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LA DOCTRINA DE LOS AGUSTINOS NOVOHISPANOS SOBRE LA GUERRA Y LA PAZ


Dr. Roberto Jaramillo Escutia, O.S.A.
Universidad Pontificia de México

La discusión y proposiciones sobre el tema que nos ocupa, la guerra y la paz, es tan antiguo en nuestra patria, como la llegada del imperio español a nuestras tierras, y quizás más antigua puesto que nuestros antepasados Indígenas la utilizaban como una política de estado y por lo mismo debía estar basada en una reflexión ética de la sociedad. Quiero en este marco proponer la doctrina que la Orden de San Agustín propuso no sólo académicamente sino que tendrá consecuencias prácticas importantes. Abarcará un espacio de alrededor de cincuenta años, que van desde 1554, probable año en que Alonso de la Veracruz pronunció en la Real y Pontificia Universidad de México su relectio: De dominio infidelium et iusto bello, y 1609 fecha de la edición del De iustitia distributiva de Fr. Juan Zapata. Estas reflexiones académicas van acompañadas por dos actitudes asumidas en la trinchera de la acción, ocurridas en plenos conflictos bélicos, la conquista de las Islas Filipinas y la conquista del centro de país por, lo que se ha dado en llamar, la guerra Chichimeca, dos acontecimientos contemporáneos que involucrarán de manera total a la sociedad Novohispana.

ANTECEDENTES.-

A manera de prólogo quiero exponer algunas características de dicha Orden, que según mi parecer van a influir en su manera de pensar y obrar. Los agustinos llegaron a Nueva España, el 22 de mayo de 1533, nueve años después que los Franciscanos y seis que los Dominicos, las otras dos Ordenes con quienes laborarán en la cristianización del territorio mesoamericano. Los frailes que llegaban de la provincia de Castilla, estaban concluyendo con éxito, un largo proceso de reforma interna, que se había iniciado desde 1431 en Villanubla con Fr. Juan de Alarcón, movimiento que se transformó en una congregación de observancia en 1438, es decir se independizó del provincial de Castilla, para convertirse en el motor de un cambio, que más tarde se operó bajo el impulso de los Reyes Católicos en toda la península ibérica, dando como resultado que en el capítulo provincial de Toledo en 1504, la provincia de Castilla ya totalmente transformada, reabsorbiera y diluyera en su seno la congregación de observancia, la cual ya había cumplido con su cometido.

Esta reforma propugnó una vivencia estricta, tanto de la regla como de las constituciones, haciendo especial énfasis en el voto de pobreza y en el espíritu de penitencia. Con este reforzamiento espiritual, optarán en Nueva España por un tipo de vida más estricto, transformando para ello las costumbres españolas, hasta ganarse el título de una provincia recoleta. Este nuevo modo de vida obtuvo la aprobación del Definitorio castellano presidido por Fr. Antonio de Villasandino en 6 de mayo de 1540 . Lo más importante es que este espíritu reformista es que les dio una amplia confianza en si mismos, lo que produjo una gran libertad y una gran apertura, absolutamente necesaria, puesto que la reforma castellana optaba por una vida de corte más conventual, más cerrada en si mismos, menos en contacto con el pueblo, y aquí se necesitaba exactamente lo contrario, una vida dedicada a una actividad social encaminada hacia la evangelización, una vida con una formación completa y autosuficiente, para que las actividades de la vida común se pudieran valorar y balancearse sin sufrir detrimento serio por la actividad que estaban emprendiendo. Tan distinta era su forma de vida que recibieron del Definitorio castellano una patente fechada el 10 de julio de 1549, diciéndoles textualmente: que no fueron a esas partes a inventar orden nueva, ni costumbres nuevas, sino a plantar y conservar las que nuestros padres antiguos nos dejaron.

También pondrán especial interés desde que llegaron, en la preparación académica. Curiosamente este aspecto iba en contra de la reforma castellana, pues los letrados por tener muchos privilegios dentro de la Orden, rompían la disciplina común, por lo que los reformadores optaron por cerrar la ciencia a la visión del fraile. Sin embargo el guía del primer grupo Fr. Francisco de la Cruz, se regresó a España por más compañeros, pero también para buscar un hombre docto y virtuoso que leyese Artes y Teología a los religiosos, teniendo por cosa esencial y necesaria la de las letras, así para el lustre de la Religión, como para resolver las grandes dificultades que en esta tierra se ofrecían por momentos en materia de sacramentos y privilegios. Fr. Francisco sabiendo que dentro de la Orden, por las razones antes citadas, no iba a encontrar tal persona, se fue al ambiente universitario de Salamanca y pescó al clérigo Alonso Gutiérrez, mejor conocido tras el hábito agustino como Fr. Alonso de la Veracruz. Será él quien inicie en Tiripetío, el primer centro de estudios superiores, entre las Ordenes de Nueva España, para hacer efectiva la razón de su venida y para cumplir con el mandato del capítulo de 1540; allí también fundó la primera biblioteca de que exista constancia en el continente. En este orden de cosas, serán también los agustinos, los primeros que se inscriban como alumnos en la facultad de teología de la real y pontificia universidad de México; allí mismo desfilarán por sus aulas miembros distinguidos de la Orden, encabezados por Fr. Alonso de la Veracruz, quienes, si consideramos que fueron 24 los catedráticos que durante el siglo XVI impartieron, lo que hoy llamaríamos las asignaturas teológicas, y que de ellos 12 fueron agustinos, 6 dominicos y 6 del clero secular, se podrá apreciar el peso específico que tenía la Orden, la formación académica daba sus frutos.

Los agustinos por otra parte carecían de cualquier experiencia misional americana, era la primera vez que se enfrentaban al Indígena, quizás este sea uno de los elementos que les permitieron fiarse de ellos, porque a diferencia de Franciscanos y Dominicos, quienes ya habían laborado en el caribe, donde los resultados no habían sido tan satisfactorios; así afirma Ricard, en su conocida Conquista Espiritual, que serán los agustinos entre las tres órdenes, quienes mayor confianza mostraron en la capacidad espiritual de los indios. Tal aserto es comprobable desde los principios, porque Fr. Francisco de Vitoria, con los informes que había recibido de los dominicos antillanos, en forma dubitativa pone la falta de capacidad del Indígena como una de las posibles causas justas de la conquista, mientras que Alonso de la Veracruz conociendo la realidad Novohispana, la pone sin ambages como causa no justificante de la misma. Además le dieron suma importancia, no sólo al aprendizaje de las lenguas indígenas, sino también a la comprensión de su idiosincrasia, por ello desde el llamado primer capítulo, celebrado el 8 de junio de 1534 en el convento de Ocuituco, ordenaron que todos los hermanos, en cuanto llegaran de España, sin importar las borlas y sin excepciones, cada uno debería escoger algún pueblo y lengua, en donde debería aprender la administración de los Indígenas. Esto dará magníficos resultados, porque permitirá que los letrados de la Orden puedan ayudar con una eficacia notable, en las nuevas circunstancias concretas con las que se topaban sus hermanos, en la brega diaria de la evangelización. Así Fr. Alonso de la Veracruz iluminaba la problemática matrimonial con su obra: Speculum coniugiorum, la que se convirtió en un best seller de la época, con cuatro ediciones entre 1556 y 1599, la mitad de ellas en Europa. Caso similar en materia no eclesiástica, será Fr. Agustín Farfán, médico, quien ingreso ya viudo a la Orden, y quien tras conocer los materiales curativos del campo mexicano, publicó la primera obra de su género: Tratado Breve de Anatomía y Cirugía y de algunas enfermedades que mas comúnmente suelen haber en esta Nueva España, otro libro prodigio que entre 1579 y 1610 tuvo cuatro ediciones.

Con esta estructura alcanzaron criterios amplios que les permitieron abarcar la integridad del Indígena, en un humanismo cristiano donde lo primero que importaba era la persona, de aquí la necesidad de educarla técnicamente a lo que iba aparejada la instrucción y formación en la fe cristiana; porque al ministerio del Evangelio siempre se debe suponer la policía, como a la gracia se supone la naturaleza.

Otro elemento que se debe tener en cuenta es que fue la Orden más criolla, sin duda como consecuencia de los elementos anteriores, se optó claramente por los hijos de la sociedad Novohispana, tanto que los frailes que arribarán de la península Ibérica en 16 barcadas a lo largo del siglo XVI, serán en número sólo una tercera parte, respecto a las profesiones ocurridas durante el mismo período, en los distintos noviciados que tenía la Orden :

Importados Profesos en México Total
134 679 813

 Podemos afirmar que la Orden se proveyó de vocaciones, sin poner trabas o tener tabúes al respecto, por lo tanto se puede afirmar que fue peninsular en su infancia, década de los treinta; fue española con vocaciones novohispanas, en su adolescencia y juventud, décadas de los cuarenta y cincuenta; y en su madurez fue cada vez más criolla, a partir de los sesenta.

Este proceso de criollización se desarrolló de una manera acelerada durante la segunda mitad del siglo XVI, a través de un vasto entramado entre esta Orden y las clases dirigentes de la sociedad novohispana, lazos que eran contemplados por el gobierno virreinal con suma precaución, pues como decía el Conde de la Coruña, 1582, podrían resultar peligrosos por la influencia que los frailes tenían con los indígenas. Así será la primera entre las Ordenes, donde un criollo acceda al provincialato en 1581, Fr. Antonio de Mendoza. 

LA OPINIÓN DE LOS AGUSTINOS SOBRE LA GUERRA Y LA PAZ 

¿Se podrá proponer una escuela agustiniana Novohispana sobre la guerra y la paz? No trataré de contestar esta cuestión con una respuesta tajante, sino más bien la expongo como una pregunta digna de tomarse en cuenta, porque la actitud tomada por estos frailes difiere de la asumida en la Península Ibérica, donde no consta la existencia de ningún tratadista al respecto, y en este sentido si hay; pero ¿serán sólo unos los principios y unas mismas las actitudes asumidas? para poder afirmar que efectivamente existió una escuela donde todos obraban concordemente, con libertades personales, pero siempre siguiente unas líneas de pensamiento y acción; este trabajo las delineará y el lector podrá sacar sus conclusiones. Cierto que en el ambiente eclesiástico Novohispano no existirán tratados como los aquí sintetizados, y por esta causa también pareciera existir una escuela propia, no en cuanto a los principios, puesto que toda ella está basada en la doctrina de Santo Tomás de Aquino, y en este sentido pertenecen a la escuela tomista. Buscarán con el Angélico, tanto en la guerra como en la paz, la justicia.

No vamos a tocar el pensamiento de todos los agustinos Novohispanos que alguna vez expresaron su opinión sobre la guerra y paz, asunto que rebasa con mucho la extensión de este congreso y trabajo, sino solamente el pensamiento de dos académicos y de dos acontecimientos prácticos. Tampoco agotaré en el análisis el aspecto teórico y las conclusiones prácticas a las que llegan, me centraré más bien en estas últimas, dando sólo referencia de las primeras. El orden de los autores será por antigüedad, empezaremos por quien será la piedra angular Fr. Alonso de la Veracruz, continuaremos con los agustinos que inauguran la evangelización en las Islas Filipinas, principalmente Fr. Martín de Rada, sigue un personaje de a pie el Chichimecólogo Fr. Guillermo de Santa María, para terminar con otro catedrático con calidad de exportación, un criollo que fue llamado a impartir la cátedra de teología en Valladolid de Castilla, Fr. Juan Zapata y Sandoval. 

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