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Principios Iluminadores de la Misión
de la Orden en América Latina

1. Queremos acercarnos a la realidad desde la fe y "con ojos de buen samaritano", en un intento de leerla con una visión evangélica y pastoral. Para ello ofrecemos los siguientes principios iluminadores, tanto generales como específicos (de acuerdo a los diversos niveles de acción del Proyecto "Hipona-Corazón Nuevo").

Cada uno de los principios se formula en forma breve y sencilla, se explica a continuación y se acompaña, con letra cursiva, de unos criterios de discernimiento en orden a su puesta en práctica.

PRINCIPIOS GENERALES

I. Partir de la realidad

2. Los principios doctrinales que iluminan la vida y acción de la OSA en AL buscan dinamizar nuestro ser y nuestro quehacer en la realidad latinoamericana. Deberán responder a dicha realidad y no a una realidad ficticia creada o acomodada por nosotros. Por lo tanto, el ver-juzgar-actuar indicado en el C. Vaticano II (GS 11) y seguido por nuestros pastores en AL es el enfoque metodológico necesario para discernir correctamente el proceso de nuestra renovación.(Cfr.GS 1,1).

3. Esto nos exige tener en cuenta (contemplar) la realidad latinoamericana y sus características más notables(1), como por ejemplo:

a) una antropología que valora prioritariamente la libertad, la solidaridad, la celebración festiva de la vida y el encuentro (familia, amistad, comunidades de base...); y que se ve afectada negativamente en su propia una idiosincracia (machismo, promiscuidad, inmediatismo, alcoholismo...);

b) pluralidad cultural -culturas amerindias, afroamericanas, mestizas, criollas, europeas y grupos orientales-, con una creciente valoración de las minorías étnicas;

c) la situación de injusta pobreza de las grandes mayorías, agravada por la nueva coyuntura del neoliberalismo, frente a la gran riqueza de nuestra Continente que es, además de sus recursos naturales, el enorme potencial de valores humanos y vitalidad solidaria que poseen esas grandes mayorías empobrecidas;

d) la población mayoritariamente joven, con una enorme cantidad de niños, determinan una mentalidad y forma de vida particular;

e) el fuerte substrato religioso de nuestros pueblos, expresado en la religiosidad popular y en la proliferación de sectas y nuevos movimientos religiosos;

f) la singular presencia de la Iglesia en el mayor Continente católico, su actitud profética y la peculiar y comprometida experiencia de la vida religiosa latinoamericana.

4.- Dar importancia en el proceso al análisis de la realidad hecho por expertos y por los hermanos (datos, información, encuestas, consultas).

- Revisar nuestras obras y actividades pastorales para ver si responden a las necesidades reales del pueblo y a las exigencias de la Nueva evangelización.

- Plantearnos con sinceridad y realismo la necesidad de realizar un proceso de inculturación dentro de la Orden.

- Considerar la unidad de nuestros pueblos a partir de la pluralidad de culturas. Sólo a partir de la unidad en torno a temas fundamentales podremos llevar adelante una evangelización consecuente con esa misma pluralidad: cultura de la vida contra cultura de la muerte, apoyo a proyectos de pequeñas comunidades, formación de liderazgos, promoción humana a diversos niveles.

- Crear modelos de vida religiosa concordes con cada una de las culturas de nuestro medio, respetando tradiciones, incentivando el diálogo, compartiendo experiencias, evangelizándolas y dejándose evangelizar por ellas.

- Cada circunscripción debe sentirse comprometida con los marginados de su propio ambiente y debe evaluar sus apostolados para determinar si responden a las necesidades de la Iglesia hoy, y sobre todo a las necesidades de los pobres y marginados (Capítulo General 1995, Programa capitular, n. 23), superando las formas que puedan ser paternalistas.

- Respetar y valorar las manifestaciones populares de la religiosidad, descubriendo y aprovechando en ellas su fuerza evangelizadora.

- Hacer efectiva una opción por los jóvenes, desarrollando una pastoral juvenil desde los mismos jóvenes y con un lenguaje adecuado.



II. Al servicio del Reinado de Dios

5. Es fundamental tener una clara conciencia de que vivimos y trabajamos por y para el reinado de Dios, tal y como Jesús lo anunció: buena noticia que privilegia a los más necesitados (pobres, oprimidos, enfermos, marginados, pecadores...), anuncia la dignidad de toda persona, denuncia los ídolos que alienan y esclavizan al ser humano y llama a la conversión (cfr. Lc 4, 16-19; Mc 1,1). Aceptar el Reino como donación gratuita significa acoger en el propio corazón a Dios como Padre y Madre que quiere que nadie se pierda (Jn 6, 39; 18, 9), y por eso también a todos los hombres y mujeres como hermanos. Aceptar el Reino significa comprometerse " a ser constructores abnegados de la civilización del amor, según luminosa visión de Pablo VI, inspirada en la palabra, en la vida y en la donación plena de Cristo, y basada en la justicia, la verdad y la libertad"(2). Un compromiso en el que los cristianos -y con más razón los religiosos- nos sentimos unidos a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

6.- Aprender a mirar, más allá de la Orden y de la misma Iglesia, hacia el Reino de Dios ya presente en el mundo y que nos interpela desde los más pobres, evitando que conceptos como "las glorias históricas" o "el bien de la Orden" ocupen el centro de nuestra escala de valores.

- Identificar, tanto en nuestra propia vida como en la sociedad, los "signos" actuales del Reinado de Dios y el pecado personal y social que se opone a él, actuando proféticamente ante ellos.



III. Eclesiología de comunión y participación

7. Desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia es entendida como Pueblo de Dios y "comunidad de comunidades"(3). Una concepción de raíz hondamente agustiniana(4) que resalta el Cristo Total que se hace comunión(5) como los granos del pan eucarístico, y que se ha enriquecido en la reflexión y la experiencia eclesial latinoamericana. Así lo expresan tanto el nacimiento, la actuación y vitalidad de las CEBs esparcidas por todo el Continente como la opción preferencial por los pobres, que es uno de los frutos que concretiza histórica y realmente la comunión fraterna.

8. Esta concepción encuentra su formulación en las propuestas eclesiológicas de Medellín, Puebla y Santo Domingo:

- una Iglesia profética y voz de los que no tienen voz;

- una Iglesia comunión y participación, que evangeliza desde la opción preferencial por los pobres y los jóvenes, actuando con los constructores de la sociedad pluralista y en defensa de la persona a nivel nacional e internacional;

- una Iglesia convocada a la santidad, con comunidades eclesiales vivas y dinámicas, en la unidad del Espíritu y con diversidad de ministerios y carismas, para anunciar el Reino a todos los pueblos;

- una Iglesia inculturada, que el Espíritu hace nacer del pueblo para que éste pueda ser protagonista en la historia del plan liberador de Dios.

9. - Actualizarnos teológicamente, en especial en relación con la eclesiología y la acción pastoral, desde la perspectiva del C. Vaticano II y el Magisterio latinoamericano.

- Revisar nuestras obras y actividades pastorales para ver si promueven la creación de CEBs y otras formas de pertenencia a la Iglesia con auténtico sentido comunitario.

- Revisarlas para ver si están de acuerdo con la opción por los pobres y jóvenes.

- Revisarlas para ver si promueven el proceso de inculturación del evangelio.

- Considerar la manera de colaborar en apostolados entre distintas circunscripciones (Capítulo General 1995, Discurso programático, 22 - 23).

- Revisar si la Comisión de Justicia y Paz está influyendo en la reflexión y acción de cada una de nuestras circunscripciones.

- Fomentar la participación y el liderazgo de los laicos, incluso a nivel de decisión, en nuestras actividades pastorales.

IV. Sentido de la vida Religiosa

10. Es un carisma eclesial que, por el seguimiento radical de Jesús y en su Iglesia, desea vivir plenamente en la historia el proyecto de filiación y fraternidad del Reino(6). La vida religiosa se estructura sobre las tres dimensiones teológicas fundamentales de consagración, comunión y misión, y está llamada a desempeñar un papel profético en la Iglesia y el mundo(7). Por lo tanto, y partiendo también de la realidad concreta de AL, se hace necesaria una relectura de los votos religiosos(8):

-castidad como entrega plena y gratuita a Dios; como propuesta de amor y fidelidad a un proyecto más amplio de vivir la misma dimensión de familia y afectividad, fundamentales de la persona humana, como disponibilidad total al servicio del Reino;

-pobreza como libertad ante las cosas y respeto a la naturaleza, conviviendo con ella con el criterio de lo necesario; como alternativa de desprendimiento, servicio y disponibilidad en la Iglesia y en la sociedad; como compromiso solidario con la justicia y el compartir;

-obediencia como dependencia absoluta de la voluntad del Padre; como escucha y discernimiento atento de sus designios en nuestra historia; como responsabilidad compartida y dialogada en la misión común, valorando la autoridad como coordinación y servicio.

11. - Hacer una adecuada relectura de los votos de acuerdo a su sentido profético y liberador en el contexto latinoamericano.

- Actualizar la teología de la vida religiosa que ofrecemos a nuestros formados en el período de formación inicial.

- Elaborar programas períodicos y sistemáticos de Formación permanente que permitan descubrir el sentido profético y testimonial de nuestra consagración.

V. Relectura dinámica del carisma agustiniano

12. Vivir como Agustín viviría hoy, asumiendo además el patrimonio de nuestra tradición y nuestra historia, que ha hecho posible encarnar nuestro carisma en los diversos momentos y responder al llamado de la Iglesia en cada época y en cada circunstancia. Con una "fidelidad creativa" al carisma fundacional y a la Regla que encarne hoy y aquí la INTERIORIDAD, la PERFECTA VIDA COMÚN y la ACTITUD DE SERVICIO A LA IGLESIA para la construcción del Reino, que "nos ofrecerá un criterio seguro para buscar las formas adecuadas al testimonio"(9). Lo que, al menos, pareciera exigirnos a los agustinos de América Latina un fuerte impulso a la oración y el estudio, con un decidido y evidente talante comunitario: vivir en comunidad, orar comunitariamente -sin conformarnos, simplemente, con "rezar juntos"- , hacer realidad una auténtica comunión de bienes frente al egoísmo individualista de la propiedad privada, evangelizar con un claro sello comunitario (los agustinos deberíamos ser especialistas en crear comunidad y comunidades vivas en nuestra acción pastoral...), abrirnos comunitariamente a los laicos y los jóvenes, y especialmente ser sensibles al desafío de las "nuevas fronteras"(10) e impulsar la colaboración fraterna entre circunscripciones en proyectos comunes.

13. -Animar la participación activa de todos y cada uno de los hermanos en el proceso de renovación y revitalización de la Orden en AL.

-Denunciar y eliminar las incoherencias y abusos personales o comunitarios en la práctica de la perfecta comunión de bienes.

- Revisar las obras y actividades pastorales para determinar si promueven el carisma agustiniano de comunidad, tanto entre los frailes como entre los laicos que participan en ellas (Capítulo General 1995, Programa capitular, 23 a.b).

- Fomentar los estudios agustinianos, especialmente conociendo lo publicado y reflexionado en AL.

-"Considerar un cambio de los apostolados que no correspondan a las necesidades más urgentes de hoy. Es inútil hablar de nuevas fronteras si no está unido a la capacidad de un serio y valeroso discernimiento y evaluación, con el fin de abandonar actividades menos significativas en favor de otras, y para dejar lugares menos importantes en favor de nuevas presencias" (Capítulo General 1995, Programa capitular, 23 b.).

- Recuperar el espacio privilegiado de la interioridad en nuestra espiritualidad, propiciando espacios y tiempo de oración, reflexión y contemplación personal y comunitaria.

PRINCIPIOS ESPECÍFICOS

VI. La comunidad como familia

14. Sentimos a la comunidad agustiniana ante todo como una familia que comparte la vida, la fe y la misión. Por lo tanto la entendemos y la queremos vivir como

15. - Lugar ANTROPOLÓGICO, que hace posible la realización como persona de todos los hermanos y ayuda a caminar juntos, creando vínculos fraternos y relaciones interpersonales profundas, compartiendo el sentido de la vida y el llamado a ser felices según el plan de Dios, es decir, en el amor, en el diálogo, en el compartir. Así vivenciamos los latinoamericanos la comunidad, y por eso surge la necesidad de estar juntos, la búsqueda del encuentro, la importancia de la sobremesa o la charla informal, el compartir como una familia las diversas circunstancias y acontecimientos de la vida, mayores o menores, graves o simples. Es a partir de este ambiente familiar y considerando la amistad como fundamental que la comunidad agustiniana desarrollará su labor profética en el mundo. En medio del individualismo, el clasismo y la marginación, queremos aparecer como un lugar de acogida y hospitalidad, de gozo aún en medio de las dificultades cotidianas(11), donde la diversidad no cree muros barreras, sino sea signo de la riqueza del espíritu que sopla donde quiere.

16. - Lugar TEOLÓGICO, es decir, de encuentro con Dios, que está presente en todo y en todos. En la comunidad, imagen de la comunión trinitaria(12); en el hermano, en quien estamos llamados a amarle y honrarle como en su templo (cfr. Regla, 9); en el trabajo comunitario, que no sólo es "hacer" sino sobre todo "compartir"; en el estudio, que no nos coloca sobre los demás sino que nos prepara para la animación y el servicio...Todo esto es iluminado por la celebración sacramental de la comunidad, la liturgia , que entonces no es mero rito o trámite a cumplir, sino encuentro y fiesta donde "siente el corazón lo que profiere la voz" (Regla, 12) .Y que nos interpela y compromete, dando sentido a nuestra vida y a nuestra acción pastoral. La liturgia auténticamente vivida "convoca, celebra y envía"(13). Y para los hombres y mujeres latinoamericanos no puede ser sólo espectáculo o reflexión: tiene que llegar y tiene que llegarnos.

17. - Lugar PROFÉTICO, que anuncie la Buena Nueva del Reino, basada en la revelación del rostro de Dios hecha por Jesús: Dios es Padre, es decir, amor y don gratuito. Que denuncie también todo aquello que impide el reinado de Dios en nuestro pueblo: injusticias, opresiones, un mundo que vive sin sentido la riqueza de la vida. Que llame y convoque con su testimonio, transformándose en alternativa de vida, para que muchos asuman el reinado de Dios como opción fundamental para sus vidas(14) y para América Latina.

18. - Fortalecer las relaciones interpersonales profundas (cfr. Doc. de Puebla, 730).

- Animar la creatividad para propiciar una liturgia más inculturada y participativa en nuestras comunidades religiosas.

- Potenciar los momentos comunitarios de oración y convivencia (asamblea o capítulo de la circunscripción, capítulo local, revisión de vida, días de retiro, retiros anuales...).

- Asumir compromisos comunitarios que se puedan afrontar como proyecto común.

- Conformar comunidades de al menos tres miembros, que hagan posible una convivencia fraterna.

VII. Apostolado comunitario

19. Nuestra propia espiritualidad y la Iglesia latinoamericana nos exigen evangelizar con un claro estilo comunitario, recordando que las obras apostólicas están confiadas a la comunidad (Const. 162) y que debemos crear comunidades eclesiales(15) e impregnar de espíritu comunitario todas nuestra obras pastorales(16).

Como pastores queremos ser servidores de la gran familia del Pueblo de Dios, con claro estilo de fraternidad y sin paternalismos ni clericalismos. El servicio es el don de Dios en nosotros, no un privilegio. Pastorear es experimentar la Paternidad de Dios y dejarla fluir de nosotros a los hermanos. Es preciso promover el carisma de cada bautizado y el protagonismo de los laicos en la Nueva Evangelización(17), insertándonos en la pastoral de conjunto de la Iglesia particular. Esta actitud y nuestro testimonio personal y comunitario serán fundamentales para la promoción de nuevas vocaciones.

20. Por otra parte, no deberíamos aferrarnos a obras y estructuras que responden a situaciones históricas de otros tiempos, sino abrirnos a "nuevas fronteras"(18) y ser sensibles a las aspiraciones y movimientos concretos de solidaridad en muchos niveles(19) en todo el Continente: causa indígena, conciencia ecológica, conciencia afroamericana, grupos excluidos, movimientos de los sin tierra y sin techo, sindicatos, movimientos feministas, derechos humanos, justicia y paz, ONGs, nuevos grupos y tendencias políticas, grupos de conciencia ética y nueva ciudadanía, medios de comunicación social.

21 - Evitar actitudes de clericalismo, no estimulando ni aprovechando en beneficio propio las situaciones de privilegio que podamos tener frente a nuestro pueblo.

- Promover comunitariamente las vocaciones a la vida agustiniana, de modo que todos los hermanos se sientan involucrados en su promoción y formación.

VIII. En proceso constante de formación

22. El momento presente aparece con muchos interrogantes e incertidumbres. La vida religiosa más que nunca es desafiada a la escucha paciente y atenta de todos los nuevos signos de la historia. Esta actitud la capacita para el diálogo con muchas instancias, iluminándolas en su actitud transformadora desde los valores evangélicos(20).

23. Esto supone plantear con seriedad nuestra formación inicial y permanente(21), estudiando y aplicando nuestra "Ratio Institutionis" debidamente adaptada a la realidad de cada lugar(22). Una formación de calidad requiere el mejor uso de nuestros limitados recursos, promoviendo la colaboración entre circunscripciones. Los necesarios programas de Formación deberán tomar en cuenta la inestimable contribución de la teología latinoamericana, como fruto de todo un camino recorrido en el Continente, más allá de los aspectos conflictivos y prejuicios en que fue envuelta(23). La Formación de los agustinos en AL debe apreciar la relación de la patrología(24) con la reflexión bíblica y con las demás áreas de reflexión teológica, científica y cultural, que se hace ya en el Continente, para una debida inculturación.

24. - Colaborar en la formación inicial entre las diversas circunscripciones

- Elaborar programas de Formación permanente en todas las circunscripciones o a nivel regional (v. gr. cursos de OALA), que incluyan temas de biblia, patrología, teología y realidad y teología latinoamericanas

- Que las circunscripciones fomenten el intercambio de experiencias para que los formandos puedan tener una experiencia pastoral entre los más pobres (Capítulo General 1995, Programa capitular, 26 a)

- Crear formas de lectura personal continua como medio de formación permanente.

IX. Corresponsabilidad comunitaria

25. Queremos realizar un trabajo liberador, sintiéndonos libres también nosotros (Const. 75), y poner nuestros propios talentos y creatividad al servicio de los hermanos, a favor de la vida y en lucha constante contra todo aquello que la hace menos rica y disminuye. Frente al concepto de autoridad como poder, queremos vivir y testimoniar el sentido evangélico de la autoridad como servicio (Const. 76-77). Un servicio que busca darse en el bien común y darse para el bien común, no quedarse con el bien común. No supone distancias ni rangos (cfr. Const. 240), no hace "superiores" sino "priores" (primeros en el servicio), con la mano siempre extendida para dar apoyo, animar, acompañar, coordinar y llamar a la conversión permanente (Const. 310-312). Puesto que el estilo agustiniano de gobierno, sin menoscabo de la función del prior, es ante todo comunitario y corresponsable (cfr. Regla 47), de ahí la importancia de las asambleas capitulares en los distintos niveles (cfr. Const. 301, 323, 404, 441), en las que se dé la posibilidad real de diálogo, participación y disponibilidad de todos y cada uno de los hermanos.

26 - Respetar el proceso comunitario de la toma de decisiones, tanto a nivel local como de la circunscripción, evitando autoritarismos, individualismos, falta de responsabilidad y participación.

- Revitalizar la celebración y estructura de los capítulos locales.

X. Búsqueda comunitaria de la santidad

27. El Proyecto Hipona Corazón Nuevo es un itinerario espiritual comunitario hacia la madurez en Cristo y hacia la encarnación del carisma agustiniano en la Iglesia de AL. Un camino de conversión personal y comunitaria, histórica y permanente(25). "El dinamismo de este proceso requiere absolutamente la participación de cada hermano en el mismo"(26), como también el papel del ANIMADOR.

Renovación espiritual, renovación comunitaria, renovación eclesial, renovación dinámica: he aquí las cuatro líneas fundamentales de orientación para la renovación y revitalización de la Orden en AL, tal y como se propusieron en el Encuentro Hipona, que siguen siendo urgentes y constituyen un reto para todos nosotros.

27. - El animador del Proyecto Hipona - Corazón Nuevo no está vinculado al periodo correspondiente de gobierno y su papel es de gran importancia.

- Tomar conciencia de que la revitalización de la Orden no se realiza por la elaboración de leyes y planes, sino que exige una actitud de conversión personal y comunitaria. Es necesario orar para que , con la gracia del Señor, demos hoy lo mejor de nosotros mismos.

XI. Bienes para vivir, compartir y servir

29. No trabajamos simplemente por el deber de trabajar, ni movidos por el objetivo de generar y acumular dinero y riquezas. El trabajo no es un fin, sino un medio para vivir, compartir y servir (Const. 70-71).

30. Debemos reconocer que entre nosotros -como en otros niveles de la Iglesia latinoamericana- la opción preferencial por los pobres es todavía incipiente(27) y más retórica que real. Necesitamos convertirnos urgentemente para ser más coherentes con nuestra consagración: en el testimonio de nuestra vida (sencilla, en comunidad de bienes, sometida a la ley común del trabajo), en el afán de evangelizar a todos desde los pobres, en la denuncia de las injusticias y el compromiso solidario con sus víctimas(28). Pero también en la escala de valores que determina el destino de nuestros bienes y su administración para una vida digna, para las necesidades de la evangelización, para la promoción humana y el compartir solidario con los más pobres(29). Y en el cumplimiento ejemplar de la justicia social -desde el espíritu de la Doctrina social de la Iglesia, no desde la simple legalidad civil, tantas veces injusta- cuando administramos bienes o contratamos personas (Const. 72).

31 - Que cada comunidad y circunscripción destinen un porcentaje significativo de su presupuesto a un "fondo de solidaridad" que promueva proyectos de promoción humana entre los más pobres (Capítulo General 1995, Programa capitular, 25)

- Aceptar gustosamente actividades y servicios no remunerados o que no supongan grandes ingresos, pero que sean expresión de solidaridad social.

- Estructurar la administración económica de cada circunscripción de forma transparente y más centralizada,en vista de una mayor comunión de bienes (Capítulo General 1995, Programa capitular,5)

- Observar la justicia social, que no siempre coincide con las disposiciones legales de cada país, en la contratación y remuneración del personal que labora en nuestras obras.

XII. Medios de comunicación al servicio de la fraternidad

32. Necesitamos progresar en el conocimiento y el uso de la moderna tecnología respecto a los medios de comunicación, que puede ofrecernos hoy una nueva y rapidísima forma de colaboración, sobre todo con respecto a los cambios culturales, de informaciones y de intercambios de experiencias(30). "Es una forma de diálogo que puede vitalizar nuestra fraternidad y nuestro sentido de pertenencia a la misma familia"(31), y ser utilizado como medio propicio para lograr la promoción y Nueva Evangelización de nuestro pueblo.

33. - Facilitar a los jóvenes formandos el conocimiento y uso adecuado de los modernos medios de comunicación e informática.

- Favorecer acciones que implican un sistema de información y consulta, reflexión, decisión, diálogo, programación y revisión.

- Potenciar los medios existentes (boletines de cisrcunscripciones...) para fomentar el proceso de renovación y revitalización de la Orden en AL.

1.

0 Cfr. IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano, Mensaje a los pueblos, nn. 30-32.

2.

0 III Conferencia del Episcopado Latinoamericano, Mensaje a los pueblos, n. 8.

3.

0 IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano, Documento de Santo Domingo, nn. 58, 142.

4.

0 Cfr. S. Agustín, Sobre la predestinación de los santos 14,27.

5.

0 Cfr. S. Agustín, Com. al evang. de S. Juan 28,1; Com. a los Salmos 26, sermón 2, 2; 56, 1; 60, 1; 127, 2,5; 130,1; 142,3; 147,19; Sermones 72, 2,2; 76, 1,1; 116, 6,6; 238, 3.

6.

0 Cfr. Juan Pablo II, Exhortación apostólica sobre la Vida Consagrada, n. 1.

7.

0 Cfr. Idem, nn. 84ss.

8.

0 Cfr. IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano, Documento de Santo Domingo, n. 85.

9.

0 Juan Pablo II, Exhortación apostólica sobre la vida consagrada, n. 37.

10.

0 Capítulo General 1989, Los Agustinos hacia el 2000, 3.2; Capítulo General 1995, Agustinos nuevos para el Tercer Milenio, documento programático, nn. 13-16.

11.

0 Capítulo General 1995, Agustinos nuevos...,, doc. programático, nn. 6, 11.

12.

0 Idem, n. 3.

13.

0 IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano, Documento de Santo Domingo, n. 35.

14.

0 Capítulo General 1989, Los Agustinos..., nn. 2-5; Capítulo General 1995, Agustinos nuevos..., doc. program. n. 17.

15.

0 Cfr. Pablo VI, Exhortación apostólica sobre la Evangelización en nuestros tiempos, n. 58; Juan Pablo II, Discurso inaugural a la IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano, n. 25; III Conferencia del Episcopado Latinoamericano, Documento de Puebla, nn. 640-642; IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano, Documento de Santo Domingo, nn. 61-63.

16.

0 Juan Pablo II, Discurso a los Agustinos con motivo del Capítulo General de 1995, n. 2.

17.

0 Capítulo General 1995, Agustinos nuevos..., doc. program., n. 12.

18.

0 Capítulo General 1995, Agustinos nuevos..., doc. program., nn. 13-16.

19.

0 Capítulo General 1989, Los Agustinos..., nn. 1-3.

20.

0 Capítulo General 1995, Agustinos nuevos..., doc. program., nn. 1-2.

21.

0 Ratio Institutionis Ordinis Sancti Augustini, nn. 119-121.

22.

0 Idem, n. 3.

23.

0 Cfr. Juan Pablo II, Discurso inaugural..., n. 16.

24.

0 Cfr. Capítulo General 1995, Agustinos nuevos..., doc. program., n. 10.

25.

0 Capítulo General 1995, Agustinos nuevos..., doc. program., n. 8.

26.

0 Miguel A. Orcasitas G., Carta a los Hermanos de la Orden en América Latina, Nov. 4, 1996.

27.

0 Capítulo General Intermedio 1992, La Comunidad agustiniana entre el ideal y la realidad, 1.3.

28.

0 Capítulo General 1989, Los Agustinos..., 3.1.

29.

0 Capítulo General Intermedio 1974, Documento de Dublín, n. 77; cfr. Capítulo General 1995, Agustinos nuevos..., programa capitular, recomendación n. 6;

30.

0 Cfr. Juan Pablo II, Exhortación apostólica sobre la Vida Consagrada, n. 99.

31.

0 Çapítulo General 1995, Agustinos nuevos..., doc. program., n. 26.