Asamblea Caminando Unidos, Buenos Aires 2007
Logotipos de los Encuentros Anteriores
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Carta del Prior General Al Terminar el Proyecto Hipona Roma, 26 de junio de
2007 La centralidad del sentido comunitario de nuestra vida y nuestro trabajo, de nuestra identidad y santidad: un elemento fundamental de nuestro carisma, que sin duda ha sido aclarado, promovido y fortalecido, tanto en la teoría como en la práctica, durante estos años. La importancia del diálogo como camino de comunión, a todos los niveles, desde la experiencia de diálogo, reconciliación y comunión que las comunidades de América Latina intentaron hacer realidad desde el comienzo del proceso. La necesidad de programar y evaluar de forma seria y participativa, no sólo nuestras acciones sino también nuestra vida, como una forma moderna de la ascesis y una exigencia para poder vivir y actuar con fidelidad y eficacia. El convencimiento del valor de prácticas y estructuras recuperadas y revitalizadas, como la oración comunitaria, el capítulo local, los ejercicios y retiros, la colaboración a diversos niveles en campos como las vocaciones y la formación, la pastoral, la misión. La toma de conciencia del desafío de la conversión permanente, para poder vivir nuestro ideal y superar las deficiencias que hemos constatado: individualismo, rutina y miedo al cambio, incoherencias en relación con la práctica de la pobreza y falta de mayor compromiso con los pobres, dificultades para leer la realidad desde la fe y encarnar un mayor empeño misionero. A quienes se preguntan todavía si el Proyecto Hipona ha servido para algo, les invitaría a reflexionar sobre los puntos precedentes, comparando –y no sólo desde los resultados de las encuestas realizadas, sino de su propia experiencia- la situación de la Orden en América Latina en 1993 y en la actualidad, e intentando también imaginarse la situación actual si desde 1993 no hubiéramos recorrido el camino impulsado por el proceso de renovación y revitalización que, desde luego no sin dificultades y resistencias, hemos vivido. Por todo ello tenemos
motivos más que suficientes para, sin triunfalismos pero con
sinceridad, dar gracias al Señor. Y para agradecer también los
esfuerzos y la buena voluntad de todos los hermanos que hicieron
posible ese camino: a los miembros del EAC y de los EA de las
circunscripciones en primer lugar, pero también a la OALA, a los
priores y miembros de las circunscripciones y comunidades que
asumieron con interés y compromiso el Proyecto Hipona. No estamos inventando
ahora la identidad cristiana ni agustiniana. El seguimiento de Jesús
en la vida religiosa y desde nuestro carisma tiene su propia identidad,
que está llamada a realizarse y actualizarse en la historia por obra
del Espíritu con fidelidad creativa, es decir encarnando la misma
vocación fundamental en formas diferentes y renovadas según los signos
de los tiempos. Todo ello supone vivir en comunión con la Iglesia y
con la Orden, lo que en este momento histórico quiere decir
continuando el dinamismo renovador del Vaticano II, estudiando y
asumiendo las orientaciones de Aparecida, de acuerdo con la
espiritualidad contenida en las Constituciones renovadas en el próximo
Capítulo General 2007 y según sus determinaciones concretas. De hecho,
el Proyecto Hipona nos ha ayudado ya a vivir con intensidad en América
Latina los principales eventos de la vida de la Iglesia y de la Orden
acaecidos durante estos años (Santo Domingo, Tercer Milenio, Jubileo
Agustiniano). El Documento “Espíritu
nuevo” (aprobado en la Asamblea de Lima, enero 1999) es el modelo
ideal vigente, no sólo durante el Proyecto Hipona, para orientar la
vida y la acción de los Agustinos en América Latina. Si de verdad
queremos continuar con nuestro dinamismo de renovación y
revitalización, es preciso seguir estudiando, difundiendo, poniendo en
práctica y actualizando su contenido (opciones globales, actitudes
globales, fin último). En la medida en que seamos capaces de asumir
realmente el estilo de vida agustiniana, acción pastoral y presencia
en el mundo que propone el Documento, con actitudes auténticas de amor
universal y solidaridad concreta especialmente con los más pobres y
excluidos, de constante conversión y renovación, de diálogo y de
servicio, podremos hacer operativos los modelos ideales de vida y
acción pastoral de nuestras comunidades, para que puedan alcanzar
progresivamente los fines últimos del Reino de Dios y la santidad
comunitaria. Después de una serie de
consultas y encuestas sobre la manera de continuar el dinamismo de
renovación del Proyecto Hipona en América Latina, el EAC acordó con el
Consejo General la presentación en la Asamblea de Buenos Aires de
algunas propuestas concretas. Todas ellas, de acuerdo con la mayoría
de las respuestas obtenidas, pretendían unir el peso “institucional”
del Consejo General con el servicio de animación propio de OALA,
subrayando además la necesidad de un mayor protagonismo del Superior y
el Consejo en cada circunscripción. Rezar por la renovación
y revitalización de la Orden ha sido durante estos últimos años una
práctica común en la inmensa mayoría de nuestras comunidades de
América Latina. Y debemos seguir orando juntos por esa intención,
puesto que la conversión es siempre fruto de la gracia de Dios y obra
de su misericordia en nosotros. ¡Pero no basta rezar! La oración debe
ir acompañada por el compromiso personal y comunitario. Es la hora de
que cada uno se pregunte hasta qué punto ha vivido y está dispuesto a
vivir en actitud de conversión, de que cada comunidad revise su vida y
su acción pastoral en relación con el testimonio de santidad
comunitaria, de que las circunscripciones se planteen con sinceridad
si las programaciones realizadas se quedaron en el papel o si se han
llevado –o todavía se pueden llevar- a la práctica. Seguramente todos
encontraremos también, como los hermanos reunidos en Buenos Aires,
“luces” que agradecer y “sombras” que corregir: esa es nuestra
responsabilidad y de nuestra respuesta dependerá el presente y el
futuro personal y comunitario de la Orden en América Latina.
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