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GUIA PARA DÍA DE RETIRO
Noviembre 2005
EL DESAFÍO DE LA GRAN UNIÓN
Oración Inicial
Dios Creador nuestro, que nos amas
ayúdanos a experimentar tu amor en comunidad
y a dar testimonio a todos de tu amor.
Jesús, Señor y Hermano nuestro,
que viviste entre los pobres,
ayúdanos a estar atentos a la realidad en que vivimos,
a inculturarnos y a optar por los más necesitados y postergados.
Espíritu Consolador, anima nuestras comunidades
y ayúdanos en el proceso de diálogo, reconciliación y comunión
para poder responder con fidelidad a lo que nos pide la Iglesia de nuestro
tiempo
una nueva evangelización desde tu Palabra y desde nuestra espiritualidad
agustiniana.
Introducción
Estamos en la Etapa Operativa del Proyecto Hipona Corazón Nuevo, el momento
de implementar las decisiones tomadas y plasmadas en el plan elaborado por
nosotros mismos durante la etapa anterior.
A la vez, estamos culminando el periodo del Jubileo Agustiniano con la
celebración del 750 aniversario de la Gran Unión, acontecimiento que
deseamos revivir de alguna forma en nuestra circunscripción con la
realización de un evento significativo.
Podríamos sencillamente celebrar este aniversario de forma ritual, sin tomar
en cuenta el desafío que nos representa. Sería una equivocación, y
justamente por eso tomamos el tema de la Gran Unión y el reto que significa:
todavía 750 años después nos ofrece la oportunidad de profundizar nuestra
vocación mendicante como elemento esencial de la vida agustiniana aquí y
ahora.
El Carisma Mendicante de la Orden de San Agustín
(Se puede dar copia a cada hermano para la lectura y reflexión personal,
seguido por un tiempo de diálogo sobre los puntos más impactantes y
cuestionantes)
Hemos hecho grandes esfuerzos desde el Concilio Vaticano II para la adecuada
renovación de nuestra vida, tomando como inspiración la orientación ofrecida
en Perfectae Caritatis que ordena: “el retorno constante a las fuentes de
toda vida cristiana y a la primigenia inspiración de los Institutos, y una
adaptación de éstos a las cambiadas condiciones de los tiempos”. Esto nos
obliga a preguntarnos quiénes somos en la Iglesia, cuál es nuestro carisma y
cómo lo vivimos.
Justamente ahora, durante este tiempo jubilar, nos conviene redescubrir cómo
el ideal agustiniano fue reinterpretado por la Sede Apostólica forjándolo en
la conformación de una Orden Mendicante.
Contexto histórico
La sociedad medieval de los siglos XII y XIII asistía a una revolución
interna provocada por factores económicos. El señor feudal, gran
terrateniente, en función de una economía netamente agrícola, es desplazado
paulatinamente por la incipiente industria, casi toda textil, que iba
creando el primer capitalismo a través del comercio. Los nuevos potentados
se encuentran en la ciudad, promotora de una sociedad nueva, dinámica y
agresiva.
Tal sociedad se le estaba escapando de las manos a la iglesia, con su clero
poco dedicado a la actividad pastoral, preocupado más bien por sus
beneficios. Los monjes por su parte vivían en los aislado monasterios
alejados de las ciudades, inmersos en las estructuras seculares, ya que los
abades se habían convertido por derecho y de hecho en señores feudales.
Por otra parte, debido al abandono espiritual que sufría, el mismo pueblo
cristiano asumió una actitud crítica ante el clero. A esta realidad se
añadía la aparición de predicadores itinerantes urgiendo reforma con fervor,
provocando como consecuencia una actitud antieclesiástica.
¿Podemos encontrar alguna relación entre el contexto histórico del
nacimiento del movimiento mendicante y nuestros tiempos?
Respuesta al desafío histórico: Las Ordenes Mendicantes
Será en este contexto en el que surjan las Órdenes Mendicantes, cuyo
objetivo será dar testimonio en la nueva sociedad de los valores de la vida
apostólica para responder a los nuevos retos que esa sociedad exigía a la
Iglesia. Para esto las Órdenes tendrán un nuevo concepto de Iglesia,
derivado de la reforma gregoriana. Un esquema piramidal en cuyo vértice está
el Papa, de quien los obispos, los párrocos y los mismos mendicantes reciben
sus poderes.
¿Con el cambio de paradigma o concepto que la Iglesia tiene sobre sí para
poder presentarse al mundo obrado en el Concilio Vaticano II – de pirámide a
Pueblo de Dios, comprendiéndose como Misterio de Comunión – qué cambios de
modo de ser y actuar resultarán indispensables para la vida religiosa
actual?
Podemos identificar algunas de las características principales de las
Órdenes Mendicantes:
*Ordenes Clericales: Las ciudades reclamaban un clero que realmente
respondiera a sus necesidades; por tanto, la Santa Sede progresivamente ha
clericalizado las Órdenes Mendicantes para ponerlas al frente de la
construcción de una sociedad cristiana. Se buscaba también una mayor
estabilidad para evitar movimientos espontáneos de predicadores itinerantes.
*Ordenes Centralizadas: A diferencia la estructura monacal, en la que el
individuo profesaba estabilidad en el monasterio donde pronunciaba sus votos,
los Mendicantes se presentan como un cuerpo único, fuertemente centralizado,
en cuya base está la comunidad local, pero todas las comunidades dependen
del único Prior General a quien se emiten todas las profesiones. La división
en Provincias es puramente administrativa; no son autónomas. Cada hermano
debe sentirse disponible para las necesidades y actividades de su Orden.
*Pobreza: Frente a la pobreza individual practicado por los monjes – que se
contradice con el carácter feudal del abad y las abadías ordinariamente
ricas, sobre todo en tierras - los mendicantes renuncian a toda posesión,
incluso colectiva, sin aceptar rentas, ni dinero. Se mantienen de la limosna,
rechazando el sistema capitalista que comienza a reinar en la ciudad,
proponiendo una sociedad fraterna donde todos sus miembros se encontrarán en
el mismo plano, económico y humano, solidarizándose el uno con el otro. De
allí la necesidad de establecerse en las ciudades para garantizar su
manutención.
*Ordenes Urbanas: Esta residencia en ciudades trae consecuencias: es un
cambio radical en la concepción de la vida religiosa, ya que no se trata de
una fuga del mundo, ni de la construcción de una ciudad de Dios, aislada,
sólo para los santos, mentalidad propia de los monasterios. La fuga será
ahora de cualquier forma de poder y posesión. Esta mentalidad intenta
envolver a toda la sociedad, utilizando como instrumento las
confraternidades y terceras ordenes.
En este año del Jubileo Agustiniano estamos dedicando un espacio a
incentivar y fortalecer la amplia Familia Agustiniana, invitando a
participar de modo más pleno en nuestra vida a los laicos. ¿Qué más podemos
hacer en este sentido en nuestra circunscripción y comunidad local?
*Espiritualidad Mendicante:
a) Fraternidad: Igualdad entre todos los hermanos, sin clases sociales
derivadas de los bienes materiales, ni de la nobleza de sangre ( no hay ya "Dominus-Señor,
sino Frater-Fray). No habrá conventos para nobles e incluso los no-clérigos
pueden acceder a la guía de la comunidad.
b) Pobreza: Entendida no sólo como un modo para liberarse de las cargas
temporales y de los lazos con los potentados, sino también como un modo
privilegiado de testimoniar el evangelio con la vida, e imitar al Maestro,
pobre y humilde.
c) Itinerancia: Ligada al trinomio reformista del siglo XII:
pobreza-itinerancia-predicación. En contestación a la estabilidad e
instalación monásticas. Consecuencias: inseguridad de alojamiento y
mendicidad en la línea de asemejarse a Cristo pobre y a los pobres.
d) Imitación de los Apóstoles: Insistencia en la concordia en que vivían los
apóstoles y su total comunión de bienes. También incluye el envío de los
Apóstoles de dos en dos a predicar.
Por todas las consecuencias que se derivan de este tipo de vida, los
mendicantes serán considerados por el Papado como los defensores de la fe,
los salvadores de la Iglesia. Hoy también este carisma mendicante nos
presenta interrogantes que deben afectar profundamente nuestra vida:
• ¿Cómo recuperar esa elasticidad que permitía a los mendicantes solucionar
los problemas eclesiásticos o de su propia Orden, en el lugar y el tiempo
oportunos y con el personal adecuado?
• Ellos se convirtieron en los teólogos de la Iglesia; ¿nosotros nos hemos
preocupado por la especialización de nuestro personal para poder estar
presentes en el mundo cultural de nuestro entorno?
• Ellos se situaron desde la óptica del pobre, convirtiéndose en un signo
profético; hoy la Iglesia de nuestro continente nos pide una transformación
en este sentido; ¿seremos capaces de asumirlo?
Volvemos a la fuente principal, las Sagradas Escrituras, para alimentar
nuestra reflexión (Marcos 2, 19-23):
EL VINO NUEVO EN ENVASES NUEVOS
Un día estaban ayunando los discípulos de Juan el Bautista y los fariseos.
Algunas personas vinieron a preguntar a Jesús: "Los discípulos de Juan y los
de los fariseos ayunan; ¿por qué no lo hacen los tuyos?" Jesús les contestó:
"¿Quieren ustedes que los compañeros del novio ayunen mientras el novio está
con ellos? Mientras tengan al novio con ellos, claro que no pueden ayunar.
Pero llegará el momento en que se les arrebatará el novio, y entonces
ayunarán. Nadie remienda un vestido viejo con un pedazo de género nuevo,
porque la tela nueva encoge, tira de la tela vieja, y se hace más grande la
rotura. Y nadie echa vino nuevo en envases de cuero viejos, porque el vino
haría reventar los envases y se echarían a perder el vino y los envases. ¡A
vino nuevo, envases nuevos!"
Diálogo Comunitario
• Compartimos los puntos de este texto que nos han parecido más impactantes,
que tienen mayor significado o relevancia para nosotros como agustinos en
este lugar y en este momento histórico.
• ¿Cuál será el próximo paso posible de parte de nuestra comunidad local y
de nuestra circunscripción en nuestra conversión, nuestra participación en
el retorno constante a las fuentes de la vida cristiana y de la vida
agustiniana?
Oración Final
Nos unimos a los agustinos de todo el continente y del mundo entero para
rezar juntos:
Dios, Padre de bondad:
Tu presencia misteriosa y constante nos ha acompañado a lo largo de los
siglos.
Nos has dado a tu siervo Agustín como guía y modelo.
Tu belleza y tu bondad hacen que te deseemos cada vez más.
La gracia de tu Hijo Jesucristo ha suscitado numerosos servidores de la
Iglesia,
y tu Espíritu ha obrado entre nosotros maravillas de santidad.
Por todo esto, los hijos de Agustín te damos gracias.
Y te pedimos que alimentes en nosotros
la esperanza de sentirnos siempre bajo el amparo de tus alas.
Protégenos y danos aliento.
Haz que volvamos a ti cuando pecamos y que permanezcamos fieles.
Sé hoy nuestra fuerza y nuestra luz para que vivamos con fe y santidad,
con esperanza y alegría, con amor y en unidad.
Guía nuestros pasos inquietos hacia tu paz, la paz de la ciudad de Dios,
en la que al fin reposaremos y veremos tu rostro,
te veremos y te amaremos, te amaremos y te alabaremos eternamente.
Amen.
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