ejercicio de los ministerios es siempre la humildad y el servicio: sin considerarse nadie más que los demás, con sencillez y amor cordial (Rom 12, 3.8.10); reconociendo que todo es don de Dios y sin menospreciar a los demás miembros del cuerpo (I Cor 12, 11 y 15ss.); con toda humildad, mansedumbre y paciencia (Ef 4, 2).

Hay aquí verdaderamente toda una "espiritualidad ministerial", que merece ser meditada y vivida si queremos que la Iglesia no sea solamente un organismo correctamente estructurado y con los servicios necesarios para conseguir sus metas, sino también y sobre todo un modelo alternativo y evangélico de entender la convivencia, la corresponsabilidad, el ejercicio de la autoridad.

Así entendía la Iglesia San Agustín

El Cristo total (Cabeza y miembros) es la fórmula agustiniana para referirse al misterio de la Iglesia como Cuerpo de Cristo. "Nosotros somos la santa Iglesia", decía Agustín entusiasmado a sus catecúmenos: no sólo nosotros, sino todos los cristianos (Sermón 213,8). La Iglesia, el Cristo total, el cuerpo de Cristo dotado de diversos miembros unidos al Señor, su cabeza:

"En Cristo habla la Iglesia y en la Iglesia habla Cristo; el cuerpo en la cabeza y la cabeza en el cuerpo" (Com. a los salmos 30,3, s.1,47). Pues "lo que es el alma respecto al cuerpo del hombre, eso mismo es el Espíritu Santo respecto al cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. El Espíritu Santo obra en la Iglesia lo mismo que el alma en todos los miembros del único cuerpo" (Sermón 267,4).

La actitud de servicio

Dentro de esta perspectiva eclesial es lógico que la categoría de servicio ocupe un lugar central en la experiencia y la doctrina agustiniana, y especialmente en relación con el ministerio eclesial. Aunque todos podemos servir de algún modo, pues es "muy difícil encontrar a alguien tan pobre que no pueda dar nada a otro" (Sermón 91,9), el obispo Agustín se aplica continuamente a si mismo el calificativo de siervo, consiervo, servidor de la Iglesia, servidor del pueblo:

"El que preside a un pueblo debe tener presente ante todo que es siervo de muchos. Y eso no ha de tomarlo como una deshonra; no ha de tomar como una deshonra, repito, el ser siervo de muchos, porque ni siquiera el Señor de los señores desdeñó el servirnos a nosotros...Dirigiéndose el Señor a los Apóstoles y confirmándolos en la santa humildad, tras haberles propuesto como ejemplo un niño, les dijo: quien de ustedes quiera ser el mayor, sea su servidor (Mt20,26)...Por tanto, para decirlo en breves palabras, somos sus siervos, siervos suyos, pero a la vez siervos como ustedes; somos siervos suyos pero todos tenemos un único Señor; somos siervos suyos, pero en Jesús...Veamos por tanto en qué es siervo el obispo que preside: en lo mismo en que sirvió el Señor...que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida. He aquí cómo sirvió el Señor, he aquí cómo nos mandó que fuéramos siervos" (Serm 340 A 1ss. Ver Serm 24,5; Serm 339; Sobre el trab. de los monjes 29,37; Confes. 9,13,37...)

Al hablar del ministerio como realidad eclesial no podemos en efecto dirigir nuestra mirada sólo "hacia adentro", para analizar los ministerios o servicios que dentro de la comunidad cristiana están llamados a realizar cada uno de sus miembros. Debemos sobre todo mirar "hacia fuera" y preguntarnos si somos conscientes de que toda la Iglesia está llamada a servir al Reino de Dios y su construcción en el mundo.

Sólo así podremos superar el frecuente riesgo de "eclesiocentrismo". Jesús de Nazaret fue el hombre-para-los-demás, y su Iglesia es por eso mismo una Iglesia-para-el mundo, que no puede preocuparse prioritariamente de sí misma sino de la construcción del Reino de Dios, del que está llamada a ser horizonte, sacramento y servidora. Y que por lo tanto no puede sentirse satisfecha con alcanzar la meta de estar "extendida por todo el universo" (bautizados, templos, organización...), olvidando que su verdadera misión e identidad es servir al mundo - como lo hizo Jesús - para que en él sea realidad la presencia de su Reino de santidad y de gracia, de justicia de paz y de amor. Evangelización (anuncio y testimonio coherente de la Buena noticia del amor de Dios revelado en Jesucristo) y promoción humana (defensa de la dignidad de la persona y los derechos humanos, promoción de los valores del reino -justicia y paz, verdad y libertad, amor solidario especialmente con los marginados- y denuncia profética del pecado personal y social) son por eso las dos dimensiones inseparables del servicio que la Iglesia debe prestar al Reino y al mundo. Este es el único y verdadero ministerio eclesial, a realizar por todos los ministros/miembros de la Iglesia, cada uno según su específica vocación.

Para reflexionar y compartir
1. ¿Crees que la Iglesia realmente puede ofrecer hoy al mundo algún servicio importante? Enuméralos.
2. ¿Cuál sería el servicio particular que está llamado a ofrecer a la Iglesia y al mundo la Orden en general y nuestra comunidad agustiniana en particular?
III. PROYECTO HIPONA CORAZÓN NUEVO
Como agustinos en América Latina, a través del proceso del Proyecto Hipona Corazón Nuevo hemos profundizado y asumido ciertas OPCIONES GLOBALES y ACTITUDES GLOBALES que esperamos encarnar en nuestra vida y acción pastoral al servicio de la Iglesia en América Latina. Hoy durante este tiempo de reflexión con ocasión del Jubileo Agustiniano hagamos un breve examen de conciencia sobre estas opciones y actitudes, los elementos de fondo para una verdadera conversión pastoral al servicio de la Iglesia aquí y ahora:
Examen de conciencia
Las opciones constituyen el punto de referencia para evaluar la coherencia entre lo que se vive y hace y la vocación y misión (carisma) de la Orden. Son, en fin, opciones fundamentales que incluyen tantas otras no menos importantes.

De cara al futuro de América Latina y una Nueva Evangelización del Continente, los religiosos de la Orden de San Agustín en América Latina OPTAMOS por:

1. Un estilo agustiniano de vida como signo e instrumento de comunión fraterna: "Una sola alma y un solo corazón hacia Dios";
2. Un estilo de acción pastoral fiel a las grandes opciones de las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, como signo e instrumento de comunión con nuestra Iglesia;
3. Un estilo de presencia en el mundo que responda al desafío de los signos de los tiempos, como signo e instrumento de comunión con la humanidad.

Las actitudes globales se refieren a las cualidades interiores con que vivir y realizar las opciones globales ya señaladas. Actitudes que tienen en Cristo su plena expresión y que los religiosos están llamados a vivir no sólo por coherencia con las opciones hechas, sino también como expresión de la vocación y misión (carisma) de la Orden. Expresan la coherencia entre el ser y el hacer. Estas actitudes globales identifican a la Orden en lo que vive y hace. Son parte de la peculiaridad con que vivir el Evangelio común a toda la Iglesia

Para ser coherentes con las opciones ya hechas y estar en condiciones de responder a las exigencias de la evangelización del Continente, ASUMIMOS como Orden de San Agustín en América Latina las siguientes ACTITUDES globales:

1. De amor universal y solidaridad concreta, especialmente con los más pobres y los
excluidos
2. De constante conversión y renovación
3. De Diálogo
4. De servicio

Para reflexionar y compartir
1. ¿Qué signos hay que dan testimonio de que hemos tomado a pecho estas Opciones y Actitudes en nuestras vidas y nuestra actividad pastoral, en la circunscripción y en nuestra comunidad local?
2. ¿Cuál sería el próximo paso posible en nuestro crecimiento en la santidad comunitaria, nuestra conversión pastoral, en la circunscripción y en nuestra comunidad local?