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DERECHOS HUMANOS EN TIEMPOS DE EXCLUSIÓN


Durante el año de 1948 la conciencia de la humanidad se resintió. En la primera mitad del siglo dos guerras mundiales echaron por tierra el sueño del progreso y del desarrollo que surgió en el siglo XIX.

Los sobrevivientes de esta catástrofe se vieron en la obligación de gritar, de manifestar su indignación y de buscar nuevos caminos capaces de construir el futuro. Surge en este contexto la "Declaración Universal de los Derechos Humanos" como utopía, proyecto y sueño.

Ya han pasado 50 años desde aquella declaración. Evaluando este periodo de la historia con ojos lúcidos es fácil entregarse al desánimo.

Recordemos algunos hechos:

  • Represión en los países del Este europeo.
  • "Guerra fría" que justificó infinidad de aberraciones.
  • Las guerras de Vietnam y Corea.
  • Represión en China.
  • Fundamentalismo islámico o de otra ideología cualquiera.
  • Regímenes militares en América Latina: represión, desaparecidos, dictaduras, ideología de la Seguridad Nacional.
  • Conflictos en África, genocidio en masa, colonialismo.
  • Explotación por parte del Primer Mundo, generando países pobres, miseria, caos, dependencia y muerte. Neoliberalismo.
  • "Guerra del Golfo" que estableció definitivamente lo que se entiende por una nueva orden mundial.
  • Conflictos étnicos en Europa central con la complicidad de las grandes potencias.

A pesar de todos estos conflictos el sueño continúa. Pero hoy se impone el hecho del cambio en el contexto mundial. Se hace necesario, ahora, cuando entra el nuevo milenio, redescubrir el nuevo significado de los Derechos Humanos.

Hablar de Derechos Humanos cuando la inmensa mayoría los tienen negados, pisoteados, no es nada fácil. Se trata de una tarea urgente e imprescindible. No es una cuestión académica, sino vital, podemos decir de sobrevivencia. Mientras una minoría cuenta con todos los privilegios provenientes del poder político, cultural, económico, jurídico,... dos tercios de la humanidad camina hacia la imposibilidad de sobrevivir o, como máximo, buscar una estrategia de sobrevivencia para el día siguiente.

Tratar de los Derechos Humanos significa profundizar en el derecho de vivir, y vivir dignamente. Es tener la osadía de interrogar los derechos universales desde la perspectiva de la humanidad humillada y violada. Esta perspectiva es importante en el actual contexto por causa de los riesgos de asumir compromisos con ciertos ideologismos, idealismos inconsecuentes con relación a los derechos inalienables del pueblo. Por eso, la lucha por los Derechos Humanos se da en nuestra realidad a través de la promoción y defensa del derecho a la tierra, al saneamiento básico, al trabajo, a la seguridad social, a la salud integral, a la educación, etc. sea, la afirmación de los imperativos básicos para la vida digna y justa.

La fuerza de la lucha por los Derechos Humanos se afirma en la constatación del aumento del caos social, lo que significa para los pobres la exclusión social. Los datos oficiales confirman que la propia raíz del caos está en las mismas políticas oficiales. Por ejemplo, comentando nuestra realidad brasileña encontramos que: "Brasil es el campeón mundial de concentración de renta riqueza y desigualdad social; aquí, los 10% más ricos son dueños del 4% de todo lo que se produce; y, también, es campeón de pagos de intereses al exterior – cerca del 50% de los Presupuestos de la Unión son para pagar los intereses; es el campeón de la deuda externa – se saltó de US$ 98 billones a US$ 179 billones en cuatro años; las condiciones de vida se comparan a la de los países más pobres del planeta: 44% de la población gana menos de US$ 2. - por día; 18% de la población está por debajo de la pobreza absoluta; 17% de analfabetos adultos; solamente 41% de la población cuenta con alcantarillado; de mil niños que nacen, 52 mueren; la tasa de paro es de 18,9%; somos el segundo país del mundo con mayor concentración de propiedad de tierra (cf. artículo de Stélide, Folha de São Paulo, 05/07/98)". Todo contribuye para una profunda y seria aportación social.

Todo viene a indicar que el imperativo ineludible y cristalino es el siguiente: "libera al pobre, al excluido". En una sociedad donde no se testimonia la justicia con relación a los penalizados de siempre (ancianos, enfermos, niños abandonados, desempleados, indios, mujeres prostituidas, campesinos, etc. ) hay que cobrar de la acción de los Derechos Humanos un alzarse, sobre los insignificantes/inaprovechables para la lógica de exclusión, a través de la actitud samaritana (Lc. 10). Esta diaconía samaritana es el compromiso político, pues es el que lleva a erradicar las causas político-sociales que producen la permanente y cruel violación de la vida. Así, pensar y asumir un compromiso con los Derechos Humanos consiste al mismo tiempo tanto en alimentar la generación del hombre nuevo y de la mujer nueva, como trabajar por la reestructuración de las instituciones, de los poderes,... donde la liberación de todo lo que oprime y asesina la vida vaya siendo un proceso continuo y profundo.

Ante la situación de indiferencia con la vida y frente al sueño de la justicia recreativa, parece que la lucha por los Derechos Humanos implica asumir una práctica que tenga como desafío:

  • a) un compromiso con la soberanía – para llevar a los pueblos a una "autonomía decisoria" ante una globalización excluyente;
  • b) un compromiso de solidaridad, visando erradicar desigualdades en la distribución de poder, de cultura, de riqueza, de renta;
  • c) un compromiso con la construcción de la democracia, de la ciudadanía – donde el pueblo sea sujeto en y del proceso histórico;
  • d) un compromiso con la ética política que se oponga a la exclusión social y a la destrucción de la naturaleza, partiendo especialmente de las organizaciones alternativas.

El futuro del planeta podrá estar garantizado partiendo de la defensa de la VIDA, lo que exige urgentemente la promoción de los Derechos Humanos de todos los pueblos. Ahí tenemos la gran UTOPÍA que tendrá que movilizar el compromiso de todos.