Proyecto
Hipona: Homilia de Apertura (Prior General) Discurso de Apertura del Prior General Comentario del Equipo de Animación sobre el Desarrollo del Proyecto
|
EL
FUTURO DE LA ORDEN La perspectiva cristiana es siempre una perspectiva de futuro, desde la tensión escatológica del “ya, pero todavía no”, fundamentada en el Misterio pascual de Jesucristo y la tarea histórica de la construcción del Reino. La fe nos dice que el Evangelio tiene futuro, y la experiencia y la sociología parecieran decirnos que gran parte de ese futuro está hoy en lo que hemos venido llamando “Tercer mundo”, y de un modo especial en el “Continente de la esperanza” latinoamericano. La perspectiva de futuro en América Latina, implica siempre para el creyente un reto y un desafío. Exige leer los signos de los tiempos, docilidad a la obra del Espíritu, disponibilidad ante el plan de Dios, y capacidad de respuesta evangélica en cada momento histórico. Por ahí va sin duda el tema de la nueva evangelización, cuando se toma en serio y no se reduce a un fácil slogan. El desafío principal por eso me parece que es, en este sentido, aceptar que la vida y la acción de la Orden en América Latina debe plantearse consciente y coherentemente con perspectiva de futuro. Lo que pareciera obvio, pero no lo es con frecuencia en la práctica: no es difícil reconocer con bastante frecuencia en nuestra realidad latinoamericana planteamientos básicamente fundamentados en el pasado (la historia, la gloria de la Orden, lo que siempre se hizo...) o limitados al presente (inmediatismo cerrado en los problemas o situaciones concretos de cada circuscripción...). El individualismo y el exagerado activismo –repetidamente señalados como los aspectos más negativos de la Orden en América Latina a través de todas las evaluaciones realizadas en los últimos años- son sin duda a la vez causa y consecuencia de esta carencia de perspectiva de futuro. Sería deseable, en efecto, un mayor análisis y compromiso con los temas centrales de la realidad social y eclesial de América Latina, en los que de verdad se juega su futuro: globalización, narcotráfico, integración, desarrollo económico, modelos culturales, mundo indígena, laicado, comunidades de base, ministerios eclesiales, estructuras de iniciación, inculturación..., por no citar más que algunos y sin descender a problemas más concretos. Seguramente, es la hora de hacer un buen examen de conciencia, personal y colectivo, a este respecto. Y, si somos sinceros, tendríamos que reconocer que en demasiados casos vivimos en América latina bastante al margen de estas realidades, despreocupados de ellas por ocuparnos en nuestras tareas, sin duda bienintencionadas pero repetidas desde hace muchos años sin un mínimo de creatividad, o sin la imprescindible evaluación seria y periódica. Sólo así podría explicarse los criterios –poco actualizados por no decir inmobilistas, y a veces incluso contrarios a la doctrina de la Iglesia...- que se pueden escuchar en las conversaciones más o menos informales de algunas de nuestras comunidades en América Latina sobre temas como el neoliberalismo, la violencia, la política, la justicia social, los derechos laborales, la teología, la Iglesia, la acción pastoral, la vida religiosa, las estructuras comunitarias, la espiritualidad. A pesar de lo dicho hasta ahora, no quiero de ninguna manera transmitir una visión pesimista de la vida de la Orden en América Latina. Desde hace siglos, por la gracia de Dios y la generosidad de muchos hermanos, los Agustinos venimos desarrollando aquí una fructífera acción pastoral y social en los más diversos ámbitos, en ejemplar sintonía con las Iglesias locales, bendecida hoy además por el surgimiento de fraternidades seculares y vocaciones a la vida religiosa agustiniana. Y, lo que es más importante en la actualidad, con una creciente inquietud por la renovación y la revitalización de nuestra vida y acción; una realidad en la que, con luces y sombras por supuesto, se han dado pasos claros y es preciso reconocer el impacto positivo de OALA y del Proyecto de Revitalización. La importancia de este Proyecto de vida y acción es evidente. Ya ha dado sus frutos, propiciando una dinámica de diálogo, reconciliación y comunión entre los Agustinos de América Latina, pero por supuesto no sin resistencias, deficiencias y dificultades. Desde hace dos años (“Vida nueva”, Bogotá, junio 2001) se encuentra en su Etapa operativa, de decisiva importancia para que la deseada renovación –a través del Plan y los programas elaborados por cada Circunscripción- se haga realidad en cada uno de los 6 niveles o áreas de acción contempladas desde el principio en el proyecto: 1. Vida comunitaria 2. Acción pastoral (según obras y servicios) 3. Formación (inicial y permanente) 4. Gobierno 5. Espiritualidad y renovación 6. Administración económica. Tampoco, por supuesto, el Proyecto Hipona-Corazón Nuevo tiene sentido al margen de otros proyectos de renovación a nivel eclesial y de toda la Orden. Desde su elaboración, el Proyecto se entendió como una respuesta concreta al desafío de la nueva evangelización, e intentó incorporar siempre procesos similares propuestos por la Orden, como el Documento Agustinos en la Iglesia para el mundo de hoy (CGI 1998), objeto de reflexión en los Ejercicios Espirituales para todas las Circunscripciones latinoamericanas. Actualmente, puede enriquecerse también con las propuestas del CGO 2001, de la Carta dirigida a toda la Orden en noviembre del año pasado (13-XI-2002), y del próximo Jubileo agustiniano 2004-2006. Las urgencias principales o líneas básicas de cara al futuro de la Orden en América Latina podrían, en mi opinión, resumirse y concretarse más en torno a los siguientes temas: A) CONVERSIÓN Ya el Vaticano II insistió en que cualquier proyecto de renovación de la vida religiosa sería inútil sin fundamentarse en la fidelidad al seguimiento de Cristo desde la norma suprema del Evangelio (PC, 2 a). La renovación que busca el Proyecto Hipona es ante todo, en esta línea una renovación espiritual : de nuestra consagración a Dios en el seguimiento de Cristo. Se trata de un proceso de conversión, lo que explica a la vez las dificultades o resistencias surgidas y la necesidad de que se extienda a todas las dimensiones de nuestra vida: - conversión PERSONAL, desde nuestra experiencia de fe compartida y fortalecida por la oración, en actitud de interioridad y continua confrontación con la Palabra de Dios: una dimensión de la conversión que es tarea y responsabilidad de cada hermano, como persona y como creyente, pero que no puede darse por supuesta ni diluirse en el ámbito comunitario - conversión COMUNITARIA, como exigencia de nuestro carisma: desde la vivencia auténtica de la comunión fraterna, la perfecta vida común expresada en la comunión de bienes, las relaciones interpersonales sinceras y profundad, las adecuadas estructuras de participación y diálogo, la apertura comunitaria a la Iglesia local, el laicado, los jóvenes...Sigue siendo actual en este sentido la advertencia del Documento de Dublín: sin renovación comunitaria no solucionaremos ninguno de nuestros problemas! - conversión PASTORAL: una expresión acuñada precisamente en el ámbito latinoamericano (Conferencia de Santo Domingo) y que nos debe hacer pensar...Implica renovación de critrerios, prácticas, actitudes, superando la rutina y la inercia pastoral, para crecer en la inquietud misionera, la disponibilidad frente a las necesidades de la Iglesia y la Nueva evangelización, la inseción en la pastoral orgánica ... B) OPCIÓN PREFERENCIAL POR LOS POBRES La situación de injusta pobreza, miseria, desigualdad y violación de los derechos humanos que continúa sufriendo la mayoría del pueblo latinoamericano ha sido señalada repetidamente y a todos los niveles eclesiales como el principal desafío para los creyentes en el Evangelio del amor, la justicia, la fraternidad y la paz. Ni la misión evangelizadora de la Iglesia ni el testimonio propio de la vida religiosa son posibles ni creíbles al margen de esta realidad. Exigen una opción preferencial por los pobres evangélica, firme e irrevocable, por usar palabras del Episcopado latinoamericano. Y no rétorica, habría que añadir... Desde el CGI de México (1982) se han multiplicado a todos los niveles y en todas las instancias de la Orden múltiples declaraciones en torno a la opción por los pobres. Gracias a Dios, acompañadas por el testimonio real, abnegado y ejemplar de muchos hermanos, también por supuesto en América Latina. Pero sería ilusorio no reconocer que nuestra conversión en este aspecto, como la de toda la Iglesia, no es aún suficiente. Y que también en América Latina podemos y debemos preguntarnos todavía si de verdad estamos convencidos de que no se puede servir a Dios y al dinero, si de verdad no debemos ser más sensibles al clamor de los pobres, si de verdad sabemos reconocer en su rostro a Cristo sufriente. Casi todas las circunscripciones de América Latina tienen fondos de solidaridad. Algunas circunscripciones ya han respondido también a la invitación del Capítulo General de 2001 a pensar en el continente de África, ofreciendo un apoyo económico como signo de solidaridad. Aún así, sería conveniente preguntarnos si los gestos que hacemos son – como propone Jesús en el Evangelio – de lo que nos sobra, o si damos con generosidad y sacrificio desde nuestra pobreza. (Lc 21, 1-3). C) FORMACIÓN Este es otro punto clave, tantas veces comentado, y de especial urgencia ante la realidad latinoamericana. No es exagerado decir que el futuro de la Orden en el Continente depende en gran parte de este aspecto formativo: - Fomación INICIAL, cuya adecuada estructuración y atención es desde luego un desafío y también una obligación de justicia frente a los candidatos latinoamericanos. Ha habido una seria inquietud y notables avances en este tema durante los últimos años, pero todavía persisten problemas y deficiencias de importancia: criterios de pastoral vocacional y de selección de candidatos, improvisación de personal y programas en las casa de formación, formadores sin interés o preparación, desatención de aspectos formativos concretos (humano y psicológico, agustiniano...). El problema reviste particulares características si tenemos en cuenta la vinculación o dependencia de la mayoría de las Circunscripciones latinoamericanas respecto a las de otros países. Surge entonces una especie de círculo vicioso: las deficiencias reales de la formación en América Latina son invocadas como causa de que los candidatos sean enviados a formarse fuera, y esta política origina a la vez el que nunca se afronten ni resuelvan los problemas de la formación en América Latina... Sin “sacralizar” el tema de la inculturación ni ignorar las ventajas de un contacto con otras culturas y centros de estudio, no parece de recibo la fórmula de enviar sistemáticamente a todos los formandos (sean novicios o profesos, filósofos o teólogos) latinoamericanos de una Circunscripción a Europa o USA. Mucho menos si en el fondo la razón principal es la poco evangélica “ley del mínimo esfuerzo”: es más fácil que organizar la formación en América Latina, cuesta menos (también económicamente) y resuelve de paso el problema de la escasez de alumnos en otros países. Es verdad, pero pienso que eso es actuar sin perspectiva de futuro... En el último encuentro de nuevos superiores (Roma, noviembre 2002), varios de los participantes propusieron la idea de crear un centro de estudios agustiniano en América Latina. ¿Podría ser este encuentro la oportunidad para avanzar con esa propuesta? - Formación PERMANENTE “Formación permanente o frustración permanente”, afirma gráficamente uno de los actuales especialistas en vida religiosa...El principal problema vocacional dentro de la misma vida religiosa, se ha dicho también, no es el de la falta de candidatos o el de su formación, sino el cultivo de la vocación de los hermanos ya profesos de solemnes. En el documento del Capítulo General Ordinario de 2001, se afirma la urgencia de este aspecto de nuestra vida: “’La renovación adecuada de los institutos religiosos depende principalmente de la formación de sus miembros’ (PI 1) en dos niveles: formación inicial y permanente. En este momento, lo que más nos interesa es la última, que nos desafía ‘a avivar continuamente nuestra vida espiritual’, y ‘a encontrar cada día un renovado sentido a la vida común y a la fraternidad, y remozar incansablemente nuestra misión de anunciar el Evangelio’ (RI 119).... Todo instituto religioso, pues, tiene una grave responsabilidad en la programación, puesta a punto y constantemente revisión de un programa de formación permanente apropriado para todos sus miembros.”(A1-A2). He aquí por eso otro serio interrogante de cara al futuro de la Orden en América Latina. La mayoría de las Circunscripciones carece de programas de formación permanente, y las que dicen tenerlo reconocen que no funcionan o dejan mucho que desear...No tendrá esto ninguna relación con las crisis de muchos hermanos, incluso al poco tiempo de la profesión solemne o la ordenación? D) COLABORACIÓN En la Carta del 13 de noviembre de 2002, aludía ya también al exceso de individualismo y al abuso del “privilegio de nuestra diversidad” para negarnos a una mayor colaboración dentro de la Orden. El diagnóstico es válido también para América Latina y, en mi opinión, constituye una de las mayores muestras de falta de perspectiva de futuro que afecta a no pocos hermanos en América Latina. También en este campo es preciso reconocer los avances conseguidos (noviciado y Unión en Brasil, teologado en Cochabamaba, programa de formación de los tres vicariatos en Perú, noviciado en Barquisimeto, experiencias pastorales en misiones...), pero no podemos ignorar las dificultades, resistencias y “capillismos” que aún subsisten. La actividad pastoral, la formación inicial y permanente, la espiritualidad agustiniana y –por qué no?- la economía son por ejemplo campos donde un mayor espíritu de fraternidad y mútua colaboración podría ser decisivo para el bien de la Orden en América Latina, ya en la realidad actual y más aún para un futuro cada vez más próximo. Todos conocemos seguramente casos y aspectos concretos en este sentido. A modo de conclusión, es obvio señalar que los protagonistas y responsables directos del futuro de la Orden en América Latina son y serán evidentemente los mismos hermanos que viven y trabajan en ese Continente. Y cada vez más, por otra parte, los más jóvenes nacidos en el mismo continente (una perspectiva de futuro que tampoco podemos olvidar...). Pero a veces la realidad se ve mejor con ayuda de otros ojos fuera de la misma realidad, y seguramente esto forma parte también del servicio que el Consejo General puede prestar, en este caso, a los Agustinos de América Latina, como ya lo ha hecho sin duda a través del Proyecto Hipona-Corazón nuevo, y como ya lo han hecho también OALA y algunos hermanos con visión y actitudes más “prófeticas”. Este encuentro “Vida sempre nova”, nos brinda sin duda la oportunidad de preguntarnos qué podemos y debemos hacer por el futuro de la Orden en América Latina. Y nos urge a trabajar para lograr pasos muy concretos, con proyectos factibles y eficaces, para fortalecer nuestra identidad, nuestra presencia y nuestro servicio en la Orden y la Iglesia. |