Cuaderno de Trabajo No. 2:
Carta
de Introducción
Perspectivas
teóricas de la infancia y de la adolescencia
Inculturación del Ratio Institutionis
en América Latina
Parte
I
Parte
2
Justicia Y Paz Desafío de la OALA
Parte
1
Parte
2
Parte
3
|
Reunión de Formadores
de América Latina
Perspectivas teóricas
de la infancia y de la adolescencia
(Pedro Teixeira Castilho)
Invención de la infancia
Una introducción:
De inicio, hay que indicar cómo el concepto de infancia
se fue diseñando desde las primeras interrogaciones de
los filósofos y de los poetas de la civilización.
Para ello, es necesario recurrir al pensamiento del historiador
francés Philippe Ariès que desarrolla un análisis
del uso de lo infantil a lo largo de la historia, principalmente,
análisis que se desarrolla desde datos iconográficos
que sirven como registros para la idea del surgimiento de lo
infantil. Una vez recorrido este tema pretendo elucidar, partiendo
de Michel Foucault, cómo las nociones de infantil se
fueron criando dentro de los ideales de la Revolución
Francesa.
Estos ideales son necesariamente implantados y consecuentemente
se distingue un cambio discursivo, a partir del cual pretendo
desarrollar cómo se caracteriza lo que se entiende como
cambio de discurso.
A continuación, y tomando como orientación el
psicoanálisis, se van a articular las ideas de desarrollo
infantil y lo relativo al desarrollo infantil.
El desarrollo:
Philippe Ariès, en su libro ya clásico de análisis
de representaciones históricas de la infancia, L´enfant
et la vie familiale sous l´Ancien Regime (1960) demuestra
como los parámetros ideológicos modificaron las
definiciones de infancia. En esta obra, en la que analiza diferentes
objetos como pinturas, diarios, testamentos, tapicerías,
esculturas funerarias, vitrales producidos en Europa, principalmente
en el periodo anterior a los ideales de la Revolución
Francesa, Ariès utiliza la expresión sentimiento
de infancia para designar la conciencia de la particularidad
infantil, esa particularidad que distingue esencialmente al
niño del adulto.
Ese sentimiento que comienza a surgir a partir del siglo XVI,
no se confunde con el gusto que se podía tener por los
niños en general o por algún niño en especial.
Si no existiese anteriormente, eso no quiere decir que los niños
fuesen despreciados o negligenciados. Sencillamente indica que
no se tenía conciencia de una serie de características
intelectuales, comportamentales y emocionales que pasaron, entonces,
a ser consideradas como inherentes y naturales a los niños.
En la Edad Media, con sus sociedades agrarias, no se les concedía
a los niños un lugar particular. La infancia era un periodo
de transición rápidamente superado y sin importancia.
Su duración se reducía a una fase más frágil
del niño, que, al adquirir cierta facilidad física,
se convertía en una compañía natural para
los adultos, participando de sus trabajos, juegos y fiestas.
Su socialización no era asegurada ni controlada por la
familia, en ese momento histórico comprendida como consanguinidad
extensa, ya que inmediatamente se apartaba de los padres, aprendiendo
las cosas que necesitaba saber ayudando a otros adultos a hacerlas.
No había diferencia ni en sus trajes ni en sus diversiones.
Por esto, si el arte medieval no representaba a los niños
con su expresión particular limitándose a reproducir
un adulto en miniatura (algo semejante a un enano), no era por
incompetencia o falta de habilidad de los artistas, sino porque,
en aquel momento, la infancia era insignificante.
Sabemos que en el sistema feudal casi no existía la movilidad
social, ya que el destino de cada persona estaba prácticamente
trazado desde su posición en la jerarquía (vasallo
o señor). De esta forma, cada niño que venía
al mundo ocupaba un lugar definido en una red social bien articulada
establecida por la tradición. Con la ascensión
del capitalismo y de los ideales de la burguesía, los
valores individuales empiezan a adquirir importancia.
Para comprender este cambio de perspectiva en relación
con las diferentes maneras de abordar la condición humana,
es necesario presentar la forma con que Michel Foucault aborda
los modos epistémicos del comportamiento humano. O sea,
este cambio de abordaje, para el filósofo, tiene esencial
importancia si llevamos en consideración lo que fue indicado
como discursividad. Tenemos que abrir un paréntesis para
este análisis.
Las ideas de Foucault:
En su libro Las palabras y las cosas, de 1966, Michel Foucault
propone un análisis minucioso de las representaciones
del mundo en la Edad Clásica y Moderna, teniendo como
resorte de investigación la arqueología del saber
. Las representaciones que rigen una época son denominadas
de epistemes. Foucault hace demostraciones arqueológicas
de cómo el pensamiento sufre desdoblamientos fundando
nuevas epistemes o nuevas prácticas discursivas.
Esta forma de abordar las representaciones se desdobla también
al aparecer la noción de infantil, que comienza a ocupar
un espacio en la episteme moderna. O sea, cuando el hombre escapa
de su manera geocéntrica de explicar el mundo y, encuentra
una explicación antropocéntrica para la comprensión
de este mundo, lo infantil comienza a ocupar un lugar en nuestra
cultura.
La emergencia del sentimiento de infancia, contemporánea
a la afirmación de familia como núcleo restricto
de padres e hijos unidos por sentimientos íntimos, es
lo que hace posible, por lo tanto, que el niño sea pensado
como el hombre de mañana, siendo destacado y recortado
como objeto de teoría y de prácticas educacionales,
higiénicas y científicas. Esta perspectiva es
la hará posible el desarrollo, en momentos diferentes,
de la pedagogía, de la pediatría, de la puericultura,
de la psicología del desarrollo, y de una serie de peritos
que, legitimados por una posición de autoridad por el
saber científico, hablarán y, de hecho, construirán
la infancia.
La propuesta educativa, que hace que la escuela obtenga la importancia
de continuación del hogar, visa producir adultos convenientes
a los ideales de la sociedad que ellos constituyen. El proyecto
es claro: se trata de armonizar el niño para preparar
el adulto, para adaptarlo a los ideales de la burguesía
en ascensión.
En este sentido, será importante que nos detengamos en
dos pensadores que marcaron profundamente el concepto de infancia
y de educación en la civilización occidental:
San Agustín y Jean Jacques Rousseau.
A pesar de las significativas diferencias de sus ideas, gestadas
en contextos históricos distintos, podemos aproximarlos,
por lo menos, en dos puntos: 1) ambos produjeron sus teorías
de modo íntimamente ligado a sus experiencias de vida;
2) cada uno, a su manera, buscó una comunión,
una relación perfecta, sin falta, o con Dios o con la
Naturaleza.
Una época despreciable marcada por la maldad: San Agustín
San Agustín (354-430) marca el apogeo del pensamiento
patrístico, que es, de forma genérica, la filosofía
cristiana de los primeros siglos. Aunque esencialmente basado
en verdades de fe (verdades reveladas), el cristianismo tuvo
la necesidad de justificarse ante la razón humana, demostrando,
desde el inicio, su credibilidad y coherencia internas.
La Patrística traduce la busca de la síntesis
entre la religión cristiana y la filosofía griega
clásica, a quien combate por su paganismo pero de la
que toma sus recursos conceptuales. Agustín realiza ese
trabajo con hincapié, en el momento en que el cristianismo
se consolida como religión de importancia social y política,
y la Iglesia se afirma como institución.
Durante los años 397/398, San Agustín, con cerca
de 45 años, relata, en el Primer Libro de sus Confesiones
(memorias que son un diálogo consigo mismo ante Dios)
detalles sobre su infancia.
Aunque no se acuerde del periodo de mama ni de las primeras
sonrisas, reconoce que en esa época ya traía en
él la marca del pecado original: el alma de los niños
no es inocente, idea comprobada por sus observaciones:
vi y observé (a un niño) lleno de envidia, que
todavía no hablaba y ya miraba pálida, de rostro
colérico, (a su hermanito).¿ Quién no es
testigo de lo que afirmo? Se dice que incluso las madres y las
criadas intentan conjurar ese defecto, no sé con que
prácticas supersticiosas. Pero, al fin y al cabo, ¿será
inocente el niño cuando no admite a su lado, en la misma
fuente fecunda de la elite, el compañero destituido de
auxilio y sólo con ese alimento para sustentar la vida?
Indulgentemente se permiten estas malas inclinaciones, no porque
sean niñerías sin importancia, sino porque tienen
que desaparecer con el andar de los años.
Lacan considera que Agustín se anticipó al psicoanálisis,
al detectar, en la relación del niño con su hermano
de leche, una agresividad original, agresividad presente en
toda situación de absorción especular, o sea,
en toda relación dual entre el yo y el semejante.
En el capítulo VIII ("Como aprendí a hablar"),
Agustín discute la manera como el infante aprende a interpretar
las palabras y los gestos, exponiendo la tesis de que el niño
es impulsado a aprender el lenguaje por la voluntad imperiosa
de que conozcan sus necesidades.
Los gritos, los gemidos y movimientos de los miembros, en la
medida en que eran insuficientes para exteriorizar todo lo que
deseaba, provocaban las palabras de aquellos que rodeaban a
San Agustín.
De esta forma, San Agustín intenta demostrar que los
niños son eminentemente pecadores. Cuando en la Biblia,
Jesús los bendice y dice que de ellos es el Reino de
los Cielos, Dios está, según él, tan sólo,
elogiando en la estatura de los niños el símbolo
de la humanidad. O sea, Dios se somete a la humillación,
no apenas por adoptar aspecto humano, especialmente por asumir
la condición de niño, poniéndose en un
nivel inferior al propio Adán.
Una época importante marcada por la inocencia: Rousseau
El concepto agustiniano de infancia será radicalmente
confrontado tan solo en el final del siglo XVIII por Jean Jacques
Rousseau (1712-1778), pensador que, a pesar de heredero de la
tradición cartesiana, racionalista, pondrá el
sentimiento (cuyo centro es el corazón o la conciencia
moral) en el centro de una visión de hombre. En otras
palabras, para Rousseau el yo sensible tiene supremacía
sobre el cogito racional, del mismo modo que el sentido íntimo
sobre la universalidad de la lógica. Además, como
precursor del Romantismo, él no pensará a la naturaleza
como un sistema de leyes y entidades de carácter matemático,
sino como fuente de todo bien y de todo valor, enfatizando que
el sentimiento místico de comunión con la Naturaleza
es inseparable del sentimiento de interioridad personal.
Con Rousseau, a partir de su libro El Emilio o Sobre la Educación,
1762, se establece una nueva perspectiva: la infancia tiene
maneras de ver, de pensar y de sentir que les son propias.
El niño es el padre del hombre
El niño es el padre del hombre cantaba con optimismo
el poeta romántico inglés William Wordsworth (1770-1850),
concediendo espacio y valor inéditos a la infancia y
a la civilización occidental. Adquiere la función
simbólica de ser el suelo fértil y sensual que
abastecerá el crecimiento de un ser sublimemente humano:
el niño se convierte en la fuente de toda excelencia
humana posterior y la perfección solamente la contemplará
el adulto que consiga preservar su experiencia infantil.
Durante el periodo romántico (los años transcurridos
desde la Revolución Francesa hasta las Revoluciones de
1848), artistas, poetas y filósofos establecen con su
tema central el crecimiento y el desarrollo humano en un universo
de proceso y de cambios.
En El interés científico del psicoanálisis,
1913, Freud cita Wordsworth, diciendo que el psicoanálisis
tuvo que llevar a serio el viejo dicho que dice que el niño
es el padre del hombre, al ser obligado a atribuir al origen
de la vida mental de los adultos a la vida de los niños,
por eso, él fue llevado a construir una psicología
genética y a proponer la continuidad entre la mente infantil
y la mente adulta.
Por su lado, Lacan utiliza la fórmula de Wordsworth en
el Seminario 7 afirmando que no es suficiente valorar los recuerdos
y los ideales infantiles (la idea del niño que hay en
el hombre) para establecer el beneficio y la novedad de la experiencia
analítica. En otras palabras, Lacan no define el pensamiento
inconsciente como la permanencia del niño en el hombre.
Preguntado en dónde está el modelo del ser del
adulto, él considera que es necesario reinterrogar a
la dura arista del pensamiento de Freud y que la referencia
fundamental de la experiencia analítica no es dada en
términos de génesis o de desarrollo, sino de la
tensión y oposición entre proceso primario y proceso
secundario.
Se nota que es importante resaltar que la noción de infantil
es un concepto que comenzó a ser construido por San Agustín,
y, que tomó una idea definitiva en la Revolución
Francesa, siendo su mayor precursor el filósofo Rousseau,
al desarrollar y crear una pedagogía sobre el niño.
De esta manera, retomando el concepto de Foucault de arqueología
del saber, queda claro que lo infantil apareció como
un concepto en el pensamiento occidental, debido al giro del
pensamiento teocéntrico al antropocéntrico. El
niño, para el pensamiento occidental de característica
antropocéntrica, aparece con el objetivo de eternizar
lo humano. Lo humano comienza a inclinarse sobre sí mismo.
El psicoanálisis, la infancia y lo infantil.
La teoría freudiana fue fundamental para destacar la
existencia de la sexualidad infantil y del saber que los niños
elaboran, concediéndoles estatuto diferente de un simple
objeto de investigación. Sin embargo, necesitamos repensar
este concepto que asocia de manera insofismable infancia y psicoanálisis.
Es importante recordar que el psicoanálisis no se constituye
como una teoría sobre la infancia, sino sobre el inconsciente
y el gozo. En los Tres ensayos sobre la teoría de la
sexualidad, Freud, buscando aclarar la naturaleza de la pulsión
sexual, interroga a la vida sexual del niño. En este
ensayo, específicamente dedicado al niño, afirma
que el niño está predispuesto a hacerse perverso
poliforme por sus pulsiones parciales que le impulsan a gustar
de chupar, exhibirse, mirar, tener actividad anal y actividad
sadomasoquista,… Además, en él, las barreras psíquicas
(vergüenza, repugnancia, moralidad) no se oponen a los
excesos y transgresiones sexuales.
Esas pulsiones son independientes, anárquicas, pues no
se sitúan ni se organizan alrededor de una parte específica
del cuerpo, como por ejemplo, la zona genital. Alias, al buscar
la satisfacción en partes del cuerpo o de todo el cuerpo,
esas pulsiones están lejos de tener lo genital como fin.
En el texto La organización genital infantil, Freud delinea
una tercera fase siguiente a las organizaciones pre-genitales
(oral, anal). Esa fase, que, de acuerdo con él, ya merece
ser descrita como genital (como lo que se caracteriza por la
dominación imaginaria del adulto del atributo fálico
y por el placer masturbatorio), se diferencia, sin embargo,
de la organización final de la madurez sexual, pues reconoce
solamente un órgano, el órgano genital fálico.
Se trata, entonces, de una primacía del falo y no de
los órganos genitales y, por eso, Freud denomina este
estadio de fase fálica.
A esta fase la sucedería el periodo de lactancia, hasta
que en la pubertad, cuando la reproducción se hace posible,
se organizaría el último estadio del desarrollo
psicosexual, la etapa genital.
Siendo así, a partir del psicoanálisis sólo
es posible articular la noción de sujeto después
de una organización genital infantil. De esta manera,
la noción de infantil queda necesariamente unida a la
perspectiva de la noción fálica. Podemos articular
el proceso de desarrollo de la libido junto a la noción
del sujeto.
Ese texto piensa al niño como un concepto que es creado
en esa época. O sea, solamente es posible que utilicemos
la noción de infantil en un determinado contexto. Los
teóricos Michel Foucault y Philipe Áries recalcan
eso en sus obras, la invención de determinadas subjetivaciones
en las diferentes épocas, la invención del concepto
de infancia.
De esta forma, un estudio sistemático sobre la invención
de la infancia trae reflexiones sobre una nueva forma de pensar
el concepto de finitud, la infancia es una invención
que apareció después del surgimiento de un nuevo
abordaje en relación con la muerte. Es con el cambio
del teocentrismo para el antropocentrismo que el niño
comenzó a aparecer en el contexto del pensamiento occidental.
Las reflexiones de este curso objetivan indicar para ese concepto
de invención y verificar cuales son las posibles intervenciones
que se pueden hacer con este concepto.
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA:
ARIES, Philippe. História social da criança e
da família. Trad. De Dora Flaksman. 2 ed. Rio de Janeiro:
Ed. Zahar.
FOUCAULT, Michel. As palavras e as coisas. São Paulo:
Martins Fontes, 1984.
FREUD, Sigmund. Publicações Pré-psicanalítcas
e esboços inéditos. Rio de Janeiro: Imago, 1976.
As neuroses-psicoses de defesa (A tentativa de Formulação
de uma teoria da histeria adquirida, de muitas fobias e obsessões
e de certas psicoses alucinatórias) (Edição
Standard Brasileira das Obras Completas de Sigmund Freud, vol.1).
LACAN, Jacques. Escritos. Trad. Vera Ribeiro. Rio de Janeiro:
Jorge Zahar Editor, 1998. p. 238-324: Função e
campo da fala e da linguagem; p.496-536: A instância da
letra no inconsciente ou a razão depois de Freud. P.692-703:
A significação do falo.
CIRINO, Oscar. Infância e Adolescência. Desenvolvimento
e Estrutura. Ed. Autêntica.
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