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Agustin, Activista Político y Defensor de los Derechos Humanos


Entre los muchos atributos relacionados con el nombre de Agustín: obispo, teólogo, filósofo, Padre de la Iglesia, Doctor de la Iglesia Doctor de la Gracia, Martillo de los Herejes, el de "activista político", no encaja inmediatamente en la mente como el mejor conocido o el más convincente. Sin embargo, por muchas razones, algunas de las cuales quisiera identificar ahora, Agustín podría adecuadamente ser llamado el "Padre del Activismo Político Cristiano". Esta asociación podría inicialmente aparecer como anacrónica para algunos; a otros, podría parecer inadecuada. A los del último grupo, que piensan mas en las líneas criticas, podrán recordar el rol de Agustín en la controversia donatista en conjunción con el slogan "compelle intrare", por el cual Agustín es mayormente recordado en esta historia, y por el cual ha sido llamado mas de una vez en tiempos modernos, el "Padre de la Inquisición".

Aquellos, por otro lado, que son más positivos en cuanto al papel político de Agustín pero que piensan que el activismo político cristiano es algo relativamente nuevo en la Iglesia, ubicado no mas atrás que al inicio del periodo moderno de la historia, podrán encontrar difícil el entender como un obispo del quinto siglo que vivió en la sociedad del tardo Imperio romano podría ser un activista político en el significado actual del termino, y como tal, un defensor de los Derechos Humanos.

I

Activista político

Podría ser útil, por lo mismo, definir que entiendo por el término "activista político" en el contexto de Agustín. Llamo activismo político a los esfuerzos coordinados por introducir cambios estructurales o sistemáticos en instituciones políticas de una sociedad, de tal modo que estos resulten más efectivos en promover la justicia social y la dignidad de la persona. De acuerdo al uso de este termino activismo político, no se identifica con trabajo de caridad hacia los pobres y oprimidos, como el manejar cocinas populares o albergues nocturnos. Activismo político se refiere, mas bien, con el lograr una serie de cambios estructurales dentro de los mecanismos políticos, instituciones y políticas de una sociedad, como los que se refieren a las leyes, impuestos, educación, ejercito, seguridad publica, justicia, defensa jurídica, ambiente, asistencia social y derechos humanos y civiles. De acuerdo a esta definición, un activista político podría nunca ver un pobre u oprimido para trabajar por sus mejores intereses. Los activistas promueven justicia social tratando de cambiar estructuras políticas injustas que oprimen a las personas.

Cuando el activismo político se toma como respuesta al Evangelio y en comunión con la Iglesia, se convierte en una actividad apostólica y pastoral. Este es el caso de San Agustín. Su activismo político fue una actividad eclesial y pastoral, una forma de evangelización. Por lo que él nunca vio su activismo político como una forma de comprometer su rol de obispo católico. Un intercambio de cartas entre Agustín y un oficial imperial de alto rengo, del cual ya hemos hecho referencia antes, aclara este punto. Macedonio era un católico que, como vicario imperial para el África, estaba encargado de la administración de la justicia en todas las provincias romanas del África y era, por lo mismo, uno de los más potentes católicos en el gobierno. Veía a Agustín como amigo y como padre espiritual, sin embargo, rechazaba las peticiones del obispo pidiendo clemencia para los criminales condenados a muerte. En su carta, Macedonio dijo a Agustín que el no creía que los obispos debieran intervenir en los casos que se referían a la pena de muerte ya que esto "nada tenía que ver con la religión". Agustín respondió al vicario imperial explicándole que, ya que la sociedad necesita leyes y penas con el fin de funcionar justamente, también requiere que el Evangelio sea predicado contra los excesos de crueldad que promueven injusticias e impiden la reforma de los criminales. Por lo que él insiste que los obispos estaban actuando correctamente intercediendo con los oficiales civiles pidiendo clemencia hacia los condenados.

En esta carta, Agustín indirectamente pone en claro que el no ve la esfera política secular fuera de la Iglesia y, por lo mismo, mas allá de la misión de la misma. Instituciones y mecanismos políticos, como los que se encargan de la pena de muerte, invitan a un reto y critica basados en el Evangelio que pueden llevar a la reforma política, la promoción de la justicia y del bien de la persona. Aun cuando es cierto que la carta se refiere solo a la pena capital, justicia criminal y reforma penal, porque también se refieren a estos casos en contra de las cuestiones más amplias de la actividad política episcopal al intervenir en asuntos políticos no concernientes directamente con la Iglesia, se puede correctamente ver aún en términos mas generales de un capitulo agustiniano del activismo político.

Clarificando la definición de activismo político en su contexto cristiano y eclesial, quiero distinguirlo, asimismo, tanto del criticismo político como de la disidencia. El criticismo político se refiere al activismo que implica una critica de ciertas instituciones públicas o políticas gubernamentales. Así, cuando Agustín arguye en contra de Macedonio, que los obispos están ejerciendo su oficio pastoral legítimamente cuando intervienen en contra de la aplicación indiscriminada de la pena de muerte, también carga a los oficiales de excesiva crueldad y grande insensibilidad en cuanto a la reforma de los criminales. Así entra no solo en activismo político, sino en critica política. De esta forma. Agustín demuestra que no todos los casos de critica conllevan al activismo. Como hemos señalado en ponencias anteriores, un gran problema de Las Confesiones puede ser leído como genuina crítica política, y lo mismo, es cierto, en La Ciudad de Dios. En las Confesiones, Agustín critica la educación romana que él recibió porque ésta nutre ambiciones que dejan secuelas en el joven en lugar de estimular en él reverencia por la justicia y respeto por la vida humana. Poco después, critica la corte imperial de Milán por la legitimación de la decepción política a costa de ofrecer al público un asentamiento de fiar en lo que se refiere a la seguridad imperial. En la Ciudad de Dios critica las ya antiguas políticas expansionistas de los emperadores romanos como inherentemente injustas, y hace eco de otras criticas políticas, como las del historiador clásico Salustio, cuando culpa este imperialismo romano como causa de la ruptura de la justicia social entre los habitantes del imperio. Critica política puede también encontrarse en los menos conocidos escritos agustinianos como el Contra mendacium, donde arguye en contra de la moralidad de las mentiras dichas por oficiales públicos aun cuando se encuentran inmiscuidos en actividades, tales como el espionaje, conectados con la defensa de la seguridad social. De hecho, probablemente hasta ahora estamos descubriendo la profundidad de la critica política contenida en los escritos publicados de Agustín. Aun por su variedad, riqueza política e importancia, estos ejemplos de critica política no constituyen activismo como lo hemos definido, ya que no representan directas intervenciones en el proceso político dirigidas a reformas particulares que llevaran a promover justicia social en una forma inmediata y concreta.

Activismo político, en su ultima forma eclesial y cristiana, puede y debe ser distinguida de la disidencia política, especialmente cuando abarca violencia en contra de los oficiales públicos o contra el Estado. Activismo, dirigido hacia la reforma de las instituciones, procesos y políticas, implica casi por definición un marcado respeto hacia la autoridad y legitimidad del Estado. Este respeto no necesita ser considerado como absoluto, ni tampoco como una alineación a-crítica. Sin embargo, el perjuicio de un activista político estará en favor de la legítima autoridad, al menos en el ámbito fundamental, y el activista reconocerá la responsabilidad que esta autoridad tiene al promover el bien publico y el de cada ciudadano, responsabilidad que le es inalienable.

Para Agustín existen principios teológicos que apoyan esta posición. Primeramente, reconoce un orden divino detrás de la autoridad civil. Entendiéndolo de esta forma, los oficiales civiles legítimamente establecidos deberán ser obedecidos a menos que ordenen algo en contra de la ley divina. Agustín tiene en mente a los mártires cristianos cuando formula este principio, y cuando permite en teoría la posibilidad de una desobediencia civil no violenta y consciente fuera del martirio, no es fácil imaginar casos en los que el pueda pensar como aplicación justificable. En ningún caso podría ser entendido como un principio que justificara la insurrección armada o la violencia en contra de las personas, propiedades o instituciones públicas. Un segundo principio teológico que apoya el rechazo de Agustín de la disidencia política, esta encuadrado, como el primero, en el Sermón 302, predicado en la fiesta de San Lorenzo. Agustín alabó al diácono mártir como un ejemplo para los cristianos de la resistencia no violenta enseñada por Cristo como más efectiva, en contraposición con la insurrección civil violenta para cambiar la injusticia social y política. Agustín predicó este sermón poco después del incidente ocurrido en Hipona en el cual, muchos miembros de su congregación tomaron parte en los linchamientos de un oficial imperial acusado de ciertas formas de corrupción. Posiblemente era un oficial de aduana culpable de ejercer actividades ilegales y opresivas en bienes llegados al puerto. En el sermón, Agustín recuerda a sus oyentes la admonición de San Pablo en Romanos 13 de que hay un gobierno establecido, un orden político, al cual los cristianos están sometidos como lo están los otros miembros de la sociedad. Aun en una sociedad injusta como la del Imperio romano, hay leyes y penas que pueden ser aplicadas contra oficiales públicos corruptos. Tomando la ley en sus manos, los miembros de su congregación fallaron al no seguir el ejemplo de Cristo y San Lorenzo, los cuales resistieron a la injusticia de parte de oficiales público con la no-violencia. Así obrando, testimoniaron una justicia aún mayor y el gozo de un bien más alto que cualquiera logrado por el poder secular. Agustín aclara en este sermón que lo que él más teme en la disidencia política es su capacidad para corromper los deseos de cristianos de vivir justamente convirtiéndolos en una forma de envidia dirigida a poseer y ejercer el mismo poder corrupto que tienen los oficiales públicos. Si los cristianos verdaderamente quieren crear una sociedad mas justa, deben primeramente renunciar al deseo de llegar a ser como sus enemigos renunciado al uso de la violencia. Cristo y los mártires testificaron que el último camino eficiente para la reforma de la sociedad política es oponerse a la injusticia con la no-violencia.

Recapitulando, el activismo político consiste en los intentos por reformar las instituciones públicas, mecanismos y políticas con el fin de hacerlas más capaces de promover la justicia social y la dignidad de la persona. Así que, el activismo político debe ser distinguido de la critica política. El activismo siempre implica critica política, pero la critica de instituciones políticas esta frecuentemente expresada sin un directo intento de reformar estructuras políticas especificas o sus consecuencias prácticas. Activismo político también se diferencia de la disidencia política. La ultima consiste en un ataque violento hacia estructuras políticas u oficiales públicos y se dirige a su destrucción. El activismo político, esencialmente, respeta la autoridad civil en el poder, pero busca reformar estructuras políticas concretas apoyadas por esta autoridad.

A continuación, trataré de ilustrar algunos ejemplos del activismo político de Agustín.

II

Reforma penal

Dadas las, generalmente, opresivas condiciones sociales y políticas del tardo Imperio romano, las injusticias sociales que Agustín atacó en su activismo político fueron sorprendentemente numerosas y de diferente tipo, incluyendo, además de la pena capital y la justicia social, la esclavitud, el derecho de asilo y de la protección de otros derechos civiles entre la población.

Ya hemos hablado acerca de la intercesión ocasional de Agustín para pedir clemencia hacia los criminales, incluidos los condenados a muerte. Pero además de la carta escrita a Macedonio en este sentido –y a la que hemos hecho ya referencia en otra ponencia de este Simposio-, Agustín también escribió a Donato, el Procónsul del África responsable de gobernar la provincia romana que incluía Cartago, instándolo a evitar la pena capital cuando trataba con los donatistas. El procónsul había recibido la orden, en el 408, del Emperador Honorio de aplicar presión en los miembros de la secta ilegal dentro de la provincia. Agustín anticipó que Donato aplicaría la pena de muerte en casos de asesinato, y le pide que no lo haga, y le advierte que en caso de que intente llevar a cabo ejecuciones, los católicos rechazarían el cooperar en la persecución imperial de los donatistas por asesinato, aun cuando ello significara que éste se siente libre para matar católicos con impunidad. Insta al gobernador para que no permita la relajación de la seguridad publica que podría ocurrir en este caso.

Su advertencia al procónsul imperial, también católico, estaba en consonancia con la posición mostrada en el sermón 302: la resistencia no violenta ofrece el único medio seguro y eficaz para reformar la injusticia y a las personas y políticas violentas. Ejecutando a donatistas culpables por violencia contra los católicos, los oficiales imperiales únicamente crearían mártires para la causa donatista. Los católicos resistirán la violencia donatista sólo con los medios permitidos por la ley, sin embargo, no cooperaban con la política imperial que era, en sí misma, injusta, ya que dicha política nunca llevaría a la reconciliación de las dos comunidades religiosas y, así, a la creación de una sociedad más justa. Dirigiéndose de esta forma al procónsul, promoviendo de hechos un boicot católico del tribunal imperial. Agustín también demostró la fuerza de la resistencia cristiana, no violenta, hacia las políticas injustas. Calculó los costos de su política para su comunidad y estaba preparado, sabiendo que ésta le debería pagar. El mismo, una vez, escapó, por poco, a un ataque donatista al inicio de su carrera episcopal. Luego, en 411, presencio el asesinato de uno de sus sacerdotes, Restituto y, coherente con la política subrayada en su carta a Donato, escribió al nuevo procónsul imperial, Apringio, pidiendo que la pena capital no fuera aplicada a los donatistas asesinos.

La política intercesora de Agustín referente a la reforma penal también lo llevo a una oposición vocal al uso de la tortura ya sea durante los interrogatorios de las personas sospechosas de actos criminales, o como castigo de aquellos convictos criminales. Expresó su oposición a la tortura directamente a través de cartas a los oficiales imperiales. En una carta dirigida a un comandante militar del imperio, Flavio Marcelino, Agustín alabó sus esfuerzos al extraer una confesión de los acusados de asesinar a Restituto sin el uso de las más brutales formas de tortura que eran normalmente utilizadas en las cortes. Cuando un grupo de residentes paganos en la diócesis de Posidio, Calama, atacaron e incendiaron la iglesia durante una razzia anticristiana en 408 y mataron un cierto numero de fieles de la congregación del obispo, Nectario, un pagano y ex oficial imperial, imploró a Agustín para interceder ante los oficiales imperiales para que los acusados de la violencia no fueran torturados durante la investigación de los crímenes, ni ejecutados una vez convictos. Agustín respondió inmediatamente que la misericordia debía ser manifestada a los que se encontraban entre los que cometieron el incidente a fin de que no pagara con sus vidas por lo que había hecho; y que tampoco la tortura debía ser empleada como medio para recabar confesiones de los acusados. Escribió a Nectario que intercedería por ellos ante los oficiales imperiales para pedir que se utilizaran medios menos fuertes que la pena capital o la tortura, con el fin de garantizar que dichos episodios de violencia no se repitieran. Le pide a Nectario que se comunique con él en el caso la tortura se aplicara en esta situación.

III

Esclavitud

Mas allá del asunto de justicia criminal, la esclavitud ofrece un rico contexto adicional para examinar el activismo político de Agustín. La esclavitud estaba sujeta a regulación bajo la ley romana. Cuando lo juzgaron justo, los obispos africanos, incluyendo Agustín, buscaron el instituir reformas a la práctica de la esclavitud con el fin de limitar su crecimiento y mitigar sus efectos dañinos.

Posidio nos recuerda que Agustín frecuentemente extrajo de su iglesia tesoros con el fin de pagar la libertad de esclavos. Más aún en una ocasión, cuando estaban fuera de Hipona, algunos miembros de su congregación atacaron un barco y liberaron más de 100 esclavos que se encontraban cautivos ahí. Pero los esfuerzos de Agustín por reducir el mal de la esclavitud no se restringieron a actos de caridad, ni tampoco, como él lo indica en el sermón 302, creyó que el uso de la fuerza provocaría al final justicia social. En su lugar, el acercamiento de Agustín era altamente racional. Era muy conciente de las condiciones económicas del África romana que en aquellos tiempos era difícil, y los impuestos opresivamente altos, que muchas personas se hallaban mejor viviendo en la relativa seguridad de la esclavitud que viviendo como ciudadanos libres, pero hambrientos. Mucho del mejoramiento social, sin embargo, podría ser procurado si un número de excesos ilegítimos de la industria de la esclavitud fueran cancelados. Dos años antes de su muerte, Agustín escribió un memorandum a Alipio, que se encontraba en camino a Italia, pidiéndole a su amigo y hermano en el episcopado, que urgiera al Emperador para que éste ordenara mayor publicidad y refuerzo de algunas leyes que prohibían el rapto y la venta de personas como esclavos.

Estas prácticas ilícitas habían alcanzado enormes proporciones en el área de la costa que rodeaba Hipona. Agustín incluye en su memorandum una copia del edicto promulgado algunos años antes por el Emperador Honorio y que estrictamente prohibía tales excesos. Alipio había sido entrenado en la profesión legal cuando era joven y había colaborado en el servicio imperial civil en Roma como asesor para el tesoro italiano; así que conocía la forma de actuar del sistema legal imperial.

Agustín le aconseja de buscar la ley en los archivos imperiales en Roma antes de presentarse en la corte imperial. Una vez ahí, deberá pedir no sólo que ésta y otras leyes que prohiban actividades ilegítimas en el negocio de los esclavos y sus organizados socios criminales fueran adecuadamente castigados, sino que también las personas adjuntas a dichos crímenes sean reducidas como es le caso del instrumento de tortura casi letal, el que a un látigo se le añadían en las puntas bolas de metal y que estaba prescrito por la ley. Agustín pidió la reducción de las penas con el fin de que él y los demás obispos y oficiales imperiales estuvieran mas inclinados a buscar la persecución de dichas actividades criminales que como lo habían estado hasta el momento con las leyes presentes, porque, haciéndolo así estaría de una forma más segura, sentenciado a los negociantes de esclavos a una muerte horrible.

Además, buscando el persuadir al emperador para que detuviera a los violadores criminales de las leyes de esclavos que aprovechaban la situación en la ausencia de refuerzos de la ley en la región, Agustín también busca el mejorar su propio conocimiento de las complicadas leyes romanas que se refieren a la esclavitud. Así lo hizo en conjunción con su responsabilidad de obispo de arbitrar casos civiles que regularmente eran llevados ante él. Nuevamente, Posidio nos informa que Agustín ocupaba gran parte de la mañana recibiendo litigantes en audiencia y emitiendo juicios jurídicos en los casos que se le presentaba. Conocido como el ‘tribunal episcopal` (audientia episcopalis, episcopale iudicium), esta forum legal involucro obispos del cuarto y del quinto siglo a lo largo de todo el Imperio romano en un proceso de arbitraje judicial de casos concernientes a la propiedad, herencias y contratos, y al final casos en los que se litigaban acerca de la esclavitud. El papel de Agustín en estos tribunales como juez, merece un caso aparte y lo tratará precisamente Angelo Di Berardino.

Baste aquí señalar que Agustín frecuentemente buscó el consejo de un experto legal. Eustoquio, quien ha de haber trabajado muy cerca del obispo de Hipona como consejero en materia legal antes de cambiarse a otro local. A un cierto punto, Agustín le escribió una carta pidiéndole información detallada de la ley romana que refería a la venta temporal de las personas en la esclavitud, una forma de esclavitud a tiempo preestablecido en la cual los padres vendían a sus hijos como esclavos por un periodo determinado de tiempo con el fin de ahorrar dinero para pagar deudas importantes. Aun cuando la practica era legal, permitía abusos cada vez más difíciles de prever ya que, con el fin de lograrlo, se tenia que ser extremamente familiar con el código legal romano tan complicado como los códigos de impuestos de muchas democracias capitalistas modernas.

Cuando algunos casos trataban del status legal de dichos niños llegados ante el tribunal de Agustín, el estaba forzado a juzgar estrictamente dentro del ámbito de la ley romana la cual, aun cuando podía ser temporada algunas veces por el Evangelio, no podía ser sustituida por él. Como resultado de este requisito legal, Agustín se dedicó a estudiar la ley romana en sus exhaustivos detalles y a solicitar los servicios de un experto profesional de la ley. De esta forma él esperaba que, conociendo bien las leyes en cuestión, podría encontrar formas por medio de las cuales liberar a los niños que de otra forma tendrían que seguir siendo esclavos, posiblemente de por vida.

El interés de Agustín en el tribunal episcopal ciertamente representa una actividad pastoral dirigida a promover justicia y, además, porque no involucra directamente intentos de reformar estructuras políticas, instituciones o políticas, no refleja el criterio de activismo político definido al inicio de la relación. Tampoco lo menciono en este punto porque la relación con Eustoquio, el experto profesional en leyes, así como sus esfuerzos considerables para entender la ley romana en su enorme complejidad, representen aspectos del ministerio pastoral del obispo que lo dotaron adecuadamente para sus intervenciones con oficiales imperiales en materia como la esclavitud y otras injusticias sociales. Aun cuando no tenia un entrenamiento en ley romana, Agustín entendió que la reforma de las instituciones políticas requerían un alto grado de familiaridad con la ley con las instituciones políticas. Su relación con Eustoquio, aun cuando se llevara a cabo a trabes de cartas o a trabes del contacto personal, regular, cuando trabajo con Agustín de Hipona, lo llevo al alto grado y cualidad requeridos en la actividad que Agustín ejercía como abogado político: nivel profesional de consejo que él buscaba, el tiempo dedicado a estudiar y consultar la ley, el trabajo dedicado a la preparación de las peticiones y memoranda en materia legal, el viaje requerido a y desde la capital provincial a Cartago y la corte imperial en Ravena y, finalmente, el no insignificante gasto pecuniario invertido en esta actividad. Agustín acepto esto como los costos de la evangelización del proceso político de su tiempo. Pero esto lo ilustrará detalladamente el P. Di Berardino…

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