Secretariado de Justicia y Paz de la Orden Los Agustinos a la ONU 50 Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos La Cultura de la Paz Comentarios o Preguntas |
SOLIDARIDAD, TERNURA Y PAZ EN EL CORAZÓN DEL SIGLO XXI Desde las montañas Alterosas de Minas Gerais, donde tantas veces se escuchó el eco del grito en busca de libertad, nosotros, un grupo de agustinos y agustinas de América Latina y El Caribe, nos dirigimos a todos ustedes, hermanos y hermanas, amigos y amigas agustinos de nuestro querido continente, la "Patria- Matria Grande"y de todos los rincones de los demás continentes de nuestro planeta azul, tierra-agua, unidos en un mismo ideal: "Una sola alma y un solo corazón orientados hacia Dios". Queremos compartir con ustedes la riqueza de estos días de convivencia, reflexión y oración del Encuentro de Justicia y Paz de la O.A.L.A. (Organización de los Agustinos en Latinoamerica) que se llevó a cabo en Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais, Brasil, entre los días 13 y 18 de julio de 1998. Nuestro Encuentro tuvo como tema: "Balance del siglo XX, y perspectivas para el siglo XXI con un enfoque de Justicia y Paz desde y para América Latina." Haciendo una llamada a nuestro padre Prior General, Fr. Miguel Angel Orcasitas Gómez y a sus Asistentes Generales, a los Superiores y a todos los capitulares del Capítulo General Intermedio de Villanova,USA, (Julio de 1998), a las Madres Abadesas de los monasterios agustinos de vida contemplativa, así como a los Superiores y Superioras generales de las congregaciones agregadas a la Orden, solicitamos que este mensaje alcance a toda la Orden, de manera especial a las Fraternidades Agustinas Laicales, a las Asociaciones Agustinas, a los Laicos y a los Jóvenes de todas las circunscripciones agustinas extendidas por todo el mundo, en sus diversos campos de trabajo. Manifestamos nuestro aprecio y admiración por los trabajos que realizan los Delegados y las Comisiones de Justicia y Paz en toda la Orden y la conveniencia de un estudio más profundo por parte del Capítulo, sobre su función en nuestras circunscripciones. Un siglo que necesita una profunda revisión histórica Constatamos que el siglo XX se caracterizó como el siglo más violento de la historia de la humanidad, donde se han ejecutado aproximadamente 187 millones de seres humanos. A pesar del fascinante avance tecnológico que estamos presenciando, dos mil años depués del nacimiento de Cristo, 100 millones de personas viven en un estado de pobreza absoluta y cerca de 60 millones de personas al año mueren de hambre en una tierra vasta y fértil. Infelizmente, desde el punto de vista de la dignidad humana no hay mucho para celebrar!. Este fue un siglo asesino e injusto cuya máquina principal es el modelo de desarrollo basado en el capitalismo que tiene como centro la economía y no el ser humano. En este sentido, "es inaceptable la afirmación de que la caída del denominado socialismo real deje al capitalismo como el único modelo de organización económica". El capitalismo en su ropaje moderno, como Neoliberalismo, todavía continúa como un sistema que considera "el lucro como el motor esencial del progreso económico, la competencia como ley suprema de la economía y la propiedad privada de los medios de producción como un derecho absoluto sin límites y sin las obligaciones sociales correspondientes". La globalización de la economía, por un lado, aparece como un sistema dinámico en continuo cambio, con muchas promesas y buenos propósitos; por otro lado, acarrea problemas a escala mundial. No hay lugar para ilusiones, pues "el mercado por si solo no crea un sistema socialmente justo". En los países desarrollados, que aplicaron las medidas neoliberales para el enriquecimiento de la economía, el número de los pobres aumentó considerablemente. Se puede imaginar entonces lo que pasó en el resto del mundo. Llegamos al fin del siglo con muchas cuestiones no definidas, con inseguridades, descomposiciones, descontento social, desconfianza en las organizaciones políticas y judiciales, desintegración de las instituciones públicas, odios culturales y raciales, destrucción del medio ambiente, avance de los fundamentalismos religiosos... Todo parece apuntar hacia una humanidad que perdió el sentido de la vida. Muchos jóvenes de hoy crecen sin perspectivas de futuro, en una búsqueda insaciable de algo nuevo, que aparece como novedad pero que inmediatamente se revela como frustrante y desechable. Hay una destrucción del pasado; se vive una especie de presente continuo, los viejos patrones de relaciones sociales se desintegran, se forman individuos egocéntricos que apenas buscan su propia satisfacción. La mentalidad individualista que constituye un fermento de corrupción del vínculo social destruye virulentamente la fraternidad y la solidaridad. En momentos como estos proliferan fenómenos religiosos que son fácilmente manipulados y utilizados como nuevos productos de mercado. Soñamos y queremos un nuevo milenio lleno de Paz No nos dejaremos guiar por la melancolía, ni el pesimismo, ni la desesperación. Cuanto más pesimista pueda ser el cuadro en el que nos encontramos, más razones existen para un compromiso en la lucha por su transformación. Reconocemos los inumerables avances de la ciencia y la técnica y la inigualable fuerza de los medios de comunicación y de informática, que pueden ser usados al servicio de la información transparente que genera comunicación y solidaridad. En medio de la cultura de muerte, queremos valorar la cultura de la vida y tantas manifestaciones de ternura, amistad y solidaridad que surgen como nuevos rostros de la paz. Es necesario, pues, realizar una profunda revisión y evaluación de nuestra historia. Si, por un lado, la injusticia es grande, la guerra siempre latente y los valores humanitarios están en riesgo, por otro lado una nueva conciencia ética, una creciente globalización de la solidaridad y del trabajo en el área de Justicia y Paz ya se encuentra en camino, convirtiéndose en una de las realizaciones más importantes en el escenario del siglo XXI. Reafirmamos, por lo tanto, la confianza en el ser humano y en la humanidad nueva creada y recreada, "a Imagen y Semejanza de Dios" . Próximos al Jubileo del año 2000, en la celebración de la venida de Jesucristo, invitamos a todos "los hombres y mujeres en quienes descansa la bondad divina" a dejarse conducir por el "amor de Dios que fue derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado". Es ese amor, lleno de misericordia y ternura , que recrea y renueva todas las cosas, el que dinamiza toda justicia que produce la paz, pues "el verdadero amor significa adherirse a la verdad para vivir en justicia...". En la búsqueda de una profunda revisión de los valores de nuestro tiempo, en el desarrollo de una cultura de la solidaridad en oposición al creciente individualismo, el estilo de vida agustiniano, basado en la comunión de corazones, que lleva a la comunidad de bienes, tiene mucho que decir. Además de esto, es bueno redescubrir además del auténtico deseo de autorealización que marca el surgir de la subjetividad como conquista irrenunciable de la modernidad, aquella "via de la interioridad" citada por Agustín, la cual invita a entrar en la profundidad de cada uno hasta trascenderse a si mismo. Esta es una de nuestras tareas como agustinos al servicio de la humanidad del nuevo milenio. Sentimos la urgencia de que el tema de Justicia y Paz, insistentemente afirmado por el Magisterio Social de la Iglesia y por los últimos Capítulos Generales, asuma cada vez más un lugar prominente en los programas de nuestra Orden y Congregaciones. "Agustinos nuevos para tiempos nuevos" es sinónimo de compromiso con la justicia! Conscientes de su importancia y convencidos de que se trata de un "Signo de los Tiempos" evangélico, nos comprometemos a concientizar, divulgar y promover en nuestras circunscripciones este trabajo, cuya raíz es el propio Evangelio, fuente de nuestra común espiritualidad agustiniana, para la cual el doble mandamiento del amor - "el primado de la caridad" constituye la clave y el criterio último de cualquier juicio sobre todas las realidades. Nuestra mirada se dirige a los laicos y jóvenes como mensajeros priveligiados de esta dimensión de una nueva era que viene trayendo el nuevo milenio al colocar a los jóvenes en el corazón de nuestro mensaje nuestra mente inmediatamente vislumbra la educaicón integrada de la person humana como un hecho fundamental para un afectivo y efectivo trabajo de Justicia y Paz. La Educación integral de la persona humana en todos los niveles, formal e informal, impregnará todas nuestras obras y actividades: educación para la interioridad, para el diálogo y la participación, la libertad y la responsabilidad, el sentido crítico, la democracia, el bien común, la ciudadanía, la solidaridad, la comunión, la construcción, la civilización del amor y de la paz. Se trata de una utopía que, en el Evangelio de Jesucristo, siempre antiguo y siempre nuevo, encuentra su lugar, o su anuncio más vibrante y su realización más plena. Un sueño que, si soñamos solo, puede ser pura ilusión, pero soñado en comunidad, entre hermanos, es señal de solución, a partir de la vocación a la "Santidad Comunitaria" a la que estamos llamados, en el seguimiento de Jesucristo en la construcción de aquella Nueva Ciudad, donde "Justicia y Paz se abrazarán". Los jóvenes forjadores de la paz: un bello horizonte del futuro "Se pueden ver las montañas, atrás, y se debe decir: ¡bello horizonte! Se puede ver la ciudad, y se debe decir: ¡bello horizonte! Pero, sobre todo, se les puede mirar a ustedes y se debe decir: ¡Qué bello horizonte!... ¡Un bello horizonte del futuro !". Estas palabras inspiradas del Papa Juan Pablo II, pronunciadas en su encuentro con los jóvenes en Belo Horizonte- MG, en el año de 1980, todavía continúan resonando fuertemente. Nos dirigimos, por tanto, a los jóvenes como destinatarios principales no exclusivos, sino prioritarios de nuestro mensaje de Justicia y Paz, sintonizándonos con renovada confianza y esperanza con la "Opción preferencial por los Jóvenes" de la Iglesia latinoamericana en Puebla, 1979, y asumida por nuestra Orden. Queridos jóvenes: Ustedes son, sin duda, los forjadores de una nueva era: de ternura, de solidaridad y de paz. Nacidos, no simplemente en una época en cambio, sino en un cambio de época; ustedes son sensibles y abiertos a valores que verdaderamente humanizan este nuestro mundo cansado de guerras, violencias e injusticias. "Cumplan el deber, practiquen la justicia", colocando como cimiento de una nueva sociedad a Jesucristo y su Evangelio. Ama y practica la justicia: Propuestas alternativas de los Agustinos frente al neoliberalismo. Inspirados en nuestro Padre San Agustín, para el cual todo ser humano tiene en su corazón el amor a la justicia, cuya "perfección está en el amor al hermano", apuntamos algunas prácticas concretas que pueden nortear una acción transformadora en nuestro mundo, convocándoles a sumar esfuerzos para la construcción de la "Civilización del amor y la paz". Se trata de propuestas alternativas, en contraposición a las posturas neoliberales, que se imponen como el único modelo válido y dominante:
Estas son propuestas ya en marcha en muchos lugares del plantea. Habrá, ciertamente, otras tantas más, que no fueron aquí contempladas. Podrán estimular la creatividad de ustedes para el surgimiento de nuevas propuestas. En el fondo, lo que queremos no es otra cosa sino que todas las personas puedan tener una vida digna... ¡tener una casa para vivir y una alimentación adecuada, trabajar, estudiar, disfrutar de tiempo libre, salud garantizada, la posibilidad de realizar sus sueños... paz! ¡Un siglo XXI sin miseria, ni pobreza sin ningún tipo de exclusión! Realidades que hacen parte de la "vida en plenitud" que nos trajo Jesucristo, como "hermanos y hermanas, hijos e hijas de un mismo Padre". Queridos Hermanos y Hermanas, Laicos y Jóvenes: creyendo en la fuerza rejuvenecedora del Amor, nos despedimos de ustedes con toda la ternura que genera la fraternidad, la solidaridad y produce frutos de justicia y de paz para que en el corazón del siglo XXI despunte una nueva humanidad.
NOTA: El texto fue aprobado en la versión portuguesa. |