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La Vida Religiosa: Desafíos a la Luz de la Conferencia de Aparecida
Ignacio Madero, Presidente CLAR

Lunes 11

Martes 12

Miércoles 13

Jueves 14

Viernes 15

 

Logotipos de los Encuentros


 

 

LA VIDA RELIGIOSA EN AMERICA LATINA Y EL CARIBE: DESAFIOS A LA LUZ DE LA V CONFERENCIA DEL EPISCOPADO EN  APARECIDA


Ignacio Madera Vargas, SDS

Una cierta sospecha viene a mi pensamiento al reflexionar acerca de los desafíos que considero, la vida religiosa tiene a partir de la pasada Conferencia Episcopal de Aparecida. La sospecha de querer vivir de nuevo la euforia y la dinámica, las inquietudes y sugestivas propuestas que siguieron a las conferencias de Medellín, Puebla, e incluso Santo Domingo. Quisiera sentir que lo que Aparecida debe provocar entre nosotros los religiosos latinoamericanos y caribeños es un despertar de un cierto letargo en el cual parecieran sumirse algunos sectores de la Iglesia jerárquica como también la vida religiosa masculina, en los últimos años. ¡Que surjan nuevamente señales de vida: las propuestas pastorales sugestivas y creativas, la reflexión teológica y los debates abiertos, críticos y honestos para con el presente de nuestros pueblos y de nuestra iglesia!. De esta tierra que fue llamada el continente de la esperanza y  llamada a ser por Benedicto XVI, en su discurso de apertura de la Conferencia de Aparecida, el continente del amor. 

Siempre he considerado que no es bueno ni sano vivir de nostalgias del pasado, que a cada época corresponde un talante que es necesario descubrir y vivir de manera crítica, en al auténtico sentido de cribar la realidad para descubrir cada vez con mayor claridad lo esencial. Entonces, la reflexión sobre los desafíos ante Aparecida, van mas en la línea de este despertar de la conciencia y de este mirar con esperanza el futuro de la Iglesia latinoamericana y de la vida religiosa en ella. 

1. Aparecida y la vida religiosa 

Con relación a la vida religiosa el documento de participación integra la visión que algunos sectores del episcopado tienen de ella y la que la vida religiosa ha ido provocando en los últimos tiempos. Nueve numerales se referirán a la vida consagrada, al interior de esta nominación se comprende la vida religiosa. Estos se ubican en el Capítulo V de la Segunda Parte. Y entonces preciso: 

El Documento final, que está para ser aprobado por el Santo Padre y que deberá salir definitivo en unos quince días tiene tres partes: 

PRIMERA PARTE: LA VIDA DE NUESTROS PUEBLOS HOY

Con dos capítulos:

1. Los discípulos misioneros

2. Mirada de los discípulos misioneros sobre la realidad

SEGUNDA PARTE: LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCÍPULOS MISIONEROS

Con cuatro capítulos:

3: La alegría de ser discípulos misioneros para anunciar el Evangelio de Jesucristo                                      

4: La vocación de los discípulos misioneros a la santidad                                      

5. La comunión de los discípulos misioneros en la Iglesia                                      

6. El itinerario formativo de los discípulos misioneros 

TERCERA PARTE: LA VIDA DE JESUCRISTO PARA NUESTROS PUEBLOS

Con cuatro capítulos:

7: La misión de los discípulos al servicio de la vida plena                   

8: Renio de Dios y promoción de la dignidad humana                                      

9: Familia, personas y vida                                      

10: Nuestros pueblos y la cultura 

En otros numerales de los diversos capítulos se hará referencia a la vida religiosa reconociendo su aporte a la formación de los discípulos misioneros a lo largo de la historia pero, igualmente, algunas de estas afirmaciones debemos leerlas con sentido crítico, la más fuerte, considero, es la que señala que la vida religiosa ha recaído en la secularización, olvidando que la secularización no es un fenómeno que afecte a la vida religiosa al interior de una Iglesia inmune, sino que este es un asunto de la cultura contemporánea del cual ninguna realidad social escapa. 

Otras afirmaciones forman parte de la reflexión teológica que se ha venido haciendo en los últimos años a partir del reconocimiento de la tradición profética de la vida religiosa desde los tiempos de la mal llamada colonización hasta hoy. Una vida religiosa mística y profética es la que está promoviendo la Confederación Latinoamericana de Religiosos y Religiosas, Aparecida asume esta propuesta con algunos matices hacia la experiencia comunitaria pero de todas maneras el rol y el sentido de la vida religiosa y su legítima autonomía han sido respetados, no sin resistencia. 

Pero Aparecida en sí misma ha sido una Conferencia participativa, eso es necesario reconocerlo con sensatez: de los 267 participantes, 160 eran los miembros, 84 invitados, 8 observadores de otras confesiones, 15 peritos. Podemos decir que fue un verdadero evento participativo y expresión de apertura eclesial por parte de la Iglesia universal y de la Iglesia Latinoamericana y Caribeña. 

El discurso de Santo Padre marcó y determinó el ritmo de Aparecida: sin condenas, sin prevenciones, sin llamadas de atención, más bien rico en contenidos teológicos, propositito y estimulante, invitando al entusiasmo y a la recuperación de la tenacidad evangelizadora en la Iglesia del continente, reconociendo el carácter pecaminoso de las estructuras injustas y señalando algunos aspectos de importancia que debía tener presente la Conferencia: la familia, la eucaristía dominical, la juventud y la pastoral vocacional, religiosos, religiosas y consagrados, los sacerdotes, el laicado.  

Con relación a la vida religiosa destacó la necesidad que las sociedades latinoamericanas y caribeñas tienen de nuestro testimonio, ¨en un mundo que busca sobretodo el bienestar la riqueza y el placer como finalidad de la vida y que exalta la libertad prescindiendo del verdadero sentido del ser humano como creado por Dios¨. En este mundo los religiosos somos ¨testigos de que existe otra forma de vivir con sentido, recordando a sus hermanos y hermanas que el Reino de Dios llegó y que la justicia y la verdad son posibles si nos abrimos a la presencia amorosa de Dios nuestro Padre, de Cristo nuestro hermanos y Señor y del Espíritu Santo nuestro Consolador¨. Con generosidad y hasta el heroísmo, nos llamó a continuar trabajando ¨para que en la sociedad reine el amor, la justicia, la bondad, el servicio, la solidaridad de acuerdo con los carismas de nuestros fundadores¨. Nos invitó a ¨abrazar con profunda alegría nuestra consagración, instrumento de santificación para nosotros y de redención para nuestros hermanos¨

El Santo Padre expresó igualmente que la iglesia de América Latina nos ¨agradecía por el gran trabajo que venimos realizando a los largo de los siglos por el Evangelio de Cristo a favor de nuestros hermanos, principalmente por los más pobres y marginados¨. Y nos convidó a ¨colaborar siempre con los Obispos, trabajando unidos a ellos que son los responsables de la pastoral¨. Nos exhortó a ¨tener una obediencia sincera a la autoridad de la Iglesia y a no tener un ideal distinto a la santidad conforme a las enseñanzas de nuestros fundadores¨

Considero, que la interpretación de Aparecida, en lo que a la vida religiosa se refiere, debe tener en cuenta estas afirmaciones del Santo Padre para mejor complementar lo que el documento en sí mismo dice. Porque Aparecida, creo, está invitando a diseñar una nueva época para la vida de la Iglesia en el continente, un nuevo modo de posicionarse en donde lo que importa es una revitalización a partir del testimonio y no tanto del proselitismo. Este y no otro debe ser la intencionalidad de la gran misión continental lanzada por la V Conferencia. El diseño de en qué consistirá será objeto de la Asamblea Plenaria del CELAM que se realizará en La Habana la segunda semana de Julio de este año

2. Desde el lenguaje 

Permítanme apartarme un poco de la letra del texto de Aparecida para ubicarme en esta reflexión, desde una perspectiva muy particular y, a mi manera de ver de urgente necesidad de reflexión, para analizar con un poco de rigor, los desafíos a los que nos sentimos estimulados en este momento. Me voy a situar desde la perspectiva del lenguaje.   

Porqué desde el lenguaje? 

Porque sospecho que las reflexiones acerca de nuestro modo de vida como religiosos en la Iglesia de America Latina sufren lo que he venido llamando una “inflación de lenguaje”. Desde el lenguaje analítico y crítico de corte radical y precursor de malos augurios, hasta el lenguaje teológico idealista, recargado de superlativos y exigente de tantos compromisos que no se encarnan en estructuras, modos, maneras y acciones históricas. La crisis del lenguaje que habla de la vida religiosa, como del que la vida religiosa habla, está asociada a la pérdida de significación, porque se va construyendo un decir que no provoca, suscita o genera prácticas consecuentes, acerca de aquello de lo que se habla o acerca de lo cual se reflexiona con tanta claridad. Parece que nos hemos habituado a hablar de determinados asuntos sabiendo, que lo que decimos, o no es posible realizarlo, o no nos interesa de verdad. 

Esta inflación es parte de la que afecta al mismo lenguaje teológico. Cuando converso con estudiantes de teología, me vienen pensamientos inquietantes ante su cansancio frente a lo que están haciendo, su amargo sabor de desilusión por la ausencia de correlatos evidentes entre los discursos que elaboramos los teólogos y sus reales inquietudes, ilusiones, dificultades y proyectos. Una cosa estudian en una Facultad de Teología y otras acontecen en la vida cotidiana; constituyéndose una brecha entre los dichos académicos y las realidades vitales de cada momento histórico.  

Wittgenstein afirma que un juego de lenguaje es un conjunto articulado de maneras de hablar, de prácticas sociales y visiones del mundo, de todo lo que comparten los miembros de un determinado grupo social. ¿Cuáles son los nuevos juegos de lenguaje que la vida religiosa debe realizar para que así como las profesiones, las familias, los amigos, tienen sus juegos de lenguaje, nuestro estilo de vida tenga el suyo y pueda comprenderse con el mundo de la cultura desde la cual ser realiza, una vez más, una Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño? 

La V Conferencia señala que este tiempo está marcado por fenómenos como la globalización, el neoliberalismo con su consabido predominio del mercado como ídolo, del individualismo, la quiebra de la racionalidad instrumental, la pérdida de paradigmas, la pérdida de la perspectiva de futuro, la conciencia de la necesidad de disfrutar el presente. Y tantos otros fenómenos que de una u otra manera estamos detectando ya, entonces, estos juegos de lenguaje deben ser claramente identificados por nosotros para “comprendernos” al interior de un continente que se transforma.  

Considero que la vida religiosa en el continente puede ir agotando su discurso y por lo mismo sufrir la tentación de abrigarse bajo los tejados ambiguos de una simple acomodación a las novedades, buscando reformas que no conllevan reales procesos de renovación, en el eje fundamental que la sustenta: el seguimiento de Jesucristo desde un carisma particular en una coyuntura histórica precisa. Este es el juego de lenguaje propio de nuestro estilo de vida. Es a partir de aquí que se articulan nuestras maneras de hablar, nuestras prácticas sociales y nuestra visión del mundo 

¿Qué dicen los votos en este final de siglo cuando la vida religiosa, también acosada por el juego de lenguaje neoconservador, muchas veces se repliega en la defensa de sus instituciones: grandes conventos y grandes universidades, colegios y centros recreacionales, grandes hospitales y relucientes propiedades? ¿Qué dicen ellos cuando todavía no hemos tomado la suficiente distancia con los poderes de este mundo y la vida religiosa se pliega ante las presiones del sistema dominante? ¿Qué dicen cuando todo pasa y nada pasa desde la orilla de la vida religiosa? Este repliegue le conduce a no entrar en el diálogo necesario con el mundo que se está gestando. 

  1. Para una nueva situación, un nuevo lenguaje.

La Vida Religiosa tiene que ser en este continente expresión y portadora de un nuevo lenguaje. Tiene que aprender a hablar a la manera de su tiempo, dejar los eufemismos de un lenguaje religioso sin referencia a las prácticas concretas, para expresarse a través de su peculiar visión del mundo, desde la experiencia del Dios siempre mayor. 

Nos hemos comunicado siempre a través de la palabra en el discurso de la predicación, de la catequesis, de la clase de religión, del consejo, de la conversación en amistad. El gran aporte del pensamiento teológico latinoamericano con relación al carácter estructural de los fenómenos, no ha llegado a ser la mordiente fundamental de las maneras de ver, de ser y de actuar del grueso de la vida religiosa, pero ha sido estimulo y gestor de modalidades significativas y experiencias generadoras de esperanza.  

Las insistencias de la CLAR para el presente trienio las comprendo al interior de la llamada a un nuevo juego de lenguaje de parte de la vida religiosa, que la ubique, al interior de una nueva sociedad. Quiero entonces, referirme ellas sin extenderme pero antes creo interesante diseñar los grandes rasgos fundamentales del nuevo lenguaje que considero debe ser expresión de la vida religiosa ante los desafíos de este tiempo en América Latina y el Caribe   

3.1. Maneras de hablar 

Las predicciones de la modernidad hablaron de un principio de siglo o de un nuevo siglo XXI caracterizado por la muerte de lo religioso, por el final de la filosofía y por la pérdida de los referentes no empíricos. La razón instrumental sería la nueva divinidad dominante y el hombre llegaría a ser el señor del mundo. Pero la quiebra de la razón instrumental, el desencanto ante la imposibilidad de explicar la realidad física y espiritual, con los patrones del empirismo y de la especialización cerrada en los linderos de sus propios límites, condujeron a la crisis de las epistemologías totalitarias y las explicaciones absolutas. Más allá y más acá de la crisis de la modernidad, con su rigor científico y su prueba experimental, la humanidad ha sido testigo de las multitudes en los estadios esperando y recibiendo la sanación  y curación de las enfermedades. Sectas fanáticas que  llegan a suicidios colectivos, plazas bulliciosas de cánticos y gestos ante el Santo Padre. Aquí y allá, en el mundo que nos denominan “tercero” y en el que se autodenomina “primero”.- 

Con lo anterior quiero expresar que nos sentimos llamados a una recuperación de la narrativa, de la simbólica, de la poética. De un discurso que, partiendo de la más rastrera realidad, sea capaz de contar historias y expresar vivencias, de decir lo que se hace y no tanto de crear una distancia insalvable entre los dichos y los hechos. El mundo que vivimos es un mundo del “sentir” más que del razonar. Este elemento es fundamental en la experiencia religiosa. Aquí tenemos un filón maravilloso a explotar, no para negarnos a una racionalidad sana, sino para saber que, más allá de ella misma, es posible transitar caminos, y ello, no es irracional. 

El discurso religioso católico, caracterizado por su seriedad y su recurso a una determinada filosofía, vive el reto de asumir  registros nuevos que asuman propuestas sugestivas, como las de las filosofías del lenguaje, la pragmática, la socio linguística, la filosofía de la comunicación, las nuevas tendencias holisticas de interpretación de la realidad, la analítica interdisciplinar en su variedad de expresiones. En síntesis, la mediación de las ciencias humanas críticas 

Es necesario recuperar el sentido de los diversos lenguajes del gesto, de la música, del color, de la danza, de la fiesta, de la corporalidad en sus expresiones. Toda una tradición en la vida religiosa, que negó el sentido del cuerpo por sus potencialidades de sensualidad, debe ser expresada de manera absolutamente nueva, como recuperación de la necesidad de “sentir” sin utilizar, de “tocar” castamente, de extasiarse y maravillarse ante la realidad, con su cuota de tragedia y esperanza. 

3.2. Prácticas sociales 

La vida religiosa en este continente, mantiene todavía posibilidades de incidencia estructural, como actor social. Desde la que se sitúa en el sector popular y allí, en minoridad, saborea lo más intenso del dolor del pueblo, hasta la que se codea con las clases dominantes,  educa a sus hijos y disfruta de sus prebendas y dádivas. La red de relaciones que establecemos va favoreciendo un tipo de práctica social y la defensa de determinados intereses. 

Las nuevas prácticas sociales, consisten en la superación de las discusiones ideológicas con relación a la opción por los pobres, para una recuperación de la mordiente evangélica de esta misma opción. Ya somos conscientes de que el asunto es asunto de evangelio. Una cierta transición hacia una consideración, casi mística, del asunto de la pobreza y del pobre, es obligatoria. Y Benedicto XVI en su discurso de apertura a la Quinta conferencia la ubicó como implícita en la fe cristológica, eso quiere decir que todo logos acerca del Cristo incluye la opción por los pobres. 

Las nuevas prácticas, van del lado de la búsqueda de modelos alternativos de sociedad; más cercanos a la propuesta del Reino, más acordes con un mundo construido sobre la fraternidad y la igualdad, como hijos de Dios, imagen del Dios invisible, creados en Cristo Señor. Urge la presencia de religiosos que con competencia profesional entren en diálogo fecundo con quienes hoy tienen en sus manos el diseño de los modelos de sociedad en América Latina. Y ello pide una nueva manera de enfocar los procesos formativos de los religiosos del presente y del futuro. Más allá de todo academicismo, se trata de una presencia activa en los medios que definen el porvenir de nuestros pueblos y de los excluidos. 

La práctica de acompañamiento a los pobres, desde la inserción en medios populares, debe unirse a las de la búsqueda de la defensa de los derechos humanos, de la identidad cultural en dialogo con otras culturas, del derecho fundamental a la vida y a una vida digna de hombres y mujeres, templos del Espíritu, que gime en tantos hermanos que esperan contra toda esperanza.- 

3.3. Visiones del mundo 

Nuestra visión del mundo es la de Jesús de Nazaret. La propuesta continua del Reino, como un nuevo orden de cosas, no puede diluirse. En esta perspectiva el creyente de hoy se abre a las gentes de los nuevos confines del mundo, que son aquellos, que desde el interior de la tradición cristiana, o desde otras tradiciones religiosas, buscan un mundo vecino al diseño que nos viene de la Escritura Santa. La apertura al diálogo, al ecumenismo, a todos los hombres que siguen creyendo en el hombre como el eje fundamental del sentido de la creación, es parte de nuestra opción por Cristo y su Reino. 

Es la hora de buscar las causas comunes, conscientes de las distancias ideológicas que nos separan de tantos otros; pero, el excluido como nueve eje articulador del diálogo, está señalando el sentido fundamental de lo que hacemos y buscamos, mientras peregrinamos en este mundo. Porque la pregunta final será acerca de lo que hemos hecho por los hermanos: “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos mas pequeños, a mí me lo hicistes”(Mt.25,40) sigue diciendo el Señor. 

En tiempos de la aldea global, debemos reafirmar que la universalidad se gesta a partir de la unidad de las diferencias, no a partir de la uniformidad o de la imposición de una cultura imperial. La aldea global no debe construirse en función de quienes detentan el poder de hacerla según sus intereses, sino en función de todos los habitantes de ella en igualdad de condiciones. Esta visión del mundo, no es pactable porque “para que se sepa que no todo está permitido, el Jesús de la historia es irrecuperable para el acomodo y el oportunismo”[1]

 

  1. Desde las insistencias de la CLAR

 

Me ubico en el telón de fondo de lo dicho hasta aquí. Estamos en un momento sugestivo de la historia del continente. El reto es asumir los elementos generadores de esperanza, de estas nuevas propuestas, para ser y estar mística y proféticamente ubicados y ubicadas, en la construcción de una nueva manera de vivir nuestros carismas al interior de la vida y los sueños de nuestros hermanos y hermanas de America Latina y el Caribe. Estos son los desafíos primordiales que debemos asumir después de Aparecida 

4.1. Renovar la  Opción preferencial por los pobres 

Renovar la opción por los pobres, no es hacer otra o hacerla nuevamente, es ante todo constatar que, como los discípulos de Emaús, hemos estado demasiado tiempo conversando y discutiendo sobre lo que ha pasado, sin darnos cuenta que en los pobres Jesús va al lado del camino (Lc.24,15). La opción por los pobres debe ser “renovada”, no porque se haya debilitado por la caída de los países del Este, o por la situación personal de alguno u otro teólogo de la liberación, o por las dificultades de comprensión al interior de la gran Iglesia sino porque, una vez más, no hemos reconocido al Señor en el caminar de nuestra experiencia como seguidores suyos.  

Renovar la opción es pararnos una vez mas con “aire entristecido” (v.17) como los discípulos de Meaux, para darnos cuenta de no haber comprendido lo suficiente “las cosas que en estos días están pasando” (v.18). Por ello, algunos viven el desencanto porque confundieron la opción por los pobres con un asunto de moda pasajera, como un tema entre otros tantos temas y olvidaron que el asunto es de fe, del contenido de la fe cristológica. Por eso, hemos estado ocupados en la defensa de posiciones y tendencias, líneas y minucias mientras desde los centros de poder y de control de las economías y el pensamiento se continuaban las políticas, las decisiones y medidas que estrangulan la vida de los excluidos. Porque el Cristo sigue padeciendo en los pobres, somos insensatos con nuestras distracciones de discursos que poco o nada tienen que ver con la pasión del pueblo. 

Renovar la opción implica creatividad para diseñar presencias nuevas a partir de las presencias de tradición. La gran tradición de la inserción, tiene que ser incentivada, reanimada, reactivada, buscando devolverle su mordiente original de proximidad a la casita de Nazaret. Acciones y mecanismos que devuelvan la esperanza a partir del pueblo y no a partir de las teologías o los análisis de punta. Pero también apertura y búsqueda de conquistar espacios y gremios que han estado quizá demasiado ausentes del asunto del reconocimiento del lugar teológico que son los pobres: académicos, intelectuales, artistas, científicos sociales, clases medias, gente que también desde una opción por los pobres podría posibilitar procesos nuevos y diversos.  

Ha llegado la hora de pensar si las mismas instituciones poderosas pueden optar y las maneras como ellas lo hagan de manera decidida, abrir sus puertas a los pobres, para que ellos allí sean valorados como presencia palpitante del rostro sufriente de Cristo el Señor. Que los corredores relucientes se dejen pisar por los pies llenos de fango de los pobres, para que griten desde el polvo amacerado de sus huellas, la necesidad del mundo que todos debemos construir.  

Con el recurso a esta metáfora quiero señalar la necesidad de transgredir el discurso racional sobre la opción por los pobres, la inserción y el compromiso, hacia la voluptuosa necesidad de ser testigos desde el corazón del evangelio. Porque hoy como ayer seguimos creyendo que el “Espíritu del Señor está sobre nosotros para anunciar la buena nueva a los pobres y a los afligidos el consuelo”(Lc.4,16-22). Y que esta palabra se sigue cumpliendo hoy. El compromiso popular debe estar impregnado de poética para poder mantener la fidelidad en la esperanza, más allá de toda lógica, más allá de todo discurso, desde la Teo-lógica evangélica impregnando la vida de cada religioso y religiosa de Amerindia. 

4.2. El mundo de los jóvenes 

El mundo juvenil se presenta multifacetico y polimorfo, pujante y frágil. Tengo mis dudas acerca de lo que se ha venido denominado “cultura de los jóvenes” porque me resisto a pensar que los intereses, los ideales, las luchas, los desengaños, las frustraciones y las condenas de los jóvenes de los sectores populares, tengan algo en común con las de los jóvenes ricos y de clase media pequeño burguesa, agotados por la maraña de sus insatisfacciones sucesivas y emociones intensas. La misma carpa tiene distintos colores y diversas formas, hasta el punto que, tengo la tentación de pensar, que si hay algo en común entre lo jóvenes, es su permeabilidad a los influjos de la cultura imperial. Porque la música del norte, las películas del norte, las modas del norte, atraviesan las diversas expresiones variopintas de la llamada “cultura de los jóvenes. 

Que la vida religiosa del continente responda al reto del mundo juvenil,  conlleva un conocimiento de ese mundo, de su diversidad, una clara inserción en él, de manera que pueda identificar lo que hay en la juventud de realización de la necesidad de sentir, de tocar, de experimentar, de dar rienda suelta a las necesidades tras la búsqueda insaciable del deseo. Entonces la vida religiosa esta urgida a hacerse joven, a quebrar tantos estereotipos para moldearse en modos y maneras que entren en la misma sinfonía de la juventud.- 

Considero que es necesario identificar las características típicas de los distintos universos juveniles, si así podemos decir, porque uno es el juego de lenguaje de las pandillas y bandas de los suburbios de nuestras grandes ciudades, del mundo juvenil implicado en diversas formas de delincuencia,  otro el de los jóvenes campesinos de mirada limpia y conciencia sana y otro el de los jóvenes de sectores sociales altos acosados por la sociedad de consumo y futuros dueños del poder.  

La vida religiosa debe ser lo suficientemente creativa como para encontrar en cada uno de estos registros o universos juveniles la propuesta alternativa que ha sido siempre la experiencia religiosa cristiana. No debemos temer, como no temió el maestro, a proponer a los jóvenes una alternativa que conlleva e implica un elemento del que huyen algunas tendencias post-modernas y de nueva era: la lucha, el esfuerzo, el altruismo, la entrega, la ilusión de dar sin recompensas, la generosidad hasta la entrega total de la vida. Rejuvenecer no es contemporizar, es proponer desde unas coordenadas de sentido que lleven a “dejarlo todo y darlo a los pobres”, en el profundo respeto del amigo del joven rico que lo deja marcharse y lo sigue amando.- 

Y la juventud al interior de la vida religiosa tiene que encontrar un espacio de realización de una propuesta “otra”. No es acomodando a sistemas que han mostrado su falta de eficacia, o satisfaciendo gustos y exigencias de nueva moda, como las comunidades religiosas alcanzarán a ser lugar de realización plena de la juventud contemporánea. Algunas tendencias permisivas. en todos los campos de la vida han generado un tipo de juventud en la vida religiosa acomodada y arribista, exigente, consentida  y traidora de su propia clase o medio de origen. Devolverle al joven religioso su palabra a partir de una fascinación por la causa de Jesús, va exigiendo la presencia de una compañía espiritual seria y personalizada. Creo que los talleres, las conferencias, los encuentros, los eventos, poco o nada realizan en la existencia de los jóvenes religiosos de hoy.  

Es necesario volver al ministerio inicial del “maestro del espíritu”, amigo y confidente con quien se va decidiendo la hora de los compromisos y el momento de la madurez. Estamos demasiado instalados en procesos temporales o en experiencias de acciones que no tocan la profundidad del inconsciente del sujeto, por ello son motivaciones de pequeños tiempos que no resisten la hora de la prueba: de la soledad, del abandono, del conflicto institucional, de la fragilidad de los hermanos. La opción por el mundo de los jóvenes está pidiendo un replanteamiento del modo de “estar” o de “ser” de los jóvenes religiosos al interior de las comunidades y lo que ellas pueden en verdad ofrecer de alternativo al interior del mundo juvenil. A veces tengo la sospecha de que los sistemas actuales, incluso los que se ubican al interior de la inserción no logran producir personalidades consistentes, mistico-proféticas, capaces de asumir el mundo actual sin entrar a contemporizar con el de manera rastrera.- En lugar de convertir y suscitar la conversión son ellos los convertidos. 

Todo esto nos señala la necesidad de acoger con entusiasmo la presencia del mundo joven de America Latina, su potencial dormido, su misma desilusión, para recrearla a la luz de la propuesta evangélica que en la Iglesia es la vida religiosa como don del Espíritu. El religioso y la religiosa deben significar para el mundo de los jóvenes una presencia estimulante, vital, que lanza hacia el futuro, porque propone e insinúa senderos inéditos para vivir con un sentido nuevo, la vida en la esperanza. Que las comunidades retomen su espíritu, que recreen las formas de orar, de celebrar, de compartir, de vivir el sentido de la fiesta y las disponibilidad para estar en las fronteras para que los jóvenes “vean” y viendo, se sientan lanzados a construir un mundo a la luz del Reino. Y una vida religiosa dentro de ese mismo mundo, que genere procesos y mecanismos que construyan una nueva humanidad en Cristo. 

4.3. La mujer y lo femenino 

Personalmente creo, que ante la reflexión de género y la mujer, después de Aparecida, es necesario seguir avanzando. No siempre se tiene claridad en nuestra Iglesia que unas son las ideologías de género y otra es la reflexión de género que va en el sentido de lo que diremos enseguida. Sabemos que la vida religiosa latinoaemericana es mayoritariamente femenina. Y la mujer religiosa del continente tiene en sus manos la posibilidad de crear, a partir de una conciencia de género, una nueva manera de valorar y vivir la feminidad, en la complementariedad mujer-varón. La lectura femenina de la teología es un reto a las mujeres creyentes del continente. El desarrollo del movimiento teológico latinoamericano, pasa necesariamente por una presencia nueva de la mujer en los campos que han sido tradicionalmente reservados a los hombres. Y las mujeres son las primeras llamadas a conquistar, a partir de la calificación de su ministerio, más que a partir de la música estridente de una reivindicación necesaria. 

El ministerio femenino es una realidad en la Iglesia del continente. El pueblo, sobretodo el pueblo pobre, reconoce la presencia de la fe en las vidas de tantas religiosas que se aprietan al pecho adolorido de una madre que, en el tugurio, ve a sus hijos morirse de hambre o en la mirada aterrada de una noche de violencia en donde marido e hijos han sido vilmente asesinados. Las mujeres religiosas son las primeras compañeras del pueblo. Y son capaces de estar allí en donde tenemos tanto miedo de estar los varones. Esta palabra es parte de una conciencia que he venido tomando desde hace varios años cuando, en el caso colombiano, son las religiosas las que están en los rincones en donde los varones religiosos o ministros somos realmente escasos en presencia. 

Recuperar la humanidad de la mujer del pueblo, de la campesina, de la obrera, de la desempleada, la prostituida y todas las mujeres del margen es un desafío a la creatividad de todas las que en el continente se han comprometido con las luchas femeninas. El feminismo latinoamericano tiene un marcado sabor a pueblo, no parte de la simple lucha por una igualdad de derechos sino por algo anterior: su dignidad humana.  

4.4. Lo ético 

En sociedades de profunda crisis ética se necesitan grupos que realizan valores a profundidad y con convicciones firmes, decididas y definidas. Se ha vuelto natural la relativización de todos los valores. La vida, en primer lugar es irrespetada. Luchamos por el respeto a la vida de todos aquellos y aquellas a quienes servimos pero igualmente el respeto a la vida de nuestros hermanos y hermanas de comunidad, No tenemos derecho a jugar con la vida de nadie, a mancillar su sensibilidad o deseo de superación y búsqueda de realización como persona autónoma y libre 

En tiempos de deshonestidad y malos manejos del dinero los religiosos y religiosas tenemos que ser impecablemente honrados, desde el detalle más mínimo hasta las grandes sumas de colegios, universidades y centros recreativos, de aquellos y aquellas que los tienen. Ningún criterio, ni la pobreza de la familia, ni el que otros vivan muellemente disfrutando de los dineros de todos, ni el que nadie nos vigile o pueda saber lo que estamos haciendo, nada puede autorizarnos, en tiempos de corrupción administrativa, a ser deshonestos, ladrones y carentes de transparencia. 

En tiempos de la mentira, en donde se dicen mentiras como si fueran verdades, nos debemos convertir en hombres de la verdad, aunque nos cueste y por ello tengamos que perder. Transparentemente claros en la búsqueda, en primer lugar, de la gran verdad del evangelio  en la vida diaria. Si así vamos, entonces es importante saber, que lo que más exaltó a Jesús de Nazaret, según los evangelios, fue la mentira, de allí los famosos “ayes” colocados en sus labios con relación a los fariseos, que reflejan lo que fue la actitud del Jesús de la historia ante la mentira, la falsedad y el engaño (Mt 23,13 ss). 

La crisis de fidelidad ante los compromisos contraídos, lo desechable de tantos compromisos que conllevan la inversión de la vida y de largos tiempos de vida, como el caso de los matrimonios, y de la profesión de nuestros votos, no puede encontrar también en la vida religiosa un correlato que lleve a justificar algunas incapacidades de mantener la fidelidad hoy como consecuencia de la manera de ser de la juventud o del ambiente que nos rodea. A Jesús de Nazaret, seguirle, no fue cuestión fácil. Se trataba de dejarlo todo y tomar la cruz, de hacerlo “si queremos”; por lo tanto, nadie se debe llamar a engaño: el seguimiento de Jesús conlleva una dimensión pascual, de un lado, rupturas, sacrificios, renuncias pero por otro, sueños capacidad de fantasía, de creatividad, de grandeza, alegría y felicidad porque vamos siendo cada día más y más libres, menos y menos dependientes de cualquier dimensión que nos impida vivir en sana disponibilidad para el Reino. 

Hombres éticos, es decir, que fundan su vida en los valores del Reino y que los hacen verdad a pesar de sus limitaciones y fragilidades: ese es el desafío. Nos hemos hecho religiosos para hacer presente el Reino que Jesús predicó y para realizar en nuestras comunidades sus valores desde ahora. Esta es una de las grandes insistencias de la V Confenrencia, la necesidad de formar un laicado adulto, capaz de comprometerse en con los procesos económicos, políticos y sociales que promuevan otro continente posible. 

Eticamente responsables en el manejo de las nuevas tecnologías de la comunicación como el cine, la televisión, la internet. Religiosos que libremente utilizan estos medios y no se alienan en ellos y con ellos, que saben tomar conciencia de que pueden volverse dependientes de películas, telenovelas, deportes, noticieros, chats y reconocer lo que no va ayudando a una integración sana de todos los elementos de la personalidad en construcción. No es botando los televisores o escondiendo los computadores o cortando la internet, sino desarrollando criterios personales serios y actitudes críticas ante estos medios, tan revolucionarios, del comportamiento humano contemporáneo. 

  1. Los sujetos emergentes

Indígenas y afrodescendientes toman su lugar y su palabra en el continente y van tomándola al interior de la vida religiosa.  

6.  Una vida alternativa 

Algunos y algunas se lamentan de este tiempo como el peor. Llegan a decir que hoy no se puede ser célibe porque estamos en una cultura pansexual, que la internet mete la pornografía en los sacros aposentos de curas y monjas. Y eso puede llegar a ser verdad, pero también lo es que en todos los tiempos seguir a Jesucristo ha sido algo así como ser contracultural. Y ello no por oponerse a nada, sino por vivir la fascinación de realizar la propuesta de Jesús.  

Seguir a Jesús es realizarse plenamente como ser humano en libertad, es aprender a gustar que vivir la justicia, la fraternidad, la verdad, la solidaridad, la honestidad, la paz, nos hace felices, que construir la armonía personal es tarea de la vida, que asumir incluso las limitaciones, las carencias, las disfunciones y hasta los fracasos es tarea de construcción de un hombre y una mujer adultos y adultas que aprenden progresiva, pero clara y certeramente, a vivir responsablemente la propia libertad. 

El reto mayor para la juventud hoy en este continente es ser libres. Es decir, encontrar que Jesús de Nazaret, el Cristo, es el único Señor de nuestras vidas. Es crecer cotidianamente en el gustar la palabra, es saber orar intensamente, muy intensamente, parodiando al teólogo alemán contemporáneo, Karl Rahner  quien afirmó que el cristianismo en el siglo XXI o sería místico o no sería, afirmo con toda seguridad que la vida religiosa latinoamericana y caribeña, o será mística o no será señal de novedad y esperanza. Y esto porque lo que necesita ver este continente, es la presencia de hombres y mujeres que viven de otra manera, que sintiendo lo que todos sienten y estando acosados por los mismos fenómenos, se ofrecen como vidas que viven en Dios y desde Dios.  

Libres para ser felices, no dejándose condicionar por los estados anímicos de superiores o cohermanos y cohermanas, no siguiendo a nadie más que a Jesucristo. Fijar la mirada en quienes en la vida religiosa en toda la historia han vivido grandezas evangélicas. Fijarla en los grandes paradigmas de la misma en este continente, desde Bartolomé de las Casas hasta los religiosos y religiosas mártires del suelo latinoamericano. Fijarla en los primeros religiosos y religiosas de nuestras comunidades, aquellos que fundaron con valentía y arrojo las provincias o unidades administrativas y en aquellos hermanos de hoy que no claudican ante las tinieblas de este mundo sino que con su vida orante, entregada y feliz proclaman la grandeza de Dios Salvador[2]

Libres, en la sana libertad de los hijos de Dios, ese es el reto que integra todos los retos, esa es la conquista que señala todas la conquistas y el sueño que estimula todos los sueños. Porque vale la pena entregar la vida a la causa de Jesucristo y  ser presencia de su vida resucitada en el corazón herido y sangrante del continente. Entonces seremos verdaderos y auténticos discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos, en El, tengan vida.


 

[1] Es, palabras más, palabras menos, el sentido de la afirmación de José Porfirio MIRANDA en su obra “El ser y el Mesías”

[2] En este siglo, como en otras épocas de la historia, hombres y mujeres consagrados han dado testimonio de Cristo, el Señor, con la entrega de la propia vida. Son miles los que obligados a vivir en clandestinidad por regímenes totalitarios o grupos violentos, obstaculizados en las actividades misioneras, en la ayuda a los pobres, en la asistencia a los enfermos y marginados, han vivido y viven su consagración con largos y heroicos padecimientos, llegando frecuentemente a dar su sangre, en perfecta conformación con Cristo crucificado. La Iglesia ha reconocido ya oficialmente la santidad de algunos de ellos y los honra como mártires de Cristo, que nos iluminan con su ejemplo, interceden por nuestra fidelidad y nos esperan en la gloria. Vita Consecrata 86