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Proyecto Hipona:
Corazón Nuevo
Encuentro Vida Sempre Nova
São Paulo, Brasil
mayo2003:

Crónica del Encuentro

Homilia de Apertura (Prior General)

Discurso de Apertura del Prior General

Comentario del Equipo de Animación sobre el Desarrollo del Proyecto

Comentarios

 

CAMINAR DESDE CRISTO
Comentario del Equipo de Animación

I. INTRODUCCIÓN AL DOCUMENTO

Al cumplirse el año 2001 el quinto aniversario de la Exhortación Apostólica Postsinodal “Vita consecrata”, la Congregación para los Institutos de Vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica  reflexionó en su Asamblea plenaria sobre la recepción y puesta en práctica de este importante texto del Magisterio sobre la vida religiosa.

Fruto de esta reflexión fue un nuevo Documento, titulado “Caminar desde Cristo”, publicado en la Fiesta de Pentocostés de 2002. Dividido en una introducción y cuatro partes, en realidad también podría resumirse más sencillamente en torno tres temas básicos:

§      situación actual de la vida religiosa

§      espiritualidad de la vida religiosa, y

§      acción y testimonio de la vida religiosa.

Nos ha parecido oportuno empezar nuestro Encuentro con una presentación resumida de “Caminar desde Cristo” porque, aunque el Documento no pretende ser de carácter doctrinal, sí quiere recordarnos que hoy el Espíritu llama a las personas consagradas a una constante conversión, y tiene además el acierto de recoger la teología renovada de la vida religiosa, tal y como aparece en la “Vita consecrata”.

Hoy en efecto, la teología de la vida religiosa, y también el mismo Magisterio después de la Vita consecrata, no consideran ya los tres votos o consejos evangélicos como el centro o el corazón de la vida religiosa. La pobreza, la castidad y la obediencia son únicamente medios –ciertamente medios muy importantes, pero medios- para vivir lo que de verdad constituye la identidad profunda de la vida religiosa: la consagración, la comunión y la misión.

Ser religioso es vivir la consagración , la comunión y la misión. La consagración como forma radical de vivir la fe: creo en Dios y quiero que toda mi vida esté siempre en sus manos, en su presencia, iluminada por su palabra. La comunión como forma radical de vivir la caridad, el amor cristiano, que nos reúne en la fraternidad comunitaria para compartir la vida. Y la misión como forma radical de vivir la esperanza, una esperanza activa que nos compromete a trabajar generosamente en la Iglesia y en el mundo. Para vivir así, los religiosos abrazan los consejos evangélicos, y hacen todo lo que hacen.

La consagración, la comunión y la misión, por otra parte, se entienden siempre en íntima interrelación, no pueden separarse sin falsificarse. Porque la verdadera consagración cristiana es siempre a la vez consagración a Dios y a los hermanos. Y la verdadera comunión cristiana es comunión con los hermanos, pero siempre también con Dios y en Dios. Y la verdadera misión no es simple actividad, tareas o trabajos, sino que se enriquece y adquiere identidad desde la consagración y la comunión.

Esta armonía interna entre las tres dimensiones teológicas fundamentales de la vida religiosa, se encuentra en nuestro Documento:

 A)  CONSAGRACIÓN:

Ser signo de la universal vocación bautismal a la santidad es la misión específica de la vida consagrada, especialmente importante en medio de la secularización actual.

Por eso, la vida consagrada es esencialmente seguimiento de Cristo, memoria del modo de existir y actuar de Jesús ante el Padre y los hermanos, relación de amor personal con el Señor (Jn 15,5; Flp 4,13; Vita cons. 22; Gal 2,20).

Toda la vida de consagración sólo puede ser comprendida desde este punto de partida: los consejos evangélicos tienen sentido en cuanto ayudan a cuidar y favorecer el amor por el Señor en plena docilidad a su voluntad; la vida fraterna está motivada por aquel que reúne junto a sí y tiene como fin gozar de su constante presencia; la misión es su mandato y lleva a la búsqueda de su rostro en el rostro de aquellos a los que se envía para compartir con ellos la experiencia de Cristo…Los votos con que los consagrados se comprometen a vivir los consejos evangélicos confieren toda su radicalidad a la respuesta de amor. La virginidad ensancha el corazón en la medida del amor de Cristo y les hace capaces de amar como Él ha amado. La pobreza les hace libres de la esclavitud de las cosas y necesidades artificiales a las que empuja la sociedad de consumo, y les hace descubrir a Cristo, único tesoro por el que verdaderamente vale la pena vivir. La obediencia pone la vida enteramente en sus manos para que la realice según el diseño de Dios y haga una obra maestra. Se necesita el valor de un seguimiento generoso y alegre (22)

B) COMUNIÓN:

La espiritualidad de la comunión es la espiritualidad propia de las personas consagradas, llamadas a ser expertas en comunión, capaces de fomentar y testimoniar la espiritualidad de la comunión. Es su tarea activa y ejemplar, a todos los niveles (en el interior de las comunidades , en la Iglesia y en la sociedad). Una tarea que exige personas espirituales, forjadas interiormente por el Dios de la comunión benigna y misericordiosa, y comunidades maduras donde la espiritualidad de la comunión es ley de vida, porque la santidad y la misión pasan por la comunidad, en la que el hermano/a se convierte en sacramento de Cristo y del encuentro con Dios (28).

Además, la vida consagrada es en la Iglesia signo de comunión, y está llamada a expresarlo hoy especialmente más allá de la comunidad religiosa o el proprio Instituto (29):

-         Comunión entre carismas antiguos y nuevos:

Entre diversos Institutos , movimientos, no se puede afrontar el futuro en dispersión

-         En comunión con los laicos:

Sólo en una eclesiología integral, donde las diversas vocaciones son acogidas en el interior del único Pueblo de convocados, la vocación a la vida consagrada puede encontrar su específica identidad de signo y de testimonio.

-         En comunión con los Pastores:

que realiza la coesencialidad en la vida de la Iglesia entre el elemento carismático y jerárquico.

C) MISIÓN:

- La comunión característica de la vida consagrada es una comunión misionera, que lleva al compromiso de la acción, a reconocer y servir a Cristo en el servicio y la solidaridad:.

El celo por la instauración del Reino de Dios y la salvación de los hermanos viene así a constituir la mejor prueba de una donación auténticamente vivida por las personas consagradas. He aquí porqué todo intento de renovación se traduce en un nuevo ímpetu por la misión evangelizadora (9).

Especial valoración merece el trabajo apostólico de las mujeres consagradas, los misioneros de “primera línea”, los dedicados a las obras de misericordia y el servicio a los excluídos, la educación (catequesis y apostolado intelectual), los medios de comunicación social…Sin olvidar la fecundidad apostólica de las monjas contemplativas y, sobre todo, el testimonio de amor supremo de quienes han sufrido el martirio. En todos ellos se manifiesta el dinamismo del Espíritu.

CONCLUSIÓN: Valentía para afrontar las pruebas y los retos (11-19)

Una mirada realista al mundo y a la Iglesia descubre también las actuales dificultades que afectan a la vida consagrada. Desde la fe, suponen una llamada a la purificación y la renovación para afrontar el desafío de descubrir el sentido y la calidad de la vida consagrada: Ante la disminución de miembros de muchos Institutos, el protagonismo de los laicos, la progresiva crisis religiosa de la sociedad…surgen no pocos interrogantes sobre la identidad y el futuro de la vida consagrada.

Junto al impulso vital, capaz de testimonio y de donación hasta el martirio, la vida consagrada conoce también la insidia de la mediocridad en la vida espiritual, del aburguesamiento progresivo y de la mentalidad consumista. La compleja forma de llevar a cabo los trabajos, pedida por las nuevas exigencias sociales y por la normativa de los Estados, junto a la tentación del eficientismo y del activismo, corren el riego de ofuscar la originalidad evangélica y de debilitar las motivaciones espirituales. Cuando los proyectos personales prevalecen sobre los comunitarios, pueden menoscabar profundamente la comunión de la fraternidad. (12)

Desde esta perspectiva, tan actual para nosotros en estos momentos, el Documento señala también algunos puntos concretos a tener en cuenta para la renovación de la vida religiosa:

La función de los superiores y superioras

La formación permanente

La animación vocacional

Los caminos formativos

Algunos retos particulares: Entre otros muchos, los interrogantes sobre las obras tradicionales (hospitales, colegios, casas de retiro…) para encontrar caminos creativos, y la temática de la inculturación.

Y subraya que no es posible que los consagrados permanezcan al margen de los grandes problemas actuales:

§      El desequilibrio ecológico, por el ritmo acelerado de consumo de recursos de los países ricos y el consiguiente empobrecimiento de los demás

§      La causa de la paz, amenazada por la pesadilla de guerras y catástrofes

§      El vilipendio de los derechos humanos fundamentales

Pero sin  entrar ya en más detalles concretos, nosotros continuaremos nuestra reflexión comentando el Documento desde la espiritualidad agustiniana (Mario Mendoza) e intentando su aplicación en la dinámica del Proyecto Hipona (Fernando Zarazúa). 

II. UN COMENTARIO DESDE LA ESPIRITUALIDAD AGOSTINIANA

A) COMUNIDAD: SCHOLA AMORIS.

La instrucción Caminar desde Cristo en su segunda parte, al tratar “la valentía para afrontar las pruebas y los retos”, se entretiene a revisar la calidad de vida de los religiosos de un Instituto (n. 12-14), la atención a la formación inicial y permanente y la animación vocacional (nn. 15-19). Esta sección, como señalaba Miguel Angel Keller, adquiere una mayor importancia, ya que al interno del documento se encuentran puntos altamente sugestivos para nuestra renovación personal y circunscripcional. Se afirma que “si se ha subrayado la necesidad de la calidad de vida y el cuidado que se debe tener con las exigencias formativas es porque parecen ser los aspectos más urgentes” (n. 19). En efecto, la propuesta de la Iglesia, en los últimos años ha sido la de considerar a todas la comunidades como una schola amoris, donde todos los miembros de la comunidad local estamos llamados a poner en práctica una “pedagogía evangélica del Seguimiento de Cristo y de la transmisión del carisma” (n. 17) por la asimilación de los sentimientos de Cristo hacia el Padre. Por ello, se ha hablado de las comunidades como:

-    escuela de santidad,

-    escuela de comunión, y

-    escuela de inculturación.

El documento señala un peligro real, es decir, “que las elecciones subjetivas, los proyectos individuales y las orientaciones locales se sobrepongan a la regla, al estilo de vida comunitaria y al proyecto apostólico del Instituto” (n. 18). Se constata que, “la interculturalidad, las diferencias de edad y el diverso planteamiento caracterizan cada vez más a los Institutos de vida consagrada”, lo que significa que, las escuelas de santidad y comunión en ocasiones han integrado estos elementos en forma satisfactoria y gratificante, otras, desafortunadamente, provocando serios descalabros y agotamiento. Por eso, sobre todo en la comunidad agustiniana, deberíamos estar educados “en el diálogo comunitario en la cordialidad y en la caridad de Cristo, enseñando a acoger las diversidades como riqueza y a integrar los diversos modos de ver y sentir” teniendo una sola alma y un sólo corazón, orientados y en camino, hacia Dios, acogiendo todos los buenos consejos contemplados en la Regla y asumiendo responsablemente nuestras Constituciones.

Desde esta perspectiva, “la vida consagrada decididamente debe caminar desde Cristo, contemplando su rostro, favoreciendo los caminos de la espiritualidad como vida, pedagogía y pastoral”, ya que dice el Documento, “la palabra del Maestro debe sucitar en todos sus discípulos y discípulas un gran entusiasmo para recordar con gratitud el pasado, vivir con pasión el presente y abrirnos con confianza al futuro” (n. 19). Para ello, la tercera parte, sobre la vida espiritual en el primer lugar y, la cuarta, sobre el testimonio del amor fraterno, son las partes complementarias con las que se insiste, para lograr este lindo y bello propósito, y que podríamos revisar a la luz de nuestros proyectos operativos.

B) CRISTO: MAESTRO INTERIOR.

Ahora bien, “lograr que nuestros corazones escuchen las palabras del Maestro interior”, este es el objetivo de la formación permanente y, sin duda alguna, el proceso de conversión para lograr la santidad comunitaria. Precisamente, al interno de esta parte segunda, sobre “los riesgos y pruebas de la vida consagrada”, ya se delínean algunas pautas importantes, sobre todo al protagonismo de animación, comprendido como un sólo canal de SERVICIO, tal y como lo ejercicieron los fundadores, un servicio que se concretiza en descubrir el sentido y la calidad de la vida consagrada de la comunidad. Sobre los Superiores afirma que este servicio de animación “requiere una presencia constante, dice la instrucción, capaz de animar y de proponer, de recordar la razón de ser de la vida consagrada, de ayudar a las personas que se les han confiado a una fidelidad siempre renovada a la llamada del Espíritu” (n. 14).

Precisamente, Agustín, quien como recordarán, privilegia el tema del Maestro interior, dándole una impronta cristológica y penumatológica en su famoso diálogo sobre el Maestro, aunque no sólo, ya que a él asocia el argumento del “hombre interior” y desde luego, la interioridad. El famoso aforismo “Noli fora ire, in teipsum redi, in interiore homine habitat veritas” (Sobre la verdadera religión 39,72) [no salgas fuera de ti, permanece en ti mismo, porque en el hombre interior se encuentra la verad] encuentra su correspondiente en el Comentario al evangelio de San Juan con una ligera variante: “redi ad cor...quia ibi est imago Dei. In interiore homine habitat Christus, in interiore homine renovaris ad imaginem Dei” (Tratado 18,10) [vuelve al corazón, mira allí qué es lo que tal vez sientes de Dios: allí está la imagen de Dios. En el hombre interior habita Cristo, y en el hombre interior serás renovado según la imagen de Dios]. Como se puede apreciar, de la enunciación, por el principio del Cristo total (Christus Totus), la Cabeza se corresponde en los miembros y los miembros se identifican en la cabeza, de manera que en la escuela del Señor, donde todos somos discípulos, todos los miembros también estamos comprometidos a ejercer una dimensión pedagógica, tal y como se pretende de la Comunidad, para que sea realmente una schola amoris. De hecho, la inhabitación agustiniana, no es otra cosa que mirar este aspecto práctico de Cristo que renueva la imagen del hombre, en el interior y desde su interior.

Comentando las palabras de Juan: “Si nosotros nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su perfección” (1 Jn. 4,12), Agustín afirma: “Empieza a amar y serás perfecto. ¿Has empezado a amar? Pues Dios ya ha empezado a habitar en ti. Ama al que ya ha empezado a habitar en ti para que, habitando aún más perfectamente, te haga perfecto” (Comentario a la 1 Jn., Tratado 8,12).

El texto apenas señalado, viene a confirmar este aspecto pedagógico. Una pedagogía que supone un amor entrañable al hermano, capaz de crear un lazo de comunión que nos haga sentirnos hermanos. Supone también amar su propia cultura, para poder entenderlo, y para poder establecer una espiritualidad de comunión con èl. Para Agustín, la superación de las dificultades comunitarias se encuentra en un ámbito de mutuo amor, y es que en su concepción del evangelio, “el mandamiento nuevo, se llama nuevo porque renueva” (Comentario a la 1 Jn., Tratado 10,4). En efecto, “si amas a la Cabeza, amas también a los miembros; y si no amas a los miembros, tampoco amas a la Cabeza” (Idem., 10, 3: cfr. 1 Jn. 4,20).

C) ASPECTOS PRÁCTICOS:

La instrucción Caminar desde Cristo reconoce, de hecho, que “cuando se parte de Cristo la espiritualidad de comunión se convierte en una sólida y robusta espiritualidad de la acción de los discípulos y apóstoles de su Reino. Para la vida consagrada esto significa comprometerse en el servicio a los hermanos en los que se reconoce el rostro de Cristo. En el ejercicio de esta misión apostólica ser y hacer son inseparables, porque el misterio de Cristo constituye el fundamento absoluto de toda acción pastoral” (n. 34). En este sentido, uno de nuestros capítulos generales ha llamado a la comunidad, el “gimnasio del amor” (CGO’95, 11), pues en ella, y sólo por amor somos capaces de acoger, compartir y promover a los demás, tal y como Agustín soñó un día, al renunciar a todo y vivir en comunión de vida y de bienes: “¿Por qué quieres vivir en Comunidad con tus amigos?” Se pregunta Agustín en el libro de los Soliloquios, y se responde a sí mismo: “para buscar en amistosa concordia el conocimiento de Dios y del alma. De este modo, los que primero lleguen a la verdad podrán comunicarla sin trabajo a los otros” (Soliloquios, I, 12,20).

No nos sorprenda entonces que en un tiempo de profundas transformaciones, la formación inicial y permanente deberá estar atenta a arraigar en el corazón de los consagrados los valores humanos, espirituales y carismáticos necesarios que los hagan aptos para vivir una fidelidad creativa, en la estela de la tradición espiritual y apostólica de la Orden (cfr. n. 18), enriqueciendo con la jovialidad de nuestros religiosos los apostolados, obras y servicios, pero donde ciertamente nos apremia dárles una impronta más agustiniana, pues “esta multiplicación de iniciativas demuestra la importancia que la planificación tiene en la misión, cuando se quiere actuar no de manera improvisada, sino orgánica y eficiente” (n. 36).

Ahora bien, una vez más viene a resaltar la figura y el papel de los Aniamdores, entre ellos el Superiores Mayor y el Superior Local, como verdaderos animadores del crecimiento personal y comunitario, y cuyo papel magisterial es insustituible según nuestras Cosntituciones (Const. 160 a), y con él en forma corresponsable y participativa, las diversas instancias y niveles de decisión, diálogo y discernimiento, al testimoniar el amor incondicional de Dios hacia nosotros. O como afirma la instrucción: “Ningún superior puede renunciar a su misión de animación, de ayuda fraterna, de propuesta, de escucha, de diálogo. Sólo así toda la comunidad podrá encontrarse unida en la plena fraternidad y en el servicio apostólico y ministerial” (n. 14).

Por esta razón, precisamente porque en manera especial la renovación, revitalización o refundación de la circunscripción en parte está en vuestras manos como Maestros y Animadores, quizá por ello el siguiente comentario de Agustín se hace actual a nuestros oídos, invitándonos a una conversión sincera y, sopesando nuestro servicio de animación en la schola amoris:

Así debe ser el cristiano para que no se crea superior a los demás hombres. Dios le ha concedido estar por encima de los animales, es decir, lo ha hecho superior a ellos. Es un don natural y, por tanto, siempre estarás por encima de ellos. Pero pretendes ser superior a otro hombre, lo envidiarás cuando veas que es igual a ti. Debes querer que todos los sombres sean iguales a ti y, si superas a alguien en sabiduría, debes querer que él también sea sabio. Mientras vaya retrasado respecto a ti, está en tu escuela; mientras sea ignorante, te necesita; tú pareces su maestro y él es inferior porque es tu discípulo. Si no quieres que sea iguala ti, es que pretendes que sea siempre tu discípulo. Y si quieres que sea siempre tu discípulo, es que eres un maestro envidioso. Y si eres un maestro envidioso, ¿eres realmente un maestro? Te ruego que no le enseñes a ser envidioso como tú. Escucha lo que dice el apóstol hablando de las entrañas de la caridad: «quisiera yo que todos los hombres siguiesen mi ejemplo» (1 Cor.7,7). ¿Cómo podía querer que todos fueran iguales a él? El era superior a todos, justamente porque el amor le movía a desear que todos fueran iguales a él. Por tanto, el hombre se ha pasado de la raya. Demasiado avaro, él, que fue creado superior a los animales, quiso situarse por encima de los hombres. Y claro, eso es pura y simple soberbia. (Comentario a la 1 Jn., Tratado 8, 8).

Con estos elementos de espiritualidad agustiniana, a cada Equipo de Animación le corresponde hacer una evaluación, respecto a la actitud de amor, de servicio y de testimonio, con el cual está acompañando su propio Proyecto operativo.

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